Avance de The Legend Of Zelda: Twilight Princess HD
Remaster Sword.
Hace ya unos cuantos años (menos de los que me gustaría reconocer y más de los que me gustaría haber quemado; demonios, estoy muy mayor) pasé por una etapa que quiero creer es más o menos común. Por decirlo de una manera sencilla, los videojuegos dejaron de interesarme. No totalmente, claro, porque me mantenía relativamente informado y los escaparates de las tiendas seguían haciéndome girar la cabeza, pero supongo que me tocó pasar algo parecido a una segunda adolescencia, esa etapa tan tonta en la que, como decía C.S. Lewis, la sospecha de parecer infantil te hace serlo tremendamente. No era una abstinencia total, como digo, pero por algún motivo en aquellos años no tener una sola consola en casa me parecía algo tremendamente razonable. Me compré un PC, jugué muchísimo a Football Manager y, bueno, supongo que fui a un montón de fiestas. Aquello no estaba tan mal, pero había una espinita que no conseguía quitarme: se llamaba The Wind Waker. Aquel maldito juego me obsesionaba, y un par de años más tarde el sentido común y una liquidación de una gran superficie pusieron las cosas por fin en su sitio. Jugué hasta hartarme, y entonces volvió la obsesión: un nuevo Zelda. Una nueva entrega de la saga que había salvado los videojuegos, al menos para mi. Peiné los comercios de la provincia durante semanas, y un par de días antes del lanzamiento oficial retorné triunfante, con una flamante Wii bajo el brazo y con ella una copia de Twilight Princess. Sin embargo, a las pocas horas, algo fallaba: el juego era fantástico, no me entendáis mal. Pero no era perfecto. Y es una acusación durísima si hablamos de Zelda. No lo terminé.
Analizar un remaster, o una reedición HD (parecen términos intercambiables, y no debería ser así) es siempre una labor complicada, porque sobre el juego ya está todo dicho, y porque los juegos que merecen tal tratamiento suelen venir acompañados de un halo de prestigio que hace difícil ser verdaderamente objetivo. Entrar a valorar las mejoras sin hacer evidentes las carencias del original es un tema peliagudo, y sin embargo en este caso dudo que la memoria me juegue una mala pasada: Twilight Princess fue, claramente, un juego demasiado ambicioso para su época. Lo era en su día, pero observarlo con la distancia de los años y libre de las gafas de la nostalgia te hace ver hasta qué punto ese Zelda realista y "mature" que venía a desfacer el entuerto provocado por la explosión de color que fue The Wind Waker vino a encallar en la misma orilla que hizo grande a su predecesor. Porque la estética y el trazo grueso de Wind Waker son inmortales, pero a la tecnología de la época le faltaban todavía muchos Petit Suisse para poder llevar a cabo aquel "Zelda de verdad" que los fans pedían a punta de pistola. En mi recuerdo está un juego gris, mortecino, de texturas borrosas y fondos quemados que intentaba tapar con un bloom pasado de rosca que aquello no daba más de sí. Pero el recuerdo suele ser caprichoso, y cuando hay cariño todos pasamos cosas por alto. Por eso, la estrategia elegida por Nintendo para presentar este Twilight HD me parece demoledora: obligarnos a jugar una hora a la versión de Wii antes de tocar el remaster.
Supongo que, de no hacerlo, una primera aproximación a la versión HD provocaría reacciones del tipo "ok, se ve muy bien, pero esto era más o menos lo que teníamos antes". Las gafas de la nostalgia, de nuevo. Craso error. El impacto al tener las dos versiones cara a cara es fenomenal, y no se me ocurre qué podría poner en valor el trabajo de Nintendo de una manera más gráfica que un vistazo a la arena del manantial de Ordon con diez años de diferencia. Quien temiera un simple reescalado de texturas y adiós muy buenas puede ir guardando el rosario, porque no hay algoritmo en el mundo que sea capaz de esto. Por fin, las rocas son rocas, los ladrillos ladrillos, y aunque puede que no estemos hablando de Perfect Dark Zero, el trabajo a nivel de texturas consigue que, simplemente, podamos ver con nuestros propios ojos lo que antes solo podíamos llegar a intuir. De alguna manera, es un lavado de cara que recuerda menos a un remasterizado como tal y más a la labor de un restaurador, uno que se ha encerrado durante meses con un oleo antiquísimo para retirar capa por capa la porquería que impedía apreciar los trazos que estaban detrás. Suele decirse que la intención de los remasters es hacernos pagar otra vez por un juego que ya teníamos, pero en este caso me atrevería a decir que lo teníamos a medias. Este es el Twilight Princess real, porque simplemente el anterior no alcanzaba a serlo.
Y estoy hablando solo de gráficos, porque el juego como digo sigue siendo estupendo y porque sería de locos no hacerlo, pero es una sensación que en absoluto se queda ahí. Porque más tarde llegó Skyward Sword, y todos hicimos las paces un poco con esa promesa rota que fue el control por movimiento, pero a los que jugamos Twilight en Wii nos cuesta un poco más olvidar. Siguiendo con esa filosofía del quiero y no puedo, la implementación del wiimote en este Zelda fue, todos lo sabemos, un parche de última hora que golpeó bien fuerte en el corazoncito de todos los que saltaron de generación esperando ser Link, y es un gustazo indescriptible poder jugar de una vez a la manera que el juego fue concebido: con botones. Es un avance que supongo notarán menos los afortunados poseedores de una copia de Gamecube, pero en fin, algunos hemos tenido que esperar una década. El control ha ganado muchísimos enteros, y testigo de ello es el que quizá sea el añadido estrella de esta remasterización, aun por encima del propio trabajo a nivel gráfico: la posibilidad de orbitar la cámara libremente. En un juego con la manera de entender la tridimensionalidad de un Zelda, prescindir de ella era literalmente como jugar con una mano atada a la espalda. Por lo demás, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, nos llevamos la posibilidad de gestionar todo el inventario desde la palma de la mano, y la de hacer todo esto acurrucados bajo nuestro edredón. ¿Revoluciones?, ninguna, pero a nadie le amarga un dulce.
Por lo demás, parece que habrá novedades aquí y allá, pero suenan más a pequeños guiños (y a formas de justificar el precio, si nos ponemos quisquillosos) que a añadidos con un impacto real. Y en cierto modo creo que es una buena noticia, porque se me ocurren pocos remasters más necesarios que este, y por una vez creo que es inteligente intentar preservar la obra original y dejar los experimentos para mejor ocasión. Sabemos que habrá una nueva mazmorra ligada al Link Lobo, así como otras funcionalidades relacionadas con amiibos pertenecientes a la serie, y la posibilidad de jugar desde el principio en un "Modo Héroe" que elimina los corazones y duplica el daño recibido. Sin embargo, hay un pequeño detalle en el que sí creo que merece la pena detenerse: el hecho de que todo el mapeado esté literalmente invertido con respecto a la versión de Wii.
Ya conocéis la historia. Link es zurdo, el usuario medio no, volteamos la imagen, ancha es Castilla. Obviamente no tuvo un mayor impacto en la jugabilidad, porque aunque jugáramos a través de un reflejo todo seguía estando relativamente donde tocaba, pero creo que tiene cierto punto poético haber enderezado las cosas. Porque cada minuto que pasamos con el wiimote en las manos fue una ilusión, un simple truco de espejos que ofrecía una versión torcida de la realidad. De algún modo Twilight Princess siempre ha estado ahí, luchando por salir, y tras diez años de oscuridad parece que ha llegado el momento de que recupere su forma real. El momento de jugarlo como se merece.