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Sleeping Dogs

Una patada no engaña a nadie.

Por encima de todos estos mecanismos destaca sobremanera uno: los combates cuerpo a cuerpo, algo que debía ser mandatorio en un juego localizado en Hong Kong, la ciudad del Kung-Fu. A la hora de diseñar los combates, United Front Games tenía muy claro lo que queríamos los fans de las artes marciales, y es la exhibición, la vistosidad de una buena patada sobre la cara de un pobre idiota que se cruza en nuestro camino y el melodioso sonido de una tibia bien fracturada. Todo ello controlado de la manera  más sencilla posible y proporcionando la adicción psicópata por estampar nuestro puño en cualquier nariz ajena.

Pero un miembro de las triadas como Wei Shen, de quién os hablaré enseguida, no puede sobrevivir sólo con la fuerza de sus extremidades. El uso de armas de fuego es también de primero de carrera para todo matón de la mafia, así que el intercambio de metal a alta velocidad será una práctica habitual en Sleeping Dogs. Aquí se puede ver un claro ejemplo de una mecánica heredada pero no pulida, algo que veremos durante todo el juego, pero que no resta un ápice de jarana a las misiones que tendremos que cumplir. Y lo mismo debo decir de las persecuciones y tiroteos en marcha, los cuales resultan ser un poco caóticos pero totalmente disfrutables y espectaculares.

Todo sandbox que pretenda ser recordado con orgullo debe tener dos pilares centrales muy sólidos. El primero es la historia que ovilla el conjunto del juego en una bola lo más perfecta posible, aportando homogeneidad e interés, y así evitar hacer lo clásico con un sandbox; subirnos a una moto y estamparnos contra un quitamiedos a 150 km/h para echarnos unas risas. Por fortuna, Wei Shen es el Hércules que sujeta todas las cadenas de uniformidad de Sleeping Dogs. Pocas veces podemos estar ante un protagonista tan carismático que se convierta en uno de los activos más valiosos del mismo, y más en un avatar nuestro que en un modelo predefinido. Shen es una dicotomía andante, algo propio de un policía infiltrado en las triadas que debe convivir día a día con matones y hacer todo lo que sea necesario para no desvelar su condición de madero. Esta situación laboral plantea la estructura troncal del juego: a lo largo de este se nos plantearán misiones desde la banda que nos ha acogido en su seno, los Sun On Yee. En ellas, y bajo la máscara de peligroso matón, conoceremos el Hong Kong más peligroso, el de las amenazas veladas y las directas que llevan, inevitablemente, a la muerte de nuestros enemigos. Opuestamente, tendremos diversos casos policíacos que requerirán de nuestra posición dentro de los Sun On Yee para poder avanzar y llevar a la trena a algún desalmado. Estas misiones son mucho más taimadas y sigilosas que las propuestas por la mafia, y por ende, algo más aburridas, a no ser que uno sea más partidario de la investigación que del gatillo fácil y la patada voladora.

Estas dos clases de misiones son el otro pilar que sustenta a Sleeping Dogs, y que juegan en conjunción con Wei Shen, que se encontrará constantemente en el terreno de la duda sobre cual es el mejor bando posible donde caerse muerto. Esto no significa que Sleeping Dogs tenga un sistema de moral a lo Fable, al contrario, es posible conseguir el máximo nivel en el gremio policial y el criminal, así que tranquilizaos, amigos completistas, porque aquí no tendréis que preocuparos por las elecciones.

En realidad, es la propia trama de Sleeping Dogs la que elige por nosotros qué camino tomará Wei Shen en sus elecciones; algo que quizá algunos no vean con buenos ojos pero que, una vez terminada la intriga principal, se ve como algo necesario para cerrar el círculo que nos permita seguir jugando para completar misiones secundarias y hacer el cabra sobre la moto. Sobre estas misiones secundarias sólo diré que su variedad es lo suficientemente grande como para mantenernos horas paseando por las calles de Hong Kong olvidándonos del estrés habitual de un policía infiltrado. Por supuesto, tendremos las clásicas colecciones de objetos, en este caso maletines, cámaras de seguridad y santuarios, esparcidos por todo el mapa, pero, al contrario que las dichosas palomas de GTA IV, Sleeping Dogs nos proporcionará ciertas ventajas completando previamente misiones extras, que ayudarán enormemente a recoger cada uno de estos clásicos objetos misteriosamente esparcidos, evitando así el tedio de la búsqueda a ciegas o el recurrir a una guía externa.

Creo que he agotado todos los argumentos que tenía a favor de Sleeping Dogs. ¿Los argumentos en contra? Sería un embaucador si dijera que el juego no tiene defectos. Los tiene y son muy visibles, tanto a nivel gráfico como de IA. Es imposible no verlos. Pero se consiguen obviar fácilmente. Puede sonar a que estoy haciendo "trampa" con este análisis tan condescendiente, pero la amabilidad hacia un juego la gana el propio título con méritos propios, dando más de lo que recibe y yendo por los caminos apropiados para desenvolverse.

Sleeping Dogs tiene carencias, algunas a día de hoy totalmente insalvables y otras que se podían haber evitado pero que son compensadas con la ambientación, la emoción y la diversión que esputa a cada nueva misión que iniciamos controlando a uno de los personajes más sobresalientes que he visto últimamente en un videojuego. Todo esto mezclado en una justa medida para parir un producto jugoso y delicioso.

Como las croquetas caseras de mamá.

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