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Pokémon Ranger: Shadows of Almia

Dramatización del Himno de la Alegría.

En cuanto a diseño gráfico, deudor de toda la saga, es tan desenfrenado como siempre, bello y funcional, algo que ha hecho grande a estos juegos desde su primera aparición en blanco y negro. Los sprites de los personajes están trabajados con mimo y destacan del resto de elementos del escenario, que se vuelve sobrio en ocasiones pero no pierde nunca el colorido. Además, el sonido parece seguir los mismos preceptos: no sorprende, pero acompaña al Ranger, por unos escenarios planteados para no dejar demasiada libertad de movimiento. De hecho la trama siempre discurre en favor de una limitada sensación de emancipación por unos decorados con síndrome pasillero. Tanto es así que con el contar de las horas te das cuenta que la solución en forma de Pokemon para un determinado obstáculo nunca anda muy lejos y tan sólo es cuestión de buscar por los alrededores. Y todo esto nos lleva al argumento; ¿de qué va Shadows of Almia?

De ser el mejor... bla bla bla... del mundo y evitar que los malos hagan maldades con los Pokemon, como siempre. La trama se desarrolla muy lentamente, con un inicio en la Academia que puede tomar más de una hora larga hasta que oficialmente somos auténticos Pokemon Rangers. En líneas generales se puede afirmar que está mejor escrita que su precursora, lo que no implica que sea una genialidad de guión. Es más, muchos de los diálogos son verdaderamente absurdos y ni que decir de algunas situaciones de diversión abstracta que destacan el cariz infantil del juego, mucho más orientado a un público de entre ocho y quince años que a tu amigo el que dice no haber jugado nunca a un Pokemon.

Pero volviendo a lo que comentábamos, la trama la despliegan unos personajes bautizados a mala leche (a mí me obligan a jugar a un juego en el que el protagonista se llama Silvio, Juanín o Hilario, como varios PNJ del juego, y lo abandono en dos nanosegundos) que descargan su frustración nominal a base de misiones urgentísimas que luego no dudan en interrumpir cada dos pasos con sus comentarios sobre el estado de ánimo. Y así hasta superar las diecisiete misiones principales, a las que se les suman unas sesenta secundarias que dan acceso a nuevas criaturas o mejoras para el Capturador. Estas últimas siempre atribuidas a la resolución de los problemas relacionados con Pokemon de los habitantes del mundo de Almia. No son gran cosa pero desde luego mejor que nada.

En la pequeña lista de novedades también hay que anotar el modo Arena, el clásico enfrentamiento contra otro jugador a través de WiFi, así como la posibilidad de conseguir misiones extras de este modo. En conjunto, Shadows of Almia es un título bastante largo, eso sí, para lo que podría esperarse de una aventura lineal para portátil. Y la curva de dificultad no está ni mucho menos mal medida. De hecho se ajusta muy bien al desarrollo progresivo de los acontecimientos planteando retos adecuados a cada circunstancia.

Por todo esto, no hay mucho riesgo en formarse una opinión categórica sobre este juego desde ya, porque es bastante previsible y huele a lo mismo que el anterior a pesar de los pequeños cambios. Esto no quiere decir que haga las cosas mal o que sea un juego malo, sino más bien que no hace nada memorable. En todo caso, muy recomendable para los fans que esperan al siguiente gran lanzamiento de la saga, para los demás no supondrá más que un entretenimiento volátil, por no decir una decepción.

6 / 10

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