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Prototype

Ultraviolencia nihilista.

Estamos ante un juego de mecánica sandbox, al más puro estilo Grand Theft Auto. No es casual la comparación: muchos han definido este Prototype como un GTA con superpoderes y no van excesivamente desencaminados. De hecho el anterior juego de la compañía fue Hulk Ultimate Destruction, bastante por el estilo. Tras un par de misiones más o menos lineales se desbloqueará toda la isla de Manhattan para nuestro uso y disfrute. Podremos escoger entre seguir la historia principal, pasearnos un rato destrozando todo lo que pillemos por en medio o cumplir "eventos" para ganar experiencia.

Conforme vayamos matando enemigos y cumpliendo misiones obtendremos puntos de experiencia para mejorar nuestras habilidades y obtener nuevos poderes, que luego podremos cambiar en cualquier momento de la batalla. Una especie de rueda con cuatro secciones nos muestra los cuatro tipos de poderes básicos: ataque, defensa, disfraz y visión. Quitando el disfraz, las otras tres podrán estar activadas al mismo tiempo. Sin embargo, hay un par con muy poca utilidad, y casi siempre terminaremos recurriendo a los mismos, quitando algún jefe final que nos obligue a usar una táctica concreta.

A la hora de enfrentarse a los enemigos, podemos actuar de dos maneras: o entrar partiendo la pana y dejando el lugar más vacío que la casa de un comprador de Ikea sin herramientas o, al enfrentarnos a humanos, optar por el sigilo. Ambas técnicas tienen sus poderes específicos, como puede ser dejar el lugar lleno de púas que atraviesen a todo lo que se sitúe en un radio cercano o coger a un hombre por la espalda y absorberle para transformarnos en él. La infiltración no será demasiado complicada al principio… hasta que se desarrollen ciertas mejoras armamentísticas en nuestra contra.

Lamentablemente, la cámara no acompaña lo más mínimo. A pesar de incluir un blanco fijo que apunta directamente al objetivo más peligroso en pantalla, éste no siempre elige al enemigo más acertado, y cuando tenemos que cambiar nos encontramos ante una pésima decisión de diseño: se utiliza el joystick derecho, el mismo que para mover la cámara. En ocasiones en que hay que rodear al rival (cierta pelea, especialmente) perdemos un tiempo precioso ajustando el blanco a cada movimiento, y aún más desesperante es el caso de los vehículos, con un helicóptero que apunta un poco a donde quiere porque su movimiento requiere de los dos joysticks simultáneamente.

Si esta decisión de diseño es mala, la que sí ha sido muy hábil ha sido la de sacrificar gráficos en pos de un framerate estable. Nadie se acuerda las texturas ni las animaciones ni los modelos cuando está siendo perseguido por decenas de guardias e infectados sumados a unos cuantos tanques y helicópteros, con todo tipo de balas y explosivos pasando a nuestra vera, sin que se resienta el motor gráfico. Y en un título que depende tanto de la espectacularidad, es muy de agradecer.

El grado de violencia alcanzado en el juego es, como indicábamos en la introducción, tan absolutamente exagerado -cortes por la mitad, personas convertidas en un manchurrón de sangre al chocar contra la pared, las decenas de muertos de cada misión…- que parece decirnos: "eh, que esto es un juego, nada de esto es real". Algunas animaciones y escenas parecen reforzar esta idea, con el absoluto pasotismo de Mercer ante las miles de víctimas que va dejando a su paso. Probablemente este relativismo en torno a las víctimas merezca más la calificación de +18 que toda la sangre mostrada.