Skip to main content

Sonic Unleashed

Vuélvanlo a atar.

La relación entre Sonic y su alter-ego nocturno no es tanto complementaria como contradictoria: allí donde Sonic es rápido, alegre y ligero, el Werehog no es fuerte, serio y poderoso, sino más bien lento, pesado y algo torpe. Esto se debe principalmente a dos motivos: el primero es la imprecisión en el control y el segundo la mala integración de nuestro avatar en su entorno. Por culpa de aquélla sufriremos caídas inexplicables y veremos cómo enemigos que debieran sufrir con nuestros zarpazos se pasean impunes por el escenario; y lo evidente de la segunda es muy llamativo, asumida hasta el punto de que muchas plataformas tengan marcas visuales en su centro geométrico para compensar la falta de sensación de profundidad.

El atrezzo destructible reaccionará ante nuestros ataques según los dictados del hoy indispensable y omnipresente motor Havok, pero el Werehog no interactúa adecuadamente en los saltos y sus capacidades exploratorias están severamente mermadas puesto que, por ejemplo, sólo puede trepar o agarrarse a los salientes propuestos para ello. Esta cualidad por sí sola resulta algo frustrante porque nunca tenemos la sensación de poder desplazarnos a voluntad por los escenarios.

Si todo el rato fuese así el juego ganaría puntos.

Sin duda, como viene siendo también dolorosamente habitual en los juegos multiplataforma, las versiones de Ps3 y Xbox360 están gravemente lastradas, pudiendo haber dado mucho más de sí: los entornos muestran un esmero desigual dependiendo del nivel concreto y aunque, por ejemplo, el universo de Sonic Unleashed es cromáticamente muy vistoso, el acabado general es bastante discreto. La música, por otra parte, es de lo mejor del juego, y el diseño sonoro apela a la tradición altamente viciante de los juegos arcade de toda la vida: resulta más placentero y estimulante coleccionar anillos y medallones por lo que suena al recogerlos que por las ventajas jugables que nos depara la tarea.

Sonic Unleashed no es un mal juego, pero sí es la suma de un buen producto incompleto (o excesivamente breve) y de un desarrollo bien intencionado pero poco equilibrado que, por algún motivo, ha acabado otorgando al eslabón más débil mucho más peso del que cabalmente debería esperarse. No se trata de una cuestión de purismo, sino de mero disfrute: el Werehog no es una mala idea por sí mismo, pero se ha convertido en un lastre porque ha terminado por funcionar como un peaje para poder disfrutar de lo mejor que el juego puede ofrecer. La solución es simple: si éste es -como dice el título- el Sonic desatado, vuélvasele a atar o enséñesele a comportarse cuando va suelto. Es capaz de cosas mejores.

Sonic Unleashed no es un mal juego, pero sí es la suma de un buen producto incompleto (o excesivamente breve) y de un desarrollo bien intencionado pero poco equilibrado que, por algún motivo, ha acabado otorgando al eslabón más débil mucho más peso del que cabalmente debería esperarse. No se trata de una cuestión de purismo, sino de mero disfrute: el Werehog no es una mala idea por sí mismo, pero se ha convertido en un lastre porque ha terminado por funcionar como un peaje para poder disfrutar de lo mejor que el juego puede ofrecer. La solución es simple: si éste es -como dice el título- el Sonic desatado, vuélvasele a atar o enséñesele a comportarse cuando va suelto. Es capaz de cosas mejores.
5 / 10

También te puede interesar