Avance de Pokémon Mundo Megamisterioso
Prueba de personalidad.
Siempre me ha causado cierta curiosidad que una franquicia a priori tan basada en la amabilidad y el desenfado como Pokémon esté tan indisolublemente ligada en el imaginario colectivo al concepto del dinero. Prácticamente desde sus inicios, cualquier anuncio referente a nuevas entregas, merchandising o ediciones conmemorativas ha propiciado de manera casi automática un torrente de comentarios acerca de cómo Nintendo va a volver a hacer saltar la banca y de lo bonito que sería hacerse con unas cuantas acciones de The Pokémon Company y decir en la oficina que no te esperen el lunes. Que Pokémon es una máquina de imprimir billetes ya es prácticamente un lugar común, pero lo que más llama la atención es hasta que punto lo es de manera plenamente autoconsciente. Desde su primigenia división de las entregas madre en cartuchos complementarios de diferentes colores (una estrategia cuestionable incluso desde los estándares actuales), la saga nunca ha maquillado su intención de hacer caja con la mayor frecuencia posible, y probablemente eso explique su más que saludable relación con el mundo del spin off. A fin de cuentas, ahí tenemos la estudiadísima ambigüedad de su eslogan original, hazte con todos. Pocas veces una compañía ha sido más literal.
Sin embargo, de entre su surtidísima representación de frivolités en la forma de coliseos y safaris fotográficos, quizá la subsaga Mundo Misterioso sea la que merece una mayor atención como producto con una entidad propia, tanto por alcance como por representar una nueva vuelta de tuerca al que probablemente sea el principio fundacional del diseño de Pokémon, y uno de los pilares de su éxito: la deconstrucción de mecánicas heredadas, o por decirlo de manera más simple, el saber ir al grano. Así, si las entregas originales tomaban la hoja de ruta del JRPG tradicional para podar todo lo sobrante en cuestiones de argumento o construcción del mundo y multiplicar las posibilidades de su faceta de combate y gestión de grupos, Mundo Misterioso y demás familia hacen lo propio con el dungeon crawler, partiendo de la estructura básica de un Diablo y aplicando un nuevo ejercicio de fuerza bruta en la forma de un plantel que en esta edición alcanza la mareante cifra de 720 criaturas.
El resultado es una experiencia que pese a estar arropada de algo parecido a un argumento (de alguna manera hemos perdido nuestra humanidad y nos hemos convertido en un Pokémon, por algún motivo alguien nos persigue, algo está convirtiendo a los demás Pokémon en piedra... no es exactamente Planescape: Torment) vuelve a centrarse en lo básico: recorrer mazmorras generadas aleatoriamente, encontrar objetos, alcanzar las escaleras que marcan el acceso al siguiente nivel y sobre todo medirnos el lomo con decenas de Pokémon por el camino. Algo parecido a un Hero Quest de colorines que bajo un sistema de turnos acelerados realmente busca recortar aun más cualquier tipo de trámite y ofrecer a los fanáticos del piedra papel o tijera clásico de la serie una sucesión de combates lo más concentrada posible.
Como aperitivo, de nuevo, volvemos a encontrar el ya clásico test de personalidad, un minijuego de preguntas y respuestas marca de la casa en la serie con el que atajar una de las dudas ancestrales del ser humano: qué tipo de Pokémon seríamos si la decisión viniera determinada por nuestro comportamiento en las fiestas o nuestros gustos musicales. En mi caso, y por motivos que desconozco, el hecho de que me interese el punk rock determinó que me convirtiera en Piplup, un simpático pingüino de tipo agua poco sospechoso a priori de formar parte de la formación original de los Ramones. De la misma manera elegiremos a nuestro acompañante, y aunque de un primer vistazo parecía haber opciones más apetecibles entre un elenco que aglutina a las criaturas más representativas de las diferentes entregas, no seré yo quien contradiga la decisión de una bola de luz parlante.
Una vez en los zapatos de nuestro avatar, y tras un breve tutorial introductorio de la mano de Nuzleaf y una fugaz visita a la aldea que hará las veces de hub donde comerciar o almacenar objetos, tocará enfrentarse a las primeras mazmorras, y con ellas a un nivel de dificultad que llama la atención por lo inesperado; Pokémon siempre se ha distinguido por combinar su apariencia infantil con una profundidad prácticamente inabarcable, pero la capacidad de hacer sudar tinta al jugador que encierran incluso las mazmorras introductorias de este Mundo Megamisterioso probablemente hará hincar la rodilla a quien se aproxime al título pensando que se trata de un juego para niños. El desarrollo, como decía, se basa en un sistema de turnos ligeramente maquillado que nos permitirá recorrer cada una de las alturas de las diferentes estancias de manera aparentemente libre, pero que internamente responde a un orden estricto: si nos movemos, el resto de criaturas se moverán, y pese a que podemos tomarnos todo el tiempo del mundo para planear nuestro siguiente movimiento, utilizar la opción de recuperar salud hará avanzar un reloj interno que podría dejarnos en situación de desventaja una vez recuperemos la marcha. El posicionamiento es crucial, y el propio juego nos anima a retorcer esas reglas en nuestro beneficio, porque si bien el enfrentamiento cara a cara contra una sola criatura suele resultar trivial, darse de bruces con un par de Pokémon que sumen fuerzas contra nosotros mientras un tercero nos bloquea la salida es una situación en absoluto infrecuente y aún menos deseable.
Para terminar de complicar las cosas, y regresando como sistema tras su ausencia en Portales al Infinito, nuestras evoluciones por las mazmorras estarán ligadas a un contador de hambre que deberemos vigilar constantemente, imprimiendo un énfasis incluso mayor en la recolección de objetos y suponiendo un nuevo dolor de cabeza a la hora de retirarnos a un lugar seguro para lamernos las heridas.
Sobre el papel, Pokémon Mundo Megamisterioso lo tiene todo para volver a triunfar entre los aficionados a las peleas a muerte entre animalitos adorables, y probablemente novedades como las megaevoluciones o el regreso a la senda marcada por las entregas de DS le hagan ser recibido con mayor cariño por una base de fans que no acabaron de ver con buenos ojos algunas de las decisiones que trajo bajo el brazo su salto a la portátil tridimensional de Nintendo. Como producto para fans en apariencia lo tiene todo, y quienes busquen despachar otra cantidad incalculable de horas evolucionando criaturas y viendo crecer medidores, incluyendo los de las cifras de ventas, deberían estar tranquilos. Queda por ver, eso sí, si pasada la prueba de las primeras partidas el juego cuenta con suficiente personalidad propia para conseguir seducir a los que no lo sean. Si es que queda alguien que no sea fan de Pokémon, quiero decir.