Se ha perdido la magia
El coleccionismo ilimitado.
Las rebajas de Steam, como decía aquel anuncio de turrón, volvieron a casa por Navidad. Una vez más, millones de usuarios de esta famosa plataforma de distribución digital nos hemos visto expuestos a una orgía de consumismo con la única limitación de nuestros bolsillos, y lo poco que quedase de nuestras conciencias tras rebajas anteriores.
Montañas de videojuegos se acumulan ahora en nuestras estanterías digitales de igual forma que no hace tanto tiempo los juegos en formato físico servían de receptores de grandes cantidades de polvo.
Hemos avanzado en ahorro de espacio, pero la mentalidad de muchos de nosotros permanece inalterada. ¿A qué se debe ese impulso que nos hace desear hacernos con todo juego que se nos pone a tiro? ¿Realmente hay intención de jugar y/o pasarnos todos esos juegos? ¿Afán de coleccionismo? ¿Síndrome de Diógenes de la era digital? Nada de eso. O mejor dicho, un poco de todo. Es una mezcla de varios factores.
¿A qué se debe ese impulso que nos hace desear hacernos con todo juego que se nos pone a tiro? ¿Realmente hay intención de jugar y/o pasarnos todos esos juegos? ¿Afán de coleccionismo? ¿Síndrome de Diógenes de la era digital?
Hace algunos años, antes incluso de la era PlayStation, cuando Sega aún hacía consolas de videojuegos; tener una colección de más de 2 ó 3 juegos era todo un logro para muchos de nosotros. Para conseguir sólo uno había que gastar regalos de cumpleaños por adelantado, mendigar aguinaldos navideños, comprometer pagas de varias semanas, o incluso utilizar técnicas avanzadas de negociación con nuestros padres.
Ahora que ya somos personas adultas -al menos eso dice el carnet de identidad- y disponemos de cierta libertad para decidir en qué gastar el presupuesto, nos encontramos inmersos en una época en la que las distribuidoras han evolucionado en sus métodos del mismo modo que ha avanzado la tecnología.
Juegos de importación a mitad de precio que en una tienda física, plataformas de distribución digital, tiendas de aplicaciones... Todo esta pensado para hacernos la vida más fácil a la hora de adquirir nuestra dosis de ocio digital. Basta con hacer click.
Si juntamos el hambre con las ganas de comer, tenemos un cóctel explosivo. Y así suele suceder. Tenemos un mercado diversificado hasta el extremo, que pone todo tipo de facilidades para que no salgamos de esa espiral de consumismo. Y nosotros, a la vez, nos lanzamos como aves rapaces sobre cualquier presa a precio relativamente razonable. O no tan razonable, que últimamente, con el tema de los DLCs nos tragamos cualquier cosa.
Es cierto: las novedades y lanzamientos suelen salir al mercado a precio de riñón. Pero para el que sabe buscar, o practicar el noble arte de la paciencia, no es complicado conseguir precios que difícilmente se nos pasarían por la cabeza. Por poner un ejemplo reciente, Skyrim o Batman Arkham City han estado rebajados en Steam estas navidades; y son juegos con apenas un par de meses de vida.
La clave del asunto está en que antes los juegos eran un lujo, algo con lo que presumir ante amigos, compañeros y similares. Ahora se han convertido casi en productos de primera necesidad, en algo tan cotidiano como las películas, los libros o la música. Tal vez sean reflexiones de abuelo cebolleta pero, desde luego, la ilusión con la que devoramos las novedades en videojuegos es distinta a la de hace sólo algunos años.
Muchas facilidades y precios relativamente razonables. Pura gasolina. Y la mecha somos nosotros. Nos abalanzamos sobre descuentos, rebajas y gangas como esas señoras que hacen cola para salir en televisión el primer día de las rebajas de los grandes almacenes. Ahora nos da lo mismo acumular juegos aunque sepamos que no existe tiempo material, ni en esta vida ni en la siguiente, para jugarlos todos. Definitivamente, se ha perdido la magia.