Rocket Knight
Cerdos, lobos y... una zarigüella.
Un escalofrío de emoción recorre mi cuerpo cada vez que se anuncia un remake de un juego clásico. Es algo que no puedo evitar: vivo del videojuego moderno, pero mi corazón pertenece a las generaciones de los 8 y los 16 bits. Pero el caso que nos ocupa es especial, porque Rocket Knight Adventures ha sido desde siempre uno de mis juegos preferidos de Megadrive, y uno de los que más hondo han calado en mí. Para el desarrollo de esta nueva entrega Konami ha confiado en el estudio occidental Climax, que en contra de todo pronóstico ha sabido captar toda la esencia del juego original… aunque ha cometido un error de bulto que empaña un resultado final notable.
Rocket Knight no es exactamente un remake, sino una secuela de las dos entregas aparecidas originalmente para Megadrive y SNES. Sparkster, la zarigüella protagonista, lleva quince años retirado en el campo, pero se ve obligado a volver a enfundarse su armadura, su jetpack y a portar su espada una vez más al descubrir el nuevo plan del ejército de cerdos para apoderarse del reino de Zephyrus, ayudados por los lobos. Y para acabar de empeorar las cosas su archienemigo, Axel Gear, ha ocupado su lugar y se ha convertido en un ídolo para los ilusos habitantes del reino. Argumento clásico, trillado y simple, sí, pero que sirve a perfección para dar un mínimo trasfondo a esta particular aventura.
El desarrollo es el de un plataformas de corte clásico aderezado con acción gracias a la espada, aunque la principal diferencia con juegos similares es el uso del jetpack. Con él podemos alcanzar lugares a los que no tenemos acceso saltando, pero también se utiliza de forma bastante ingeniosa para superar algunos puzzles y como arma ofensiva. Climax, además, construye los diferentes escenarios teniendo muy presente este gadget, con lo cual se convierte de forma casi imperceptible en la estrella de la función.
Entre plataforma y plataforma se alternan también pequeñas fases de vuelo libre con las que se añade cierta variedad al desarrollo. En ellas el juego pasa a ser una especie de matamarcianos descafeinado (por eso de que no nos atacan oleadas con cientos de enemigos) pero muy efectivo. Sumadle a todo ello un excelente control que responde a las mil maravillas, un par de nuevos movimientos y el resultado es un plataformas de vieja escuela que encandilará a los amantes de este tipo de juego. De hecho, y sin hacer prácticamente ruido, el juego de Konami se convierte gracias a su gran calidad en una de las opciones más recomendables actualmente dentro del género.
Lástima que el gran problema de Rocket Knight sea su extrema brevedad. No es que los juegos descargables destaquen precisamente por su longevidad, pero en esta ocasión podemos terminarlo de una sentada en un par de horitas. La principal causante de ello es una dificultad con altibajos: hay ciertas secciones en las que aumenta exponencialmente, pero en líneas generales es un juego muchísimo más fácil que el original. Esto queda patente especialmente en los enfrentamientos con los jefes finales, extremadamente asequibles para cualquiera que tenga un mínimo de experiencia previa. Los cuatro mundos ofrecen el mínimo exigible de variedad, pero duran un suspiro y no son nada rejugables, contribuyendo a dar esa sensación de que algo no termina de estar bien calibrado.
A nivel audiovisual el trabajo es notable, porque respeta el material original pero le otorga un más que necesario lavado de cara. Los sprites dejan paso a los modelos y escenarios en tres dimensiones, aunque se mantiene la perspectiva de scroller lateral (lo que popularmente ya se conoce como 2.5D), y el atractivo look tipo cartoon ayuda a que olvidemos que no estamos ante un título triple A. El apartado sonoro no destaca por nada en particular, aunque no podréis evitar esbozar una sonrisa al escuchar el tema principal del Rocket Knight Adventures de Megadrive durante la primera fase de este remake de nueva generación.
Rocket Knight es ideal para nostálgicos, pero el resto de usuarios encontrarán en su cortísima duración y alto precio (1.200 MS Points / 12.99€) un impedimento importante para optar por su compra. Climax ha hecho un magnífico trabajo recuperando un título clásico de la era de los 16 bits y manteniendo pura su esencia, aunque ignorar los gustos del jugador actual, acostumbrado a títulos que duran más de dos horas, puede haber sido un error fatal que evite su viabilidad comercial.