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The Evil Within

The Shinji Mikami Speech.

Este análisis forma parte de la sección de Game Over.

The Evil Within, primer título de Tango Gameworks, constituye el regreso espiritual de su director, Shinji Mikami, a territorios propios de su saga estrella: Resident Evil. Figura destacada en la industria del videojuego, eficaz constructor de cuerdas flojas y gestor implacable de las pulsaciones del jugador, su Resident Evil 4, título clarividente y que el tiempo ha revelado como uno de los más influyentes de la última década, reinventó la franquicia y marcó el punto de inflexión de una serie que posteriormente ha conocido entregas menos inspiradas y de calidad, en algunos casos, discutible.

Su último trabajo huye de disparatados secuestros protagonizados por inquilinos de la Casa Blanca y, sin renunciar a la acción, posee un tono más psicológico, a veces casi introspectivo, que lo aproxima levemente a las latitudes de Silent Hill. Con el pad entre las manos podrás imponer la dictadura de la pólvora o asesinar con sigilo, esto es, recoger el sólido testigo de The Last of Us, uno de los caldos más exquisitos de 2013, aunque el rastro de otros juegos no se detiene ahí. Son numerosos los guiños, homenajes e influencias que atesora el código de The Evil Within, pero el principal de su deuda no recae en un tercero: es Resident Evil 4. Una referencia destacada e ilustre, que sirve por sí sola para ponderar la calidad de un videojuego, pero que en última instancia acaba resultando contraproducente hasta cierto punto. Más allá de la posibilidad de apuntar y disparar a un tiempo, de las mencionadas pinceladas de sigilo, apreciables sobre todo en el primer tramo, y de las concesiones cinematográficas tan en boga en la actualidad, las sensaciones de controlar al detective Sebastian Castellanos y las deliciosas emboscadas en las que se ve envuelto, no difieren demasiado de las que procuraba Leon S. Kennedy hace casi una década, lo que acaba otorgando al título una desagradable impronta conservadora.

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Tras un inicio ligeramente convencional y cercano al thriller de tintes paranormales, el argumento no tarda en adoptar una deriva más onírica y centrada en la psique del protagonista, lo que sirve como coartada a Mikami para concatenar sin solución de continuidad escenarios imposibles en el mundo real. Aquí el orden de las diferentes fases se encuentra argumentalmente justificado por el desbarajuste mental en que vive instalado el protagonista y cualquier tipo de análisis lógico está condenado al fracaso. Esta circunstancia contribuye a desorientar en más de alguna ocasión al jugador, privando en ocasiones a sus actos de un objetivo o un sentido claro y provocando la incómoda sensación de que el progreso lúdico-narrativo posee algo de caprichoso.

Sebastian Castellanos ha de lidiar con criaturas que son producto de una mente enferma y en su mochila carga, además, con sus propios fantasmas, pero The Evil Within no profundiza demasiado en ellos y se encuentra lejos de constituir un juego de terror. Sus mejores momentos tienen más que ver con la adrenalina, el apuntar a la cabeza -por eso de economizar munición- y el frenético caos de una emboscada en el pasillo de un psiquiátrico, aunque el hecho de que no siempre salgan las cuentas entre el número de cráneos a agujerear y el de balas que contiene tu cargador proporciona una deliciosa tensión que hace balancear ligeramente la experiencia hacia el ejercicio de supervivencia, alejándola de la acción pura, es decir, de la montaña rusa que no conoce la pausa y en la que el dedo apenas se separa del gatillo porque la munición llueve del cielo.

Como en The Last of Us, puedes mejorar determinados parámetros del protagonista, lo que otorga una gratificante sensación de progreso y enriquece la jugabilidad, expandiendo las posibilidades de combate. Para ello has de conseguir determinados objetos, lo que obliga a una cuidadosa exploración del entorno, esa mecánica que una vez sirvió para pensar y resolver puzles, y que hoy se usa únicamente para engordar inventario y promocionar al personaje.

Más allá de una duración que se siente estirada, de la excesiva reiteración de situaciones en su tramo final y de la ausencia de los momentos memorables que sí poseía Resident Evil 4, The Evil Within es un título competente y del que siempre cabe esperar algo desde el instante en que en sus créditos aparece el nombre de Mikami.

La reiteración de una fórmula que actúa como modelo resulta, no obstante, cuestionable desde un punto de vista moral o artístico. Se beneficia de la solidez del original, pero también conlleva el pecado de la falta de originalidad y pone en tela de juicio su valor intrínseco, ya que se limita a recitar un discurso ya pronunciado. La disertación de Mikami continúa siendo fascinante a día de hoy, pero ya fue pronunciada de manera magistral hace diez años, por lo que uno, tras echar una partida a The Evil Within no puede dejar de preguntarse: Señor Mikami, ¿no tiene usted nada más que añadir?

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