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Rayman Origins

Slapstick.

Rayman Origins corriendo a 1080p y 60fps es probablemente uno de los momentos en que más cerca han estado dos universos como son el cómic y los videojuegos. El ritmo de la acción, la inercia slapstick de todos los elementos que deambulan por la pantalla, las continuas onomatopeyas en forma de efectos de sonido…

Esta ha sido la sensación que me ha transmitido el juego después de recorrer todo su primer mundo, la de reencontrarme con elementos que, como devorador de cómics y dibujos animados, me han parecido tremendamente familiares pero nuevos al mismo tiempo.

Gran parte del mérito se encuentra en el lado más formal del juego, en un apartado artístico que para nada esconde las influencias más gamberras de la bandé desinée francesa o el cómic europeo en general. Me vienen a la cabeza ejemplos como "Titeuf" de Zed o "Goomer" de Nacho Moreno y Ricardo Martínez. Pero no acaba aquí su amalgama de inspiraciones, el gag más desquiciado de los cartoons locos de mitad del siglo veinte, con los americanos Chuck Jones y Tex Avery a la cabeza, también está presente; o las "nuevas" oleadas de dibujos animados de casas como la Nickelodeon. Todos estos elementos y muchos otros se dan cita en un juego que, afortunadamente, tampoco se ha dejado en el tintero aquello más importante: que estamos ante un videojuego.

El "Origins" del título no es casual. La saga Rayman ya lleva más de 15 años entre nosotros, y en este tiempo ha conseguido ir dando forma a un mundo, unos personajes y un imaginario propios que ahora explotan en el contexto del plataformas más clásico. Globox, los narizotas Teensies, o los enemigos tienen el carisma necesario para rivalizar con los de los otros grandes del género. Y el objetivo sigue siendo el mismo de siempre: tenemos 60 niveles estructurados en 12 mundos que hemos de superar. Podemos hacerlo sin más preocupación que la de avanzar, o intentando conseguir el mayor número de ítems en el menor tiempo posible.

La acción es rápida y va acompañada casi de forma orgánica del apartado visual y sonoro. Correr, saltar, patear a los enemigos; es todo lo básico que el juego requiere y se ve acompañado con un control muy bien calibrado. Siendo puntilloso diría que los enemigos suponen muy poca amenaza en comparación con los abismos en los que podemos caer y morir, pero también es cierto que solamente he jugado el principio del juego. En este tiempo también he podido ver que de vez en cuando aparecen fases con una mecánica distinta, por ejemplo en forma de shooter espacial pero con insectos gigantes, algo que le da variedad.

Las partidas en solitario son las mejores cuando se trata de escudriñar los escenarios con el objetivo de ir cogiéndolo todo (looms, monedas de la selva, jaulas) y descubrir las zonas secretas. En el multijugador para hasta cuatro jugadores las partidas se vuelven menos completistas (a pesar de que muchas veces se recogen más ítems) pero más desenfrenadas. Poder alternar entre las partidas para un solo jugador y las multijugador dentro de una misma campaña es ideal.

Pero sobre todo, allí donde Rayman Origins brilla con más fuerza es en la capacidad de juntar todos estos elementos para dar forma a un juego con mucho estilo. Es ver sus gráficos realizados con la nueva técnica UbiArt, la forma como se relacionan con la música y los sorprendentes efectos de sonido, y entonces apretar un botón y que todo empiece a moverse. Es uno de los pocos títulos donde no hay diferencia entre los artworks y el juego. Es puro plataformas en un mundo, el de Rayman, que ahora quiere reivindicarse.

Rayman Origins sale en Europa el próximo 25 de noviembre para PlayStation3, Xbox 360 y Wii. También tendrá versiones para Nintendo 3DS, PS Vita e iOS.

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