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Point and Touch

El nacimiento de un nuevo género.

Tras el agridulce E3 de los Ángeles, lo que esperábamos que fuera el anuncio de la nueva generación de consolas fue reemplazado por un apresurado parche para evitar caer en el bache de la mediocridad durante la famosa feria, parche al cual, a partir de ahora, llamaremos "SmartGlass".

  El invento de Nintendo. Porque sí, SmartGlass no es más que una contramedida a WiiU. Una rabieta de niño rico, o más bien un culo veo, culo quiero por parte de Microsoft, nos permite integrar teléfonos y tablets con la consola de sobremesa, potencial de sobra para ofrecer toda una revolución jugable que, si se sabe aprovechar el tirón, supondría para un género en concreto una necesitada reinvención, un género del que siempre hemos llorado amargas lágrimas de nostalgia: las aventuras gráficas.

  La vuelta de tuerca en cuestión supone una nueva oportunidad de florecimiento tras el fallido intento de llevar el Point & Click a Wii y Nintendo DS. Fallido no por una mala ejecución, sino por el hecho de que el público objetivo, por lo general, habría preferido amputarse una mano a tocar una Wii. Así pues, podríamos asistir en breve al nacimiento de un nuevo género: El Touch & Click.

  No sólo es que sueñe, babee y se me desvíe la sangre al pensar que puedo manipular el inventario desde mi Tablet, resolver puzles combinados entre pantalla y teléfono, o lo mejor, un control adaptado entre Tablet y televisión a modo de tableta gráfica que nos permita manejar el puntero con nuestro dedo cómodamente; abriendo una veda que, por lo que tengo en mente, sólo se traduce en diversión en estado puro. Pero no se vayan, sigan soñando conmigo:

  Imagínense un guión tan divertido como el de Monkey Island, aderezado con puzles al estilo Profesor Layton, además con la ventaja de contar con el acelerómetro, cámara y micrófono de la Tablet como una nueva ventana a la que asomar la jugabilidad del género. ¿Suena bien, verdad?

  Se habla de crisis financiera. Se habla de crisis creativa. Demostrado queda que ambas están más que presentes y son tangibles a cada paso que damos por la calle, si es que salís a la calle. El ejemplo de Tim Schafer se me antoja como el más revelador caso de la prostitución de la nostalgia. Todos tenemos fresco el recuerdo de su reciente victoria económica en Kick Starter, por la cual, con paladas de carisma y un par de cucharadas de morriña jugona, consiguió reunir algo más de 4 millones de dólares para su nuevo juego, el que pretende devolver a la palestra el Point & Click.

  Desde aquí llamo, imploro y suplico que los chicos de Double Fine vean en SmartGlass la fuente de potencial jugable que es, que den el paso y reinventen un género que se ha mantenido fresco como el primer día desde hace casi 30 años y que, este año, podría renovarse y dar un salto evolutivo natural que se le ha negado desde siempre. Abogo por que jugar a una aventura gráfica en consola sea algo más que una experiencia entre la ortopedia y el refrito, entre la incomodidad y el olor a ropero viejo, pasando a ser un género de cabecera en estos últimos coletazos de esta parcheada y sobre-periférica generación.

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