Tigres y Leones
Todos quieren ser los campeones.
En nuestro código genético, aparte de nuestro color de ojos y de pelo, hay muchas cosas escritas. Algunas de ellas son excepcionales, mientras que otras son, a mi juicio, bastante deleznables. La capacidad de competición es una de estas últimas. Algo que todos tenemos, pero que algunos muestran de una forma más extrovertida que otros y usando distintos mecanismos según del tipo de personas de la que estemos hablando.
Hay gente que ama la competitividad directa. Quiere ser mejor que los otros por méritos propios y lucha constantemente en pos de ello, esforzándose, aprendiendo y perfeccionando sus habilidades. Hay otro tipo de gente que compite a través de las acciones de otros, desde la barrera, donde su implicación es menor. Parece que esté hablando de deporte, pero no, estoy hablando de videojuegos, concretamente de uno de los estigmas más feos que tenemos todo gamer, ya sea completamente cicatrizado o sangrando a borbotones.
Tengo que ir al pasado, a mi época de prepúber, cuando mi limitada inteligencia me obligaba a hacer locuras y ver sólo el mundo que tenía delante de mis ojos, sin mirar más allá. Esta no es una historia del abuelo, porque más de uno estará ahora mismo en esa misma situación, y es precisamente de lo que quiero hablar, que parece que todos somos tontos. Y es que, ¿a qué leches viene el juzgar a la gente por la consola que tiene en su casa? En serio, ¿a qué cojones viene? ¿Eres mejor por tener una PS3 en lugar de una Xbox 360 o viceversa?
Esto ya ocurrió con Sega y Nintendo, ¿y sabéis qué se sacó en claro? Nada. Sólo horas desperdiciadas soltando argumentos absolutamente estúpidos y poco inspirados. Respondiendo a berrinches de crío con berrinches de crío y saltando al insulto directo hacia la persona en última instancia. Era oír la frase "La Megadrive es una mierda" y se me aceleraba el ritmo cardíaco. "¿QUE HA DICHO QUÉ?", pensaba, como si hubieran insultado a mi madre con la mayor de las ofensas del planeta. Pero no, estaban insultando un trozo de plástico, metal y cables. Un cacharro que ni siquiera había comprado con mi dinero, fue un regalo. Y a pesar de ello, caía en la trampa de la provocación, ¿por qué? Porque esa consola la había elegido yo.
Cuando uno elige qué consola comprar, normalmente lo hace tras un proceso de meditación complejo y meticuloso. Hay que sopesar, entre otras cosas, el catálogo de juegos que tiene la máquina en cuestión y ver si se adapta a nosotros, a nuestros gustos. Cagarse en esa consola es cagarse en nuestros gustos, es decir que no tenemos criterio, que nuestra capacidad de elección es ridícula. Es, en resumen, entrar en una competición por ver quién tiene mejor gusto.
Y dicha competición la hacemos sin un esfuerzo mayor que el de alguien que está sentado y gritando al televisor, ensalzando los triunfos ajenos como propios y despreciando sus errores como si lo hiciera la propia competencia, jugando al chaqueterismo puro. Me cansa ver discusiones en foros y comentarios de blogs en el que la gente se tira los trastos por ver qué consola es mejor, que chip gráfico es más potente, que sonido está más pulido y que sistema tiene más juegos en el top de ventas, en serio, me cansa. Y creo que es algo que sobra, por mucho que algunos digan que es "la sal de este mundillo".
Por supuesto la industria conoce esta situación y la fomenta. La publicidad busca, aunque ya casi no exista, la exclusividad, el elogiar lo especial que eres por elegir su consola antes que la del rival. Oye, que a lo mejor da la casualidad que son iguales por dentro, pero da igual, lo importante es que has elegido su marca y no has hecho como esos sucios rastreros que han elegido la de la competencia, puag. Los que vivieron la guerra entre Sega y Nintendo saben bien de lo que hablo.
Aunque la verdad es que hoy en día ocurre lo mismo, esta vez cuentan con la ayuda de la prensa. Nunca entenderé, de verdad, a qué vienen las típicas comparativas de juegos multiplataforma entre los sistemas técnicamente equiparables. Vamos, que no sé qué aportan esos vídeos a pantalla partida con el mismo juego corriendo a la vez en PS3 y Xbox 360. Lo único que generan es bilis en forma de insultos por ver quien gana en tener la consola más molona, algo que también se produce cuando sale al mercado una licencia exclusiva o una de estas se rompe y aparece en el sistema rival. Un baile de calificativos nada amables que se desgasta con el tiempo y que resucita con cada nuevo caso similar.
Ahora es posible que algunos esté pensando en las palabras que dirigí en su día a los juegos casuals y me tacharán de hipócrita. Vale, si ese es tu caso, piensa otra vez, yo hablé de juegos, no de personas, si te sentiste ofendido por aquello, ya has entrado en un juego de competitividad del que sólo hay una salida, darse cuenta de que estás perdiendo el tiempo en un juego en el que, como dijo aquel cantante bajito, tigres y leones quieren ser los campeones.