Red Faction: Armageddon
Nos vamos a Dublín a probar el multijugador.
Red Faction: Armageddon es un juego al que le tengo especial cariño. No sólo porque la serie me haya interesado desde un principio, ni porque el anterior juego, Guerrilla, me encantase (a pesar de lo injustamente infravalorado que está), sino porque les tengo cariño a Volition. Siempre se quedan a las puertas del juego exitoso que los encumbre, y yo siempre he sido muy de segundones; por eso, cuando en THQ nos invitaron a Dublín a ver este Armageddon mi reacción fue inmediata: hice las maletas y me preparé para una sesión de destrucción y caos, señas de identidad de la franquicia.
Los escenarios destructibles han sido desde siempre la seña de identidad de Red Faction. Revolucionarios en su día, hoy Volition sigue apañándoselas para reformar poco a poco la concepción del derrumbe en los videojuegos. Si en Guerrilla teníamos un sandbox que conseguía esquivar con bastante gracia la convención del género de plantear todas sus misiones como "ve del punto A al punto B, haz algo y luego vuelve al punto A" (incluyendo el factor de la destrucción en el punto del "haz algo", aportando cierta profundidad a la hora de encarar las misiones), en Armageddon nos dan la Magnet Gun, un juguete del que en Volition están muy orgullosos: cuando le comenté a Tim Boone, productor del juego, que no había usado ninguna otra arma en toda la partida, sonrió y me dijo que no era para menos.
La Magnet Gun es una herramienta de destrucción muy seria: se basa en el disparo de dos proyectiles que se atraen mutuamente, y así podremos disparar una vez sobre un enemigo y luego dirigir el segundo proyectil a una pared lejana para que el malandrín salga despedido y muera chafado contra ella. Pero no es esa la única posibilidad que nos da: podemos ponernos creativos y, por ejemplo, disparar los proyectiles a dos paredes paralelas de una habitación, y éstas se atraerán mutuamente, cayendo y provocando posiblemente grandes daños estructurales en el edificio. Combinaciones hay muchas: la destrucción está asegurada.
Sobre esta idea, la destrucción de estructuras, se monta el Ruin Mode, una de las opciones de juego fuera de la campaña principal que pudimos probar. La base es simple: en un minuto, tienes que romper tantas cosas como puedas. En base a cuánto destruyas y lo creativo y rápido que seas haciéndolo se te asigna una puntuación, y en este punto ya deberíais tenerlo muy claro: superar las puntuaciones, tanto propias como de amigos, es un verdadero vicio. Pudimos comprobarlo de primera mano en el mini campeonato que se organizó en la presentación: el ritmo cardíaco era altísimo mientras todos los medios que estábamos reunidos en la sala intentábamos alzarnos con el primer puesto del ranking. (Quedé segundo: un francés me superó en el último momento. Declaré la guerra a Francia en ese preciso momento.)