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Tiempos de nostalgia

¿Es posible que llegue a salir Shenmue III?

Su inmensa e inigualable aportación a la historia de los videojuegos se confundió, paradójicamente, en ciertos círculos y en el mercado de masas, con una mera y presuntuosa reivindicación del potencial tecnológico de Dreamcast. Colosal en la forma pero hueco en el fondo, preciosista y ambicioso pero soberanamente aburrido en su afán de hacer entretenido lo cotidiano. Sin embargo, precisamente fue ése uno de sus indiscutibles aciertos: Yu nos demostró que jugar a vivir también puede ser divertido. Nos enseñó que los aparentemente soporíferos, mundanos, y repetitivos actos del día a día, esos que vuelven terrenales a los héroes y que son obviados por sistema en cualquier obra lúdico-visual, son un elemento de inmersión más que de tedio; nos demostró que en los pequeños y aparentemente superfluos detalles radica la esencia de un videojuego: son esos inolvidables momentos los que lo hacen inmortal en el tiempo y perpetuo en el recuerdo de los que lo disfrutaron con sana obsesión.

Los esperanzadores rumores sobre un nuevo Shenmue empiezan a convertirse en escurridizas "serpientes de verano": cada cierto tiempo, cíclicamente, aparecen momentáneamente para diluirse en la nada. Apostar por la resurrección de un muerto, enterrado hace más de una década, es algo que cuesta creer en los tiempos que corren. Sega dilapidó la saga por no ser rentable y dejó a los jugadores y a Suzuki compuestos y sin novia. El hipotético retorno de Shenmue sólo sería viable y factible en un contexto –quizás utópico- en el que Sega sea capaz de no reincidir en los mismos errores del pasado (y que parece que continúa repitiendo con sagas como Sonic o Yakuza). Pero esto es un arma de doble filo. Reducir enormemente el presupuesto destinado para el desarrollo de un posible Shenmue III hasta unos límites razonables (y presuntamente rentables) podría significar la dilapidación final de una saga que ha crecido desde la provocativa grandilocuencia.

Shenmue es sinónimo de fastuosa superproducción, y un regreso menor colocaría en el disparadero -de nuevo y una vez más- a la compañía del erizo. Si, víctima del miedo heredado por los resultados de las dos entregas anteriores, Sega concibe Shenmue III exclusivamente desde la rentabilidad del producto, está condenada al fracaso. Sega debería ser valiente y ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Que nadie se engañe. El estrepitoso fracaso comercial de Shenmue se debió, además de a su descomunal presupuesto (pero no superior al de otros grandes juegos), a que su distribución y sus ventas estuvieron cruelmente condicionadas por el reducido parque de consolas Dreamcast existente. El insalvable hundimiento de la consola de Sega fue la condena de Shenmue, el juego que, maldiciones y avatares del destino, AM2 empezó a programar para la "maldita" Saturn. A nadie se le escapa que la obra de Yu Suzuki estaba sentenciada antes de entrar en la fría y severa escena del mercado internacional. Hoy Sega vive liberada de ese yugo. Desde el 2001, la compañía nipona ya no manufactura hardware y se dedica exclusivamente a la distribución y al desarrollo. Una nueva entrega multiplataforma –y debidamente localizada- que aprovechara el inmenso potencial de las consolas next-gen marcaría el auténtico rasero de su éxito comercial real. Si a esto le añadimos una edición con los dos anteriores Shenmue traducidos y remasterizados creo que la oferta se convertiría en un cebo irresistible incluso para los más reticentes y pusilánimes.

Si finalmente ve la luz, y su calidad y su propuesta es equiparable (al menos) a sus dos entregas anteriores, Shenmue III debería ser un éxito rotundo de ventas. Y no solo por la salud y la mancillada credibilidad de Sega, sino por la de todo el mundo de los videojuegos. Vivimos tiempos de nostalgia. Y Shenmue aún permanece en nuestros corazones porque es algo más que un juego. La trilogía de Ryo Hazuki debe cerrarse, sí, pero no a cualquier precio. Es una herida profunda que algunos, como un servidor, llevamos demasiado tiempo abierta. Una mala cicatrización sería peor que la permanente nostalgia que produce el recuerdo de una herida portentosa e inigualable.

Daniel Valverde era colaborador de las revistas Gamelive PC y PC Life, además de otras publicaciones relacionadas con los videojuegos, y de vez en cuando escribe artículos de opinión para Eurogamer.es.

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