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Análisis de Reigns: Juego de Tronos

No Stark nada mal.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Una pequeña variación en una fórmula altamente contrastada que une con éxito a la popular serie con uno de los juegos de móvil más sólidos.

Puede que no exista un mecanismo narrativo más cómodo y a la vez más interesante que el de la toma de decisiones. Resulta sencillo trazar paralelismos con nuestra propia vida, imaginarnos que habría pasado de haber elegido distinto en algún momento anterior o valorar la suerte o la desgracia que sufrimos al afrontar las consecuencias de nuestros actos. Es, además, relativamente fácil emparejarlo con el medio que nos ocupa: si algo nos permite los videojuegos es tomar partido en el desarrollo de los acontecimientos, y muchas grandes obras de ficción interactivas aprovechan para reflexionar sobre la moralidad de nuestras acciones, especialmente las que se sitúan en los grises que genera la complejidad de la existencia. Otras se conforman con establecer un sistema dual, el clásico ángel y demonio encima de nuestro hombro que nos suele hacer creer, erróneamente, que a la gente buena le pasan cosas buenas, y que los malos siempre reciben su merecido.

En ese sentido, la colaboración entre Nerial y HBO es lo más parecido que existe a tener lo mejor de ambos mundos. Mientras los primeros ponen sobre la mesa su fórmula jugable, basada en una decisión continua entre dos alternativas claramente diferenciadas cuyas secuelas son casi impredecibles; los segundos aportan tramas y personajes de la que es ahora mismo la serie de grises por antonomasia, con héroes no muy benévolos, villanos no tan malvados y una cantidad preocupante de sujetos con intenciones muy variopintas. Así, obtenemos un juego que aún volviendo a la división entre el bien y el mal clásica, se las arregla para construir una historia que huye de convencionalismos, además de aportar a la suma una de las ambientaciones más atractivas del género fantástico en la actualidad.

Ayuda que el cambio más grande entre las anteriores entregas y este Reigns: Juego de Tronos sea cómo cuenta la historia. Nos olvidamos, esta vez, de controlar a distintos reyes en una sucesión continua de futuros cadáveres para centrarnos en nueve personajes, todos ellos protagonistas en mayor o menor medida dentro de la saga de libros de G. R. R. Martin. La gracia sigue estando estando en mantenernos en el poder el máximo tiempo posible, pero aquí es más interesante ir probando distintas combinaciones que la mera supervivencia, ya que es lo primero lo que nos garantiza tanto desbloquear nuevos monarcas como ir expandiendo el lore y visitando algunos de los lugares más emblemáticos de Poniente.

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Por si acaso, para quienes no sepan todavía cómo se juega a esta especie de Tinder macabro, he aquí una explicación rápida: en la parte superior hay cuatro iconos, que hacen referencia a los cuatro elementos más importantes de cualquier sociedad medieval (economía, religión, nobleza y pueblo llano). Cada turno, o año de vida de nuestro rey/reina, viene acompañado por al menos una decisión que deberemos de tomar leyendo las dos opciones que se nos presentan y deslizando las cartas en pantalla hacia la derecha o hacia la izquierda en función de cuál queramos ejecutar. Todas afectan a al menos uno o incluso varios de esos elementos, haciendo que suba o baje nuestra influencia sobre ellos. Nuestro objetivo, como tal, consiste en encontrar el equilibrio entre todos para evitar que salte uno de los múltiples finales existentes, originales pero también fatales para nuestros intereses...y nuestra vida.

El acuerdo con HBO favorece que todas estas características vengan adornadas (o a-Dorne-adas) con elementos de la serie, dándole un valor añadido muy interesante. No encontramos una religión tradicional, sino la Fe de los Siete; la economía está dirigida, como no podía ser de otro modo, por el Banco de Hierro de Braavos; e incluso elementos tradicionales de esta peculiar saga de juegos, como el laberinto o las distintas ventajas que podemos obtener de jugar bien nuestras cartas -pun totally intended- están llenos de referencias y guiños para los más aficionados. El guión está lejos de ser tan gracioso como el de la última entrega, pero muestra un equilibrio muy logrado entre humor y seriedad, permitiéndonos vivir momentos nunca vistos con anterioridad (muchos de los hechos se sitúan, de manera muy poco rigurosa, después de la temporada 7) sin perder el encanto de no tomarse muy en serio lo que nos cuenta, sabiendo que la mejor manera de afrontar un juego de estas características es ser fiel a tu propuesta e intentar fusionar dos mundos con tonos a priori distintos sin perder la esencia de ninguno de los dos.

Quizás lo peor que se puede decir de él es que la imposibilidad de saber el desenlace real de los acontecimientos -George, date brillo- impide contar nada más que supuestos fantasiosos, dando lugar a algunos muy logrados y otros menos agraciados en cuanto a interés y calidad narrativa. Tiene también algunos fallitos: hay errores contados en la traducción, inofensivos pero molestos visualmente; y, como se veía venir si habéis jugado a los anteriores, algunas de las decisiones que tomamos parecen más arbitrarias en cuanto a resultado de lo deberían, dejando la coherencia a un lado y obligándonos a memorizar en vez de guiarnos por lógica o instinto . Que eso no nos lleve aún así a engaño, porque pocos juegos hay mejores para llevar en el móvil y echar unos minutos en el transporte público, en una sala de espera o tirado en el sofá e imaginándonos encima del incómodo Trono de Hierro. Reigns: Juego de Tronos hace valer de nuevo la potentísima idea que Nerial lleva explotando ya dos años; y nos recuerda, como cada vez que pensamos en Tyrion, que a veces menos es más.

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