Pequeños detalles: Super Mario
Con enemigos así...
"Pequeños detalles" es una serie de artículos dedicados a analizar los elementos individuales, filosofías de diseño y demás aspectos que marcan a videojuegos concretos.
En estos últimos días ha surgido un nuevo meme en base a la presentación de Switch o, más bien, uno de los vídeos relacionados con la susodicha. Quizá lo hayas visto y, si no, ya estás tardando en hacerte el favor y contemplar aquél corto informativo sobre la app de control parental. La gente bien ha salido a las calles a manifestarse en defensa de Bowser, el Rey Koopa, el O.G., pero decía que ha surgido un nuevo meme de ese momento en que Bowsey está jugando a cualquier videojuego para adultos, llamémoslo Bayonetta, y aparece su padre para taparle los ojos ante semejante indecencia. Resulta curioso ver esto y pensar que ese es el mismo dictador que, hace décadas, secuestrare a la princesa Peach y convirtiese a todos los súbditos del Reino Champiñón en bloques de cemento. Ha llovido mucho desde esa época en que Bowser fuera un sprite amenazador de mirada perdida que arrojaba llamaradas ya desde el primer momento que uno pisaba su castillo, y de un tiempo a esta parte ha desarrollado su personalidad hasta convertirse en un villano carismático, al mismo tiempo epítome de lo que todo personaje malvado debería ser y un tipo con sus detalles, su cierta delicadeza a la hora de coger el café y un gusto por el jazz más movido que me seduce. Pero un villano no existe sin relación a su némesis, y las relaciones lo que tiene es que dependen de algo más que tu capacidad para aplastar cráneos.
Decía Ian Daskin, del canal Innuendo Studios, que el nexo en la rivalidad entre Mario y Sonic es que el erizo azul siempre ha luchado por mantenerse en la ambigua y siempre cambiante onda de lo cool mientras que Mario, de toda la vida de Dios, lo que ha sido es divertido, pero este no es un atributo de su personaje sino de sus juegos. Sonic tiene que lidiar con las nuevas tendencias y una identidad que parece cambiar ligeramente cada equis años, pero el fontanero vive en un campo de minas. Mario no es nadie, no existe, no por mudo sino por soso. Link se puede permitir el ocasional gesto, fruncir el ceño y hasta su voz comunica algo sobre su personalidad decidida igual que el silencio de Samus cuando se adentra en una caverna oscura nos revela su mente fría, pero si hicieran una película de Mario valdría cualquier personalidad y, al mismo tiempo, ninguna sería la correcta. Es alegre y vivaracho y salta entre "¡Yahoo!" mientras destruye a sus enemigos, pero no es un psicópata. Está enamorado de Peach, pero no con pasión ni desde la serenidad de una relación madura. Reacciona con el mismo interés neutro a un beso en la mejilla o el descubrimiento de un nuevo planeta y no grita ni siente cuando se enfrenta por enésima vez a su mayor enemigo.
Mario vive rodeado de gente carismática. Wario es el avaricioso protagonista de Wario Ware, una serie de títulos tan absurda como divertida, y nunca me canso de ver su movimiento definitivo en Mario Tennis para Gamecube, donde directamente hace trampas y se introduce con una ridiculísima fanfarria. Luigi al menos siente miedo y es tímido, se permite una voz quebrada y temblorosa y se le puede reconocer por su forma de caminar. Echa miradas malignas en Mario Kart 8 y da patadas al aire cuando lucha en Super Smash Bros. La única que está a su altura, y digo por lo bajo, es Peach, que también es otra pieza. Ya resulta raro ver a ese italiano sonreír y bailar o incluso abrazarse mientras, aterido, castañea sus dientes en el frío polar de Super Mario Odyssey; cualquier muestra de humanidad o carácter reluce no por destacable sino porque, como quien dice, a mucho hambre no hay pan duro.
Si el fontanero de la gran N es uno de los héroes por antonomasia del videojuego, también es representativo de uno de los grandes males de tantos protagonistas: su incapacidad de ser, esa necesidad de no poder soltarse la melena y lucirse, decir que algo le gusta o disgusta. Se ve obligado a sonreír y responder a las órdenes del jugador, menos un individuo y más un agente, un títere. Quizá una de las grandes claves de por qué hoy el nombre de Mario sigue vendiendo tantas copias se debe a su sacrificio y esa manera en que ha neutralizado su propia identidad al servicio del propio juego. Mario vive a través de quienes conviven con él, quienes pueden permitirse ser un personaje.
Mientras tanto, Bowser se atreve a explorar. Sin nunca perderse, sin nunca dejar de ser ese malo maloso, el tipo que secuestra a Peach, el koopa líder capaz de aterrorizar al mundo entero, es capaz de vestir con un traje de gato y llevarlo con estilo en Super Mario 3D World, de ser padre, preocupado, maligno y sin empatía, pero se ve que lo está intentando en Super Mario Sunshine. Es el donjuán que se mesa el bigote entre risas malvadas, el Speedwagon con aliento de fuego en Super Mario Odyssey. La relación protagonista-antagonista está descentrada y bascula en la dirección de Bowser con una facilidad pasmosa. A estas alturas pienso que, si seguimos con Mario, no es porque funcione o le amemos, sino porque no hay un motivo para deshacerse de él. No molesta ni se interpone en nuestro camino y, a través de él, somos capaces de disfrutar de un plantel de personajes más colorido, pero Mario ha pensado tanto en entretener que se ha olvidado por el camino de ponerse a la altura de su rival. El Joker domina El Caballero Oscuro, pero no por falta de esfuerzo; es una obra sobre el conflicto interno de Bruce Wayne, la crisis de Harvey Dent. Hay vida en otros planetas. Sin embargo, Mario parece haberse atascado en una era que lleva mucho tiempo muerta; mientras que Bowser ha avanzado, él sigue ahí, como ese amigo que dejaste de ver hace años. Quizá sea hora de descubrirte. Me basta con que expreses algo.