Slender: The Arrival
De repente, un extraño.
Cuando era pequeño, mis padres solían llevarme a una feria ambulante plagada de atracciones destartaladas y casetas de juegos amañados. Sorprendentemente, lo que más interés parecía levantar, aun con el paso de los años y mi vuelta ya como adolescente, era el tren de la bruja: ese proceso innecesario por el que todo niño suele pasar, que consiste en sentarse durante algunos minutos junto a un completo desconocido en una diminuta vagoneta mientras ésta se adentra en un lugar oscuro. En esencia, este trayecto hacia los confines de la psique humana se compone de un buen puñado de telas de araña a baja altura que te golpean en la cara aún siendo un retaco, muchas luces centelleantes, monigotes con aspecto de esqueleto y algún que otro tipo dando zamarrazos y vociferando con una careta muy barata de hombre-lobo por montera. Aterrador, ¿verdad? No, yo tampoco he entendido nunca a tantos niños sobresaltados ni la cara de póquer de sus padres al tocar tierra.
Antes de que nos volviéramos un poco más idiotas con los 'harlem shake' y 'ola k ase' de turno, el mito de Slender Man también debe su origen al músculo de internet, concretamente a los foros de Something Awful, hospicio en el que un grupo de usuarios participaban en un concurso de retoque fotográfico con motivos paranormales bajo el lema 'Internet te vuelve estúpido'. Y ya saben como funciona esto: alguien tiene una buena idea - Victor Surge, en este caso -, la presenta, gusta, y el ejército viral hace el resto. Así, tiempo después, la webserie Marble Hornets - creada por Joseph DeLage, Troy Wagner y Tim Sutton - sería la encargada de desarrollar y terminar de poner en boga todo el folklore generado alrededor a este esbelto hombre del saco de la era digital con pinta de promotor de Jazztel.
De leyenda urbana nacida de los vestigios de la red a azote de youtubers, el sueño húmedo de todo Santiago Vázquez, una enorme bola de nieve de lo paranormal convertida en producto transmedia que, en junio de 2012 y de la mano de Mark J. Hadley (Parsec Productions), vería su primera adaptación a lo interactivo con Slender: The Eight Pages, un juego gratuito desarrollado en Unity, el que de un modo similar a las creaciones de Frictional Games (Penumbra, PC, 2007, 2008 / Amnesia: The Dark Descent, PC, 2010), supone un maravilloso recordatorio de que el terror clásico todavía tiene su hueco en esto de los videojuegos. Absolutamente dependiente de una atmósfera opresiva ligada de manera irremediable a un magistral trato de sonido, Slender: The Eight Pages abraza la simpleza escénica de lo cotidiano vista en The Blair Witch Project para colocarnos en los zapatos de un personaje perdido en el bosque que debe encontrar ocho páginas mientras procura esquivar las aleatorias apariciones del propio Slender, pues una exposición prolongada supone la muerte.
Como ya ocurriera en The Eight Pages, la experiencia con The Arrival es más la de un observador que la de un participante activo. Las herramientas que maneja Hadley son las mismas, aunque su capacidad para inducir pánico al jugador quizá se vea algo mermada tras la pérdida del efecto sorpresa de la obra original. No obstante, el miedo hacia lo desconocido, esa sensación de aislamiento y desesperanza que insinúa una total vulnerabilidad ante tu implacable perseguidor todavía consigue mantener con vida a un producto que se sostiene por obra y gracia de unos elementos perfectamente orquestados.
Slender: The Arrival cuenta con un mayor presupuesto y mano de obra que The Eight Pages, y el hacer que pase de mero experimento a producto comercial se convierte también en su principal tara, ya que, aunque mejore en todo a lo ofrecido en la edición gratuita, la base sigue siendo la misma y estirarla demasiado hace más sencillo pillarle el truco. Sin embargo, si algo demuestran los muchachos de Blue Isle es una asombrosa capacidad para reciclarse, que son unos cabrones de mucho cuidado y además saben como sugestionar al jugador a su antojo, inculcando a éste un estado de paranoia en el que cualquier objeto del escenario, incluso sus propios pasos, resultan amenazantes.
Y aunque The Arrival tropieza una y otra vez al intentar proporcionar una experiencia de juego sólida y pulida, siempre alcanza su propósito, que no es otro que el de asustar; hacerlo mucho y bien mientras sigamos a rajatabla el ritual de noche cerrada, luces apagadas y auriculares a volumen revienta-tímpanos, aún sin la necesidad de desarrollar la historia que se atisba durante un más que prometedor prólogo.
Una experiencia retroactiva, bastante similar a la de compartir vagoneta con un desconocido en las entrañas del tren de la bruja cuando todavía eres niño y fácilmente impresionable, ya que de hacerlo con unos añitos más, dicho trayecto seguramente se habría aprovechado para hacer manitas con tu novio/a adolescente y la respuesta al recibir un golpe de alguien que quizá se esté pagando la universidad sería muy distinta. Sea como fuere, dado su atractivo, es muy probable que el fenómeno del hombre alto no acabe aquí y pronto recibamos nuevas iteraciones que consigan desentrañar el motivo de sus apariciones. Un misterio nada huérfano de investigadores sólo comparable a lo hipnótico que resulta el progresivo aumento de talla mamaria que ha venido experimentando Carmen Porter con el paso de los años y su éxito en televisión.