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Tombi vuelve 27 años después con un esperado remaster que merecía más cariño

El pelo rosa nunca pasa de moda.

La nostalgia es un arma de doble filo, porque puede empañar un recuerdo bonito de nuestro subconsciente. Ver una película, leer un libro o incluso jugar a un videojuego años después puede llevar a preguntarnos “¿por qué me gustaba tanto esto?”. Es algo completamente lógico, ya que muchos de estos recuerdos se asocian a una etapa de nuestra vida, entre otros factores. Dentro de esa “morriña” seguro que a muchos se os viene a la cabeza Tombi, un curioso juego de plataformas publicado en PlayStation en el año 1997 bajo la dirección de Tokuro Fujiwara, creador del mítico Ghost’n Goblins entre otros. Ahora, veintisiete años después, llega una remasterización deseada desde hace mucho tiempo, ya que el título original es muy difícil de conseguir debido a la especulación que existe a su alrededor en el mercado de segunda mano.

Tomba! Special Edition (luce el nombre de su versión original japonesa) llega con luces y sombras, y reabre en algunos puntos las heridas de este tipo de productos. Se aprecia la intención de Limited Run Games, encargados del port, de cumplir la máxima de satisfacer tanto a quienes disfrutaron del protagonista de pelo rosa hace tres décadas, que son su objetivo principal, pero también a los nuevos usuarios que tengan curiosidad de saber por qué todo el mundo está tan revolucionado como para pagar cifras astronómicas para tener una copia del juego en casa. Aquí entra en liza una dicotomía comprensible, pero que termina dejando en tierra muchos aspectos que podrían haber derivado en un producto mejor.

La esencia de antaño se mantiene y este es uno de los principales aciertos de esta remasterización. Es esclavo de su época y, en cierto modo, es duro incluso para quienes lo jugamos en su día, y resulta inevitable preguntarse cómo podíamos pasarnos estos niveles con diez o doce años. El control de Tombi es bastante peculiar y requiere de un proceso de adaptación a sus mecánicas y sobre todo a los tempos de sus saltos, un hecho que hará que caigamos o que perdamos vidas en más de una ocasión porque, a estas alturas, hemos interiorizado otro tipo de acciones más dinámicas y precisas. Alterar eso podría considerarse como un error para los más puristas que prefieren mantener todo como era original a pesar de la dureza que pueda suponer, así que se ha optado por añadir una medida más equidistante, como es la inclusión de un modo de rebobinado que se puede activar de forma opcional, y que puede hacer algo más llevadera a los neófitos la crueldad de estos malditos cerdiablos. Otros añadidos llegan en forma de la inclusión de un filtro CRT para revivir aquellos tiempos con televisores de tubo, o la posibilidad de elegir entre la banda sonora original o la remasterizada, que incluye ciertos retoques en sus acordes.

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Especialmente particular resulta comprobar que, aunque podría decirse que algunos aspectos como los mencionados del control no han envejecido tan bien, sí que parece magia oscura todo lo relacionado con el diseño de niveles y escenarios. Recordemos que es un título con casi treinta años a sus espaldas, pero en él ya podíamos ver cómo utilizaba la profundidad en los niveles para llevarnos por caminos adicionales, aportando de un mayor empaque a la exploración y al desarrollo en sí. También está la disposición de muchos elementos del escenario, con trampas que ahora diríamos que son al más puro estilo Miyazaki, con las que demuestra que era un título muy adelantado a su tiempo. Un incomprendido que, precisamente por este tipo de detalles, recibió ciertas críticas en su día, y que el tiempo ha ido posicionando como una joya de culto que probablemente merezca más crédito, especialmente en el terreno de los videojuegos de plataformas.

Quizás empaña un poco al conjunto algunos de los aspectos propios de esta remasterización. En Limited Run Games siempre han presumido del Carbon engine, una herramienta desarrollada de forma interna que permite emular juegos antiguos en hardware moderno. En esta ocasión el resultado no ha sido del todo certero, ya que en este regreso nos hemos encontrado con numerosos bugs, incluyendo varios que no estaban en la obra original, como por ejemplo que las secuencias cinemáticas se reproducen en dos ocasiones, errores en la representación de los mapas de control y algún que otro cuelgue molesto. Sus responsables, eso sí, ya han reconocido estos problemas y han asegurado que están trabajando en un parche para subsanarlo y que no ocurra en el futuro.

Problemas que empañan ligeramente la experiencia y tantos años de espera para poder volver a disfrutar de Tombi, sus saltos, su pelo rosa o su forma de acabar con los cerdiablos y el resto de enemigos o de obstáculos que se van a topar en su camino. Volver ha sido una experiencia grata por lo general, comprobando con rotundidad lo que decíamos unas líneas atrás: que, a pesar de que se le notan las arrugas propias del paso de los años, la obra de Fujiwara proponía cosas impropias de su época, plasmando con brillantez elementos que posteriormente se iban a considerar como estándar en los juegos de plataformas. Si bien se puede debatir si el resultado es mejor o peor, si se empañan los recuerdos o no, lo cierto es que, aunque discutibles, las remasterizaciones de este tipo de productos tan complicados de conseguir a estas alturas son necesarios para favorecer y promover la conservación del medio.

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