Spore
Rompiendo moldes. ¿O no?
Pero Spore no sólo se centra en el aspecto de las criaturas, sino también en su comportamiento. ¡Para algo tenemos un cerebro cada vez más y más grande! ¿Bailar y cantar? o ¿morder y envenenar? Del usuario depende decidir cómo comportarse con sus vecinos planetarios, pero haga lo que haga, sus acciones siempre tendrán sus consecuencias. Así pues, gracias una línea temporal que recoge la evolución de nuestras especies podemos comprobar a través de un gráfico las diferentes generaciones de millones de años.
De esta forma, se pueden ver con detalle cuestiones como el comportamiento de la criatura (social, adaptable o salvaje) y corroborar cómo el paso del tiempo y el contacto con otras criaturas y entornos favorece las revoluciones biológicas y de conducta. Destaca también ese humor optimista e inocente que siempre ha caracterizado a las producciones del estudio californiano. Desde la música, compuesta, por cierto, por el compositor Brian Eno o los sonidos que emiten nuestras criaturas, hasta la secuencias animadas con el propio motor del juego. Contribuyen a generar ese ambiente capaz de propiciar la curiosidad y la experimentación. Spore es ese tipo de juego a los que mucha gente juega -sin apenas darse cuenta- sacando un cachito de lengua que asoma entre los labios cerrados.
Y si hasta el momento Spore ha tenido un estilo bastante “casual” y sencillo -algo por lo que muchos usuarios se han quejado desde su salida al mercado- es en la tercera fase donde se da un paso adelante para equilibrar la complejidad con la profundidad. La formación de tribus es el siguiente objetivo, y por primera vez entran en juego los instrumentos, la creación de accesorios y hasta la construcción de chozas y cabañas. Si tuviera que emparentarse este nivel con un género en concreto sería con el de los juegos de estrategia en tiempo real. Es el nacimiento de las crueles guerras, pero también de las grandes alianzas.
El siguiente paso corresponde a la Civilización y supone una nueva vuelta de tuerca al uso del editor. En esta ocasión, además de centrarnos en las criaturas, también es necesario diseñar los edificios de nuestra urbe y los vehículos (ya sean de tierra, mar o aire) con los que desplazarnos por el planeta. No dejan de sorprender las posibilidades y la flexibilidad del editor a la hora de crear las más extravagantes naves, siempre en unos pocos minutos y sin necesidad de tener buena mano para el diseño. El objetivo del cuarto estadio es conquistar el continente o, si somos lo suficientemente buenos, hasta el planeta entero. Para conseguirlo, Spore sigue tomando ejemplo de otros juegos existentes, y como no podía ser de otra manera, aquí el claro referente es Civilization. El usuario logrará su objetivo con el uso de armas o gracias a la diplomacia, pero siempre para llegar a un mismo destino: la conquista del espacio.
Si por algo destacan los juegos surgidos de la mente de Will Wright es por tener siempre detrás de sus planteamientos todo tipo de referencias a corrientes filosóficas, disciplinas científicas, o -¿por qué no?- relatos de ciencia-ficción. Todos estos elementos teóricos se encuentran absolutamente diseminados por el quinto y último ciclo jugable de Spore: la fase del espacio. Conquistar planetas enteros, explorar la galaxia, descubrir nuevas especies, comerciar con cosechas, moldear planetas, abducir en plan extraterrestre sesentero... El grado de complejidad alcanza su punto álgido y la posibilidad de contactar directamente con el resto de jugadores expande todavía más los límites del juego.
De hecho, en todo momento podemos consultar la práctica Sporepedia, una especie de gran enciclopedia virtual que recoge las creaciones de todos los usuarios registrados y que es capaz de ordenar sus resultados según nuestras preferencias. Al fin y al cabo, Spore es un juego basado en crear cosas, compartir cosas y jugar con esas cosas, y por ello la posibilidad de coger cualquier creación y llevárnosla a nuestro terreno siempre es bien recibida. Tal vez tenemos un día vago y preferimos que otros se encarguen de diseñar nuestra ciudad… aunque de esta manera nos perderemos gran parte de la esencia del juego.
Es difícil determinar a qué tipo de público va dirigido Spore y a quién puede gustar su original propuesta. A la hora de recomendarlo, más que hablar de franjas de edad o intereses concretos, deberíamos referirnos a actitudes. ¿Eres una persona curiosa? ¿Te gusta experimentar con todo aquello que tienes a tú alrededor? ¿Te gustan los retos nuevos? Entonces Spore es tu juego.
De lo que no cabe ninguna duda es de que después de años de espera Spore no ha llegado para ser olvidado en pocos meses, sino todo lo contrario. Muy probablemente en los próximos tiempos asistamos al debate sobre si realmente estamos ante una auténtica revolución o ante una recopilación de ideas ajenas que nos han sabido vender muy bien. En cualquier caso, tal como decíamos al comienzo del análisis, el último producto de Maxis es una caja con una galaxia en su interior. ¿Qué otro juego se ha planteado un reto tan ambicioso y encima ha conseguido llevarlo a cabo?