Radiant Silvergun
Rescatando una joya.
Treasure es esa clase de compañía que cuenta en su haber el mismo número de títulos que de grandes obras. La desarrolladora japonesa no se prodiga en exceso, pero a cada nuevo juego le añade ese rasgo característico que lo diferencia del resto. Y cuando en 1998 publicó este Radiant Silvergun para arcades y Sega Saturn alcanzó la cima del reconocimiento de los jugadores como el más grande de entre los shooters desarrollados en Japón. Toda una hazaña en el país con más devotos del género, sin duda, que vendría refrendada años más tarde con Ikaruga, su oficiosa segunda parte para Dreamcast, Naomi y Gamecube, un juego con el que volvieron a reinventar la rueda añadiendo pequeños ingredientes "made in Treasure". Es bastante probable que muchos de los amantes de los shooters hayan jugado a este segundo únicamente, pero aquellos que jugaron previamente a Radiant Silvergun seguro que reconocieron muchos de los elementos originales del título que hoy nos ocupa, como los efectos de sonido, la estructura tan vertical con enemigos de final de fase y de zona, los gráficos enteramente en 3D o el número de naves disponibles, solo dos.
Lo que Treasure ofrece esta vez es una conversión casi al cien por cien fidedigna. Y digo casi porque los elementos poligonales y la baja resolución del original han sido remozados para la ocasión estirando la imagen y aplicando filtros que pueden ser configurados desde la pantalla inicial. ¿Significa esto que se ha trabajado en un nuevo motor 3D para este Radiant? Rotundamente no, observando con detalle se puede apreciar que el sistema escala y aplica procesado de la imagen para que las texturas no se emborronen, pero ni siquiera llega al nivel del excepcional Ikaruga.
Dicho esto, sería injusto no reconocer que pese a que en su momento resultaba asombroso verlo funcionar en una Saturn, en teoría lejos del rendimiento 3D que exhibían otras plataformas, su verdadero potencial reside en el apartado jugable. Como todo shooter que se precie, y me viene a la cabeza Psyvariar, lo importante no es el preludio de naves fáciles de eliminar, mero entrenamiento para lo realmente interesante, sino el momento en el que la pantalla se llena de naves y fuego enemigos. Entonces hay que recordar que disponemos de láser, misiles -homing-, una especie de sable y disparo trasero; y lo hemos de utilizar todo a la vez que esquivamos y tratamos de identificar los blancos más protegidos y a la vez vulnerables.
Una mecánica perfectamente adaptada al mando de la 360, asignando un botón a cada acción. Sin power-ups, sin mejoras en el armamento, manteniendo incluso ese primitivo y rudimentario sistema de combos que sería perfeccionado en Ikaruga. Pero esta es la magia de los shooters, es la magia de este Radiant Silvergun, el frenesí que alcanza una partida, tanto para los expertos como para los novatos: ver la pantalla atestada de elementos, que todos sean hostiles y que se pueda avanzar jugando con las superficies de contacto de la nave y el fuego enemigo.