Prince of Persia
Un plataformas puro.
Entonces, uno de los objetivos principales será desbloquear estos trampolines (en el orden que quieras, de nuevo) para poder acceder a todas las zonas. ¿Y cómo se hace? Pues recolectando esferas de luz. Estas esferas están repartidas por todas las fases y aparecen una vez has “sanado” el terreno. Cuando acabas con un jefe de final de subnivel, Elika elimina todo rastro de Corrupción y el aspecto del escenario se vuelve luminoso y lleno de vida… y de esferas.
Es precisamente cuando recolectamos esferas cuando nos damos cuenta de la increíble y excelente labor a la hora de diseñar los niveles. Todas las pantallas se pueden recorrer en ambos sentidos –uno para sanarlo y otro para recolectar esferas o acceder a otras zonas-. Imaginaos diseñar 20 pantallas llenas de plataformas y que se puedan jugar del derecho y del revés. Es ciertamente impresionante.
El juego de saltos, por su parte, quizás quede algo corto. Los movimientos básicos son el salto convencional, el doble salto, correr por la pared y agarrarse a unas anillas que te dan impulso para alargar el brinco. Y ya está. Otra vez, la estructura “sandbox” ha limitado el sistema de progresión: no se adquieren nuevas habilidades y nos tendremos que apañar con los movimientos iniciales durante todo el juego. Que tampoco pasa nada, y más si están ilustrados con unas animaciones tan sublimes como las del Príncipe. Los movimientos son fluidísimos –a la altura de lo visto en Assassin’s Creed, con quien comparte motor, el Scimitar-.
Las animaciones lucen especialmente bien durante los combates. Ahora no nos enfrentamos a varios enemigos a la vez. Los combates son de uno en uno, como en el Prince of Persia original. Esto permite dotarlos de cierta importancia y añade un componente hardcore que se agradece, el de los combos. Si te apetece puedes aprenderte una lista de combinaciones de botones e ir enlazándolas con otras. La recompensa no es otra que la satisfacción personal, ya que no te otorgan puntos ni subes de nivel ni nada, pero… es que asestarle 20 golpes seguidos a un maldito Corrupto no se paga con dinero.
Para el final hemos dejado lo mejor: los gráficos. Es una obra de arte, se mire como se mire. El paso al cel-shading le ha sentado genial al Príncipe, así como el nuevo vestido. Pero es que los escenarios son… brutales. Es de los juegos más bellos que se han visto hasta la fecha. Y lo es por todo, desde la paleta de colores hasta las texturas o el paisaje de fondo. Una gozada.
En resumen, este Prince of Persia supone un retorno a las plataformas más clásicas, pero con una dificultad considerablemente rebajada. Hay combates, pero pocos. La gracia está en saber trenzar, durante las 10 horas que dura, buenos saltos e intentar no caerse demasiado (que no pasa nada si lo haces, porque no puedes morir). La excelencia le viene por dos bandas: por los gráficos y por el soberbio diseño de los niveles. Si eres muy exigente y lo que buscas es un reto a nivel de dificultad, no es tu juego. Si eres más condescendiente y te apetece tener una experiencia ligera y divertida, salta sobre él.