Análisis de The Silver Case
Kill the past.
Los fans de la obra de Goichi Suda reconocerán inmediatamente la frase "Kill the past", un leitmotiv recurrente en su obra, sobre todo en Moonlight Syndrome, Flower, Sun and Rain y Killer7. Los protagonistas de sus juegos viven atrapados por un evento traumático pasado que tratan de eliminar de una u otra manera para ser capaces de proseguir con sus vidas. Sabiendo que esa máxima la vive el propio Suda51, que es poco amigo de retomar sus éxitos en secuelas y prefiere lanzarse a explorar ideas nuevas, ¿qué podemos encontrar sumergiéndonos en su pasado más remoto?
The Silver Case se lanzó originalmente para PSX en el año 1999, y este port para PC supone la primera ocasión de jugarlo en Occidente. La huida de Kamui Uehara, un asesino en serie, pone en jaque a las autoridades del Distrito 24. Asesina a todo un escuadrón de las fuerzas especiales en sus primeras horas libre, a excepción de un agente: nuestro protagonista. Tras sobrevivir, gravemente traumatizado, se incorpora a la unidad de policía encargada de perseguirle. La investigación empieza a desentrañar una trama que afecta a los cimientos mismos sobre los que se levanta la ciudad.
El primer juego de Grasshopper Manufacture es una visual novel con algún pequeño elemento de aventura gráfica. Llama la atención desde la propia interfaz: la historia se cuenta intercalando texto, dibujos, renders 3D (con calidad PSX, por supuesto), anime, mapas e incluso vídeos de imagen real. A pesar de que el diseño gráfico en sí es anticuado, el juego irradia estilo por los cuatro costados. Cuenta con una interfaz muy particular que encuadra imágenes y texto según lo requiera la escena, mientras deja un fondo con un código de colores propio y una animación distintiva que definen la identidad de cada episodio.
Cuando estamos en entornos 3D tenemos acceso a una rueda nos permite seleccionar entre movernos, interactuar, usar el inventario o guardar. De hecho solo se puede guardar en estos momentos, nunca cuando estamos en una parte de texto. Mover al personaje es incómodo, especialmente en unos primeros compases que nos lanzan el puzzle más complicado del juego. En pleno tutorial nos obliga a realizar más backtracking que en el resto del juego, aunque igual descubrimos sin querer que podemos saltarnos los puzles pulsando un botón con una lupa. Con el tiempo uno se acostumbra y se aprende los atajos de teclado, pero nunca deja de ser incómodo; el personaje solo se puede mover a través de una serie de puntos predefinidos, y la mayoría de momentos de exploración de escenarios los pasamos buscando los pocos puntos de interacción para continuar la historia. Superar este escollo cuesta un par de horas, pero el juego lo recompensa: la trayectoria es claramente ascendente.
El comienzo se atasca y es duro de seguir, pero conforme se desarrolla la delirante trama va ganando en interés y agilidad a pasos agigantados. The Silver Case es todo lo Suda51 que cabría esperar. Un narrativa experimental deslavazada y enmarañada hasta rozar lo impenetrable, que combina sin problemas la introspección más profunda con escenas molonas repletas de personajes molones a los que solo les salen frases molonas. Excepto a sus personajes femeninos, que eran tan flojos y unidimensionales entonces como lo son ahora.
Aunque el protagonista es el agente al que ponemos nombre, cada capítulo tiene una contrapartida con otro personaje, el periodista Tokio Morishima. Es una forma muy curiosa de contar la historia: los capítulos del protagonista narran una forma de ver el caso más emocional, no importa tanto entender qué ha pasado como los sentimientos que despierta en los personajes. Tokio, como buen periodista, nos hace partícipes de la verdad y es quien realmente despeja las dudas sobre los hechos acontecidos. Ambas vistas se complementan, aunque el juego no hace mucho por explicarnos que el orden correcto es jugar primero un capítulo de Transmitter (con el protagonista) y seguirlo con uno de Placebo (Morishima).
Suena tópico, pero el mayor valor de The Silver Case es que sirve como ejercicio de arqueología para trazar el inicio de gran parte de las neuras y del estilo de Suda51. Es un juego cargado de ideas que ha ido desarrollando por separado y con más profundidad en sucesivos juegos. Si no se conoce previamente su obra, es poco recomendable introducirse en ella a través de un juego tan poco amable con el jugador. Por el contrario, para el que ya la conoce resulta muy interesante como medio para indagar en una etapa muy temprana de su obra.
En cuanto al port en sí, cuenta con multitud de opciones para devolverle al juego su aspecto original o jugar con una interfaz y un ritmo más actuales, pero en otros frentes es muy flojo. No hay un mísero botón de cerrar el juego, excepto en el menú de guardar (que, como decíamos al principio, solo es accesible en determinadas escenas). Si pulsamos Escape, no pasa absolutamente nada. Tiene detalles que demuestran que apenas han intentado eliminar limitaciones de la versión de PSX, como por ejemplo que la intro solo se puede saltar a partir de la segunda vez que jugamos. Lo mejor de esta versión quizá sea que la banda sonora ha sido remezclada por Akira Yamaoka.
The Silver Case nos permite rescatar una de las primeras obras de Suda51, pero lo anticuado de su diseño e interfaz y lo oscuro de su narrativa dificultan el interés si no se ha realizado un acercamiento previo a su obra. Es una novela visual tan obtusa como particular, cargada hasta arriba del estilo del japonés. Requiere cierto esfuerzo ponerse con ella y seguirle el ritmo tras un inicio dubitativo, pero el que insista se encontrará con que a su original universo no le han pesado tanto los años como al resto del juego. Quizá no sea cuestión de "matar el pasado"; tan solo hace falta recontextualizarlo.