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Serious Sam 3: BFE

Museo del Shooter Natural.

Serious Sam 3: BFE es ese tipo enamorado de las hombreras, la música grunge, Arnold Schwarzenegger y la Cherry Coke. El primo croata de Duke Nukem pertenece a una raza de machotes en peligro de extinción, de esos que desayunaban esteroides junto a un sol y sombra, y ocultaban el olor a sudor con Varón Dandy, condenados al olvido por todas esas desarrolladoras que actualmente gustan de crear pegatiros metrosexuales donde el protagonista debe cuidarse de no disparar sobre su propio pie. Porque sí, aunque no lo creáis, hubo un tiempo donde en los shooters no existía la regeneración de salud ni un sistema basado en coberturas. Esa época en la que la habilidad del jugador adquirida mediante la repetición era parte intrínseca de la experiencia jugable. Un rotundo éxito de mecánicas donde lo único que importa es acribillar a la animalada de alienígenas cabreados que el Serious Engine 3.5 es capaz de poner en pantalla

Este éxito gira en torno a saber y comprender qué tipo de arma resulta más efectiva contra según qué tipo de bichejo, así como una sabia elección de cuáles son los objetivos primarios. Éstos son los típicos dentro de la franquicia: desde los clásicos cíclopes, hasta aquellos hombrecillos sin cabeza con balas de cañón en las manos, pasando por una serie de arpías que pueden arrancarte la cabeza de un mordisco si te detienes un segundo a mirar sus tetas desnudas. Cuando nos topamos con un grupo, por numeroso que sea, la tarea de eliminarlos es bien sencilla, el problema viene cuando comenzamos a atisbar la aparición de distintos tipos de ellos, lo que hace esencial cambiar de estrategia constantemente para no convertirse en una diana con patas.

En este sentido, Serious Sam 3 es simple y llanamente perfecto: en todo momento sientes en tus dedos el control de la situación, pero también debes poner mucho de tu parte, porque puede resultar exigente hasta el nivel de que tus neuronas pidan tiempo muerto. Pero ojo, porque es difícil, pero no injusto: si mueres, y morirás, aun con la frustración que ello puede suponer, sabrás ver que acabas de cometer un error que no debe volver a repetirse.

En niveles de dificultad elevados, el trabajo de estos croatas puede convertirse en una travesía no apta para seres con agravante de precocidad; una experiencia cruel y despiadada, pero la recompensa que otorga a nivel personal, esa sensación de superación que cada vez más difícil se hace encontrar en un videojuego, es total. Al comienzo del juego podemos ver una buena prueba de esto, y de como Croteam se ríe en la cara de todos aquellos juegos que nos atiborran a tutoriales absurdos con una indispensable guía de estrategia comprendida en tres pasos. A saber: 1. Mantén pulsado el gatillo en todo momento. 2. No dejes de moverte. 3. Repetir. Y es que, al igual que en las otras dos entregas anteriores, los escenarios son terriblemente enormes y no existe resquicio alguno donde esconderse, y aunque generalmente los enemigos se lanzan en oleadas que puedes controlar desde la distancia, los hay que son unos cabrones de cuidado y siempre aparecen por donde menos te lo esperas.

En el texto dedicado a Hard Reset, concluía diciendo que el título de Flying Wild Hog era el mirlo blanco de los shooters actuales. Y vaya si lo mantengo. Pero lo que ofrece Serious Sam 3: BFE va un pasito más allá, ya que aun jugando las mismas cartas, el trabajo de Croteam no se toma en serio en ningún momento y hace de lo absurdo un elemento diferenciador. Puede que en comparación con sus dos hermanos mayores suponga un pequeño tropiezo para la franquicia, pero sigue siendo un mata-mata con esencia de la vieja escuela llevada al extremo de manera tan sobresaliente que jamás podrá pasar de moda. Está como una puta cabra, es asquerosamente divertido y, lo más importante, después de estos años sigue sabiendo cómo satisfacerme por completo.

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