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The Binding of Isaac

Amor de Madre.

El proyecto podría haber sido diseñado como un minijuego Flash o incluso destinado a una recreativa: cada partida suele ser corta (10-20 minutos a poco que seamos habilidosos), pero engancha tanto que es probable que instintivamente le demos al botón de "Retry". Si a esto sumamos unos cuantos personajes desbloqueables, nueve finales y logros bastante complicados de sacar, podemos considerar casi infinita la duración del juego.

Si Super Meat Boy consiguió hacer agradables a la vista un cacho de carne, unos vendajes andantes y un feto con monóculo, aquí han conseguido dotar de un carisma especial a todas las aberraciones que habitan el sótano: gusanos, moscas, hermanos deformes abandonados hace tiempo, e incluso los siete pecados capitales personificados. Ese cierto encanto dentro de su aspecto deforme se complementa con sonidos quejumbrosos que acompañan sus movimientos, creando un ambiente deprimente que parece aventurar que difícilmente saldremos con vida de allí.

El humor negro marca de la casa empapa hasta el último detalle, pero especialmente crueles (e hilarantes) son los interludios en los que descubrimos todas las torturas psicológicas que sufrió Isaac por parte de sus compañeros de clase y de su madre o el origen del personaje desbloqueable Maggie. Quizá no estén al nivel de la escena tras cierto jefe final de Super Meat Boy, pero el punto macabro le sienta de muerte.

Otro rasgo común es que la OST corre a cargo de Danny Baranowsky, que emplea aquí unas piezas descorazonadoras que encajarían a la perfección en una película sobre el fin del mundo. El tema "Sacrifical", lo más parecido a un tema principal que tiene el juego, es especialmente eficaz a la hora de crear el ambiente propicio para la huída hacia ninguna parte de Isaac.

Algo que sí cambia respecto al anterior juego es el ritmo: de la velocidad despiadada pasamos a un enfoque mucho más calmado, que nos invitan a dedicar los primeros segundos de cada nivel a analizar el entorno (mientras esquivamos, claro está) en lugar de lanzarnos de cabeza al peligro. Lo que no se ha perdido es la precisión milimétrica para sobrevivir a cada nivel, amenazados por enemigos con movimientos y disparos de distinto tipo que nos obligan a controlar toda la pantalla de un golpe de vista.

The Binding of Isaac parecía una obra menor de Edmund McMillen a la espera de un proyecto más ambicioso, pero el gusto por el detalle lo ha convertido en una obra que no hace más que reforzar su estatus como uno de los creadores de videojuegos indie más importantes del panorama actual. El factor aleatorio convierte cada una de las cortas partidas en una experiencia única, con la dificultad justa para picar al jugador a intentarlo una vez más sin frustrarle. Un juego en el que, en definitiva, se ha depositado mucho amor.

8 / 10

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