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Pupperazzi no es profundo, pero tampoco lo necesita

Pupperino.

Si pensáis que hay muy poco que puede salir mal en un juego de hacer fotografías a perritos, estáis en lo cierto: creo que Pupperazzi lo sabe, y precisamente por eso se esfuerza en ser nada más y nada menos que una experiencia muy agradable.

En el juego, desarrollado por el estudio Sundae Month y publicado por Kitfox Games (Boyfriend Dungeon, The Shrouded Isle), nos convertimos en un fotógrafo dentro de un universo fundamentalmente habitado por cachorros. En sus distintos mapas - una ciudad, una playa, un faro costero, y alguna sorpresa más adelante - habitan distintos tipos de perretes que campan a sus anchas, sin correas ni necesidad de humanos que los acompañen. Serán también perros los NPC que nos ofrezcan un puñado de misiones en cada pantalla, instándonos a sacar instantáneas concretas. A veces, son cosas tan sencillas como un retrato, una imagen de un perro jugando o comiendo; otras veces, nos especificarán un poco más, exigiéndonos usos de filtros o lentes concretas.

De todos modos, la dificultad de los encargos no importa mucho, porque es una excusa para que nos acostumbremos a cada escenario y aprendamos a encontrar los pequeños secretos que esconde. Un sistema de control un poco más rígido de la cuenta hace que las pequeñas secciones de plataformeo que nos ayudarán a acceder a los lugares escondidos dentro de cada escena sean algo más torpes de la cuenta, pero en esencia la fortaleza de Pupperazzi es saber que su punto fuerte son los perros. Y que los perros, en realidad, son lo mejor del mundo.

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Decía antes que el mundo del juego está habitado por completo por perretes, y en realidad es gran parte del encanto del título: ver cómo se resuelven determinadas situaciones de la vida cotidiana, pero sin humanos de por medio. Lo que quiero decir con esto es que encontrarnos a un perrito montando en una bicicleta siempre alegra el día, y que la premisa hace que nuestras fotografías sean mucho más particulares y que las ideas fluyan solas.

El juego tiene un sistema de desbloqueos in-game bastante inteligente por el cual no solo obtendremos nuevas opciones para la cámara si completamos misiones, sino que también podemos avanzar subiendo de número de seguidores en nuestras redes sociales. Se nos da la opción de subir nuestras fotografías a una especie de Instagram ficticio en el que ganaremos seguidores según la calidad de estas. Poco a poco, iremos aprendiendo qué tipo de fotografías les gustan a nuestros fans hipotéticos, e iremos aumentando nuestra comunidad. El verdadero final del juego, de hecho, solo puede desbloquearse de esta manera, así que a pesar de que tenemos muchos objetivos que cumplir el juego nos deja pasearnos por él de manera relativamente libre y experimentarlo como queramos.

La verdad es que, siendo sinceros, el juego no tiene mucho más, ni tampoco creo que lo pretenda: es una experiencia agradable que podemos terminar en una sentada, apenas un par de horas, y que como mínimo nos saca un par de sonrisas. Estoy segura de que hay muchos secretos que todavía no he descubierto dentro del juego, pero lo que me he encontrado me ha dejado más que satisfecha. Es cierto que existen algunas asperezas - ojalá poder cambiar de objetivo o de filtro sin necesidad de abrir el menú - pero ninguna de ellas es suficiente como para separarnos del gozo más antiguo y más puro del mundo: disfrutar de la compañía de perritos lindos.

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