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Sanitarium

El guión como sustento.

El inicio de Sanitarium sigue al pie de la letra una de las reglas de oro no escritas de la aventura gráfica y resulta aparatoso y dramático. Max Laughton, protagonista del juego, es un científico que, tras años de sesudos estudios e investigaciones, acaba de resolver un importante enigma. De regreso a casa, eufórico a causa de dicho descubrimiento, pierde el control del vehículo que conduce y acaba despeñándose por un barranco. Cuando recupera el conocimiento se encuentra en un hospital psiquiátrico, con el rostro completamente vendado y rodeado de dementes. Por desgracia ha perdido la memoria y desconoce cualquier detalle acerca de su persona. Deberás, por tanto, ayudarle a recuperar su identidad y averiguar de paso en qué consiste el misterioso enigma que había desentrañado.

Tus pesquisas tendrán lugar a lo largo y ancho de nueve capítulos que recorrerás en tercera persona, bajo una perspectiva isométrica en 2D y a golpe de point and click. Pese a las carencias del control y la necesidad de guiar al protagonista usando el puntero a modo de zanahoria, el desplazamiento por los escenarios resulta aceptablemente fluido. Aquí desempeña un papel crucial la exploración de interiores, bien resuelta dada la perspectiva que maneja el juego: cuando entras en una estancia no hay carga de escenario, sino que éste se mantiene y desaparece el techo o el muro para que, de esta forma, puedas visualizar el interior sin solución de continuidad.

El juego se sirve se su tópica premisa argumental -la amnesia del protagonista- para alternar realidad y fantasía, componiendo un itinerario alucinante a través de la psique de Max. En un planteamiento que recuerda al del fabuloso Psychonauts, podrás recuperar su pasado, revivir sus recuerdos, recorrer los torturados rincones de su cerebro y, en definitiva, viajar a lugares inconcebibles en los que todo es posible y el único límite lo pone una mente enferma.

La naturaleza psicológica, casi onírica del juego, propicia una estructura construida a base de flashbacks, en la que se suceden capítulos que son independientes entre sí y que tienen lugar en las más variopintas localizaciones. Esta circunstancia no sólo aporta atmósfera y proporciona riqueza narrativa y escénica, sino que además condiciona el diseño de los puzles: cada acertijo nace y muere en un escenario. Sanitarium se permite así el lujo de implementar un inventario minúsculo y de simplificar -en el mejor sentido de la palabra- su gestión y la combinación de ítems. Con objeto de evitar que este minimalismo desemboque en una aventura coja y vaya en detrimento del ejercicio intelectual del jugador, el título propone a modo de complemento una serie de mini juegos en primera persona -pipe mania incluido- basados en la manipulación de mecanismos de diferente naturaleza. DreamForge comete aquí la torpeza de ir un poco más allá con algún que otro desafortunado momento de acción que, aunque puntual, contrasta para mal con la calidad del título y se aleja de la tónica general.

Sanitarium dio, a finales de los noventa, con la piedra filosofal de un género ya en caída libre por aquel entonces: un guión antológico de cuya complejidad se sirve para desplegar, por paradójico que parezca, una jugabilidad elemental y que sabe mantener en casi todo momento la equidistancia entre el puzle retorcido y el evidente.

Pese a que no siempre consigue evitar con éxito el metagaming, lo reduce, desde luego, a su mínima expresión: una pizca de pixel hunting por aquí y alguna que otra combinación alocada de objetos por allá. El hecho de jugar a que juegas un juego, dirigiéndote como un jugador experimentado en lugar de hacerlo tal y como lo haría el protagonista del título, es algo habitual entre el usuario de perfil hardcore y no se trata de un fenómeno exclusivo del género aventurero, sino que también está presente en mayor o menor medida en otros, aunque ciertamente la propensión de la aventura gráfica a caer en él es considerable.

La posibilidad actual de adquirir en el mercado digital joyas ya descatalogadas, unida a la mencionada traducción, convierte a Sanitarium en un título de compra obligada y ofrece la oportunidad, aunque tardía, de reivindicar el lugar que le corresponde dentro del género. De otorgarle, en definitiva, el reconocimiento que no recibió en su día, al menos en nuestro país, y que, sin duda, merece este magnífico juego.

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