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StarCraft II

El regreso de un mito.

Doce años han pasado desde que Starcraft saliera para PC. Un juego que levantó pasiones y que marcó el principio de la edad dorada de Blizzard y Battle.net, donde también triunfarían Diablo II y Warcraft III. Se convirtió en un fenómeno al más puro estilo Counter-Strike, con cybers repletos de gente dándole que te pego y partidas online a todas horas. El hecho que en Corea fuese considerado deporte nacional es bastante representativo.

Una expansión y doce años después, el hype levantado con Starcraft II es notorio; sólo faltaría. De entrada se trata de la secuela de uno de los títulos más importantes de la historia de PC. Además, después de tanto tiempo transcurrido la gente espera algo grande, un juego que consiga sacudir el género de la estrategia como lo hizo su precuela. Y, qué narices, es Blizzard, y desde hace años cada lanzamiento suyo es una garantía de éxito en crítica y ventas.

Visto lo visto en esta beta cerrada multijugador, sin duda Starcraft II deja un muy buen sabor de boca. Su mecánica es la clásica de todo título de estrategia en tiempo real que se precie: acumular recursos, construir bases y ejércitos, mejorar ambos, destruir a tu enemigo. Se mantiene el clásico árbol de tecnología que requiere la construcción de ciertos edificios para desbloquear unidades u otras estructuras. Las tres facciones (Terran, Zerg y Protoss) se sienten completamente únicas a casi todos los niveles, como ya pasaba en el título original, y aunque debería ser un jugador muy experimentado para evaluar el equilibrio entre razas, creo que de momento es correcto y que en todo caso se depurará a lo largo de la beta.

Cada bando cuenta con una unidad terrestre de tamaño descomunal: los Thor Terran (enormes mechas que sustituyen al Goliat), los Colosos Protoss (altísimos tanques zancudos capaces de superar obstáculos) y los ya conocidos Ultraliscos Zerg.

En Starcraft II se da mucha importancia al componente táctico; por lo menos más que el resto de RTS de Blizzard. Las batallas son más numerosas, hecho representado por el aumento del máximo de unidades simultáneas a controlar, de 12 a 24. La ausencia de héroes (para mí totalmente incomprensible) se ve subsanada con habilidades especiales para casi cualquier unidad, lo cual requiere más atención si cabe y un buen micromanejo en combate. Además, los elementos del escenario influyen más que nunca gracias a bosques que tapan la línea de visión, colinas y acantilados que confieren superioridad estratégica o unas extrañas torres colocadas en puntos clave de cada mapa. Pero lo más importante es saber escoger qué unidades serán más adecuadas según la ocasión; tipo de daño o de armadura, habilidades específicas, resistencia, movilidad... Por ejemplo, el escudo de los Inmortales Protoss está preparado para absorber impactos de gran calibre, mientras que las cuchillas de los Fanáticos funcionarán a la perfección contra la infantería ligera. Precisamente el gran número de unidades por bando potencia este aspecto, confiriendo a cada raza casi infinitas posibilidades. La lista es demasiado larga, pero cabe decir que han desaparecido algunas unidades como los Murciélagos de Fuego o los Dragones para dar paso a los Segadores, Inmortales o las temibles Naves Nodriza (recomiendo una visita rápida a la web oficial para conocer al detalle las unidades Terran, Protoss y Zerg).

Los escenarios han ganado en variedad y en belleza, especialmente los situados en estaciones espaciales como éste.

En este sentido, Starcraft II cuenta con una buena base para los jugadores hardcore, ya que al igual que en la anterior entrega, las escaramuzas online son muy competitivas y alcanzar el nivel de maestro requerirá muchas semanas de juego. Las partidas son auténticas carreras de recursos en las que expandirse rápidamente y multiplicar la recolección de mineral será vital para construir un ejército intimidatorio, aunque en combate el ingenio siempre será más importante que el número. Conocer los entresijos de la primera parte ayudará, pero las nuevas unidades y la acentuación de la dimensión táctica obligarán a los más veteranos a volver a aprender.