Análisis de Shin-chan: Nevado en Carbónpolis - Un respiro dulce y relajado en medio del mar de lanzamientos
Perrito blanco.
No creo que mi especial cariño hacia la franquicia Shin-chan sea sorpresa para absolutamente nadie; afortunadamente, es un gusto compartido por una buena parte de España, quizás el único país en el que el niño travieso de Yoshito Utsui es casi, casi tan popular como en Japón. Por eso celebro que, una vez más, la última entrega videojueguil de la serie no haya querido saltarse su lanzamiento en castellano, y ya tengamos disponible el nuevo Shin-chan: Nevado en Carbónpolis. El juego elabora el concepto del anterior Shin-chan: Mi verano con el profesor que se lanzó allá por 2022. Un juego relajado, con dinámicas de simulador social, recolección, pesca y más que refina su bucle jugable y sube un puntito sus visuales para crear una experiencia muy dulce y placentera, especialmente para quienes ya tengan cariño por este universo de base.
En esta ocasión, la premisa viene de la mano de un viaje que la familia Nohara hace durante el verano, a la casa campestre de los abuelos de Shin-chan, en la región de Akita. El escenario principal del juego es un pequeño pueblo con sus arroyos y zonas montañosas, campos de arroz, y algún que otro pequeño establecimiento de ocio en el que sus vecinos pasan el tiempo. A pesar de que el mapa es amplio y tiene varios puntos de interés en cada zona, se recorre relativamente rápido, así que no hay problema en terminar todas nuestras tareas cada día, bien sean pescar, acabar misiones secundarias o recados para los vecinos, cultivar nuestros vegetales o cazar los bichos que sean. En ese sentido, las actividades son esencialmente las mismas que en la entrega directamente anterior y no se salen mucho de las habituales de este tipo de juegos relajados de exploración.
Quizás el aspecto más novedoso de este juego es, precisamente, su premisa. Nevado en Carbónpolis está planteado desde el mismo inicio como un juego que tiene la estructura de una de las películas de la franquicia Shin-chan. Al principio de la historia, Nevado, el perro de color blanco de Shin-chan, le lleva a descubrir la ciudad de Carbónpolis, una misteriosa ciudad minera que parece ubicarse en una realidad diferente y en la que reside Yuri, una inventora de cachivaches extraños que está tratando, poco a poco, de ayudar a los negocios locales de los vecinos con sus inventos. Pronto descubriremos que una amenaza se cierne sobre la ciudad, y Shin-chan se pondrá manos a la obra para intentar evitarlo.
Pero durante la inmensa mayoría del tiempo, el escenario de Carbónpolis servirá como extensión del mapa principal. Es decir: se mantendrá la dinámica de ayudar a los vecinos, recolectar objetos y resolver misiones secundarias. La mecánica de caza y pesca del pueblo no está presente en esta zona, y en lugar de eso seremos responsables de ayudar a Yuri con las piezas que necesita para sus inventos y a la dueña del mesón local, que no está pasando un buen momento, a atraer nuevos clientes creando nuevos platos. En general, muchas de las actividades de Carbónpolis nos requerirán objetos que, en parte, tendremos que obtener en el pueblo, como los ingredientes para los platos; así que el gameplay será una constante ida y venida entre un lado y otro, explotando los items que podemos conseguir en cada parte para resolver las distintas situaciones que se nos van presentando.
A pesar de que las mecánicas, en general, son sencillas, y de que sí que hay un par de situaciones concretas de recolección para resolver misiones principales que pueden hacerse un pelín pesadas, el juego se esfuerza, en general, en no hacer la experiencia demasiado aparatosa. Por ejemplo, en muchas situaciones tendremos que fabricar un objeto o un plato para después llevárselo a la persona que nos lo ha pedido; pero en lugar de obligarnos a darnos el paseo hasta allí, al obtener el item se nos lanza automáticamente a una pequeña cinemática en la que nos transportamos a la ubicación del NPC en cuestión. Casi todas las animaciones repetitivas, como la de cocinar o la de coger el tren a Carbónpolis, se pueden saltar sin problemas, y los minijuegos suelen tener opciones flexibles de dificultad para que podamos superarlos tranquilamente.
Aunque el juegopone bastante pensamiento, como digo, en que la experiencia sea bastante ligera, sí se toma en serio sus transiciones. Tiene un transcurso del tiempo in-game que podemos modificar para que vaya lento, rápido o normal, y que esencialmente funciona como limitador a las acciones de cada día. Shin-chan se levanta, desayuna con su familia, y se dedica a explorar por ahí hasta que atardece, cuando uno de sus familiares le va a buscar para llevarle de vuelta a casa para la cena. Después, hay un pequeño lapso de tiempo en el que podemos movernos por los alrededores de la casa durante la noche, y tarde o temprano a Shin-chan le entrará sueño y volverá a la cama. Cuando tanto él como su hermana Himawari caigan rendidos, siempre habrá una pequeña escena con uno de sus padres en los que, con mucha dulzura, les miran dormir y reflexionan sobre lo que ha ido sucediendo esas vacaciones. No son momentos imprescindibles ni vertiginosos, pero la sensación de rutina y los pequeños momentos cálidos entre los personajes le dan al juego un sabor muy especial.
Además de haber mejorado, en general, respecto a la entrega anterior en el bucle jugable y la calidad de vida, otro aspecto notable que ha dado un subidón es el estético. No es que el estilo artístico sea muy diferente al de Mi verano con el profesor, pero esta entrega se enfoca un poquito más en la parte cartoon de los escenarios, haciendo menos uso de modelados 3D y con más hincapié en los segmentos 2D. Los paisajes son más variados, en general, y el diseño, por ejemplo, de la ciudad de Carbónpolis es absolutamente ambicioso tanto en su concepción como en el uso del color. Es, simple y llanamente, uno de los juegos más bonitos que he visto nunca.
Para los usuarios hispanohablantes, no obstante, la mejora más importante está en otro frente. Y es que la aberrante localización al castellano de la entrega anterior no repite en esta ocasión. A pesar de que Shin-chan: Nevado en Carbónpolis no tiene una traducción tan estelar como, por ejemplo, la de la serie de animación original, y tropieza inevitablemente en algunos juegos de palabras, el título está traducido con mucho mimo, replicando las expresiones míticas del personaje, jugando con el lenguaje para sus característicos chistes y replicando modismos y elementos del habla coloquial para las conversaciones entre los familiares. Exactamente el trabajo que necesitaba un juego cuyo carisma, cuyo atractivo, cuya dulzura reside en la simpleza y la inocencia de ser, simplemente, un niño bienintencionado en vacaciones.