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Tales of Monkey Island: The Siege of Spinner Cay

In crescendo.

Resulta gratificante tener una dosis mensual de Monkey Island durante al menos medio año, especialmente si todo marcha así de bien. La perspectiva actual de que, si todo sigue así, nuestra saga de aventuras gráficas favorita pueda revivir sus mejores tiempos (quizá, si esta iteración tiene éxito, con alguna que otra temporada) resulta esperanzador. Sobre todo si, como en este caso va mejorando episodio a episodio.

El argumento de esta segunda entrega nos sitúa justo en el abierto final de la anterior (no sigas leyendo si no te has pasado Launch of the Screaming Narwhal). La misteriosa atacante resulta ser una atractiva cazadora de piratas a la que cierto médico francés le ha pedido nuestra mano, y no precisamente para casarse con nosotros. Un corte en el sitio adecuado y Guybrush pasa a tener un garfio al final del brazo infectado. Al llegar a las Islas Jerkbait, nos reencontramos con una Elaine sana y salva que nos ayudará en la búsqueda de La Esponja Grande [en castellano en el original], con LeChuck reconvertido a buenazo, con híbridos pez-humano de tendencias sexuales indeterminadas y con tres artefactos que encontrar.

Todo lo referente a jugabilidad, música, gráficos y demás dicho en el anterior análisis puede aplicarse a este episodio 2. En cambio, uno de los fallos que más me dolió se resuelve aquí: empiezan a destacar de manera más clara los secundarios. Mr. Winslow, en el ejemplo más claro, en su labor de timonel empieza a gestarse una cierta personalidad de la que carecía completamente cuando le reclutamos.

¿No podemos resolverlo en una pelea de insultos?

A su vez, empiezan a aparecer chistes y situaciones que realmente parecen destinados a perdurar. Esta segunda parte está más que nunca repleta de referencias a anteriores títulos, llegando incluso a insinuar una pelea de insultos que lamentablemente no llega a buen puerto, pero que da la sensación de que no tardará mucho en llegar. El peso, sin embargo, recae en las gracietas nuevas, por ejemplo en el cambio de nombres de objetos después de haberlos visto. Una vez más, un adecuado nivel de inglés es necesario para pillar todas las bromas, especialmente cuando alguien se cabrea por influjo de la maldición vudú.

Los puzles de esta parte son un pelín más complicados, sobre todo porque siguen haciendo depender demasiado unos eventos de otros. Los tres artefactos se deben resolver en un orden concreto por la simple razón de que se ha decidido que sea así. En muchas ocasiones nos encontraremos con los elementos necesarios para encontrar uno de ellos, pero deberemos esperar a que una escena desbloquee un factor circunstancial. Es decir, sabías aproximadamente lo que había que hacer y cómo, pero no podías.

Como Laurel y Hardy, pero en versión infectada.

Lo que sí parece positivo es el hecho de que el inventario no se encuentre siempre repleto de objetos inútiles que haya que ir combinando entre ellos. Posiblemente no hagan falta más de tres o cuatro en todo el juego, y son todas realmente lógicas. Todos los objetos heredados del capítulo 1 tienen aquí su aparición (especialmente ese futuro ídolo que es el Loro de Pirita), y no da la sensación de que lo prioritario sea visitar todas las localizaciones y recolectar objetos sin motivo.

Tales of Monkey Island 2: The Siege of The Spinner Cay mejora levemente los principales fallos del original, aunque sigue estando lejos de la genialidad de las dos primeras entregas de MI. Lo más remarcable es que todo empieza a cobrar un sentido de conjunto que apunta a que Tales of Monkey Island puede convertirse en un título más que notable dentro de la saga. El engranaje humorístico ha comenzado a sincronizarse, todas las piezas van encajando, y ahora las expectativas de cara a los próximos episodios son realmente altas.

8 / 10

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