Análisis de Tsioque
Hombre, pues sí.
Quien descubra que el equipo detrás de Tsioque es polaco podría pensar que el nombre hace referencia a un concepto cualquiera que recibe tan sonora denominación en su idioma natal. De ser el caso, lamento comunicar el error: Tsioque es el nombre por el que se conoce a la protagonista del juego; y tiene sentido que sea así, ya que no solo honra la tradición de varias aventuras gráficas clásicas citando a su protagonista en el título, sino que también pone las cartas boca arriba con respecto a lo que más importa de su discurso. Su argumento transita lugares conocidos de la fantasía como magos traicioneros, intrigas cortesanas y seres mitológicos; pero que eso no nos lleve a engaño, ya que es ver a través de los ojos de la pequeña princesa lo que distingue a una historia más o menos típica del relato que OhNoo Studio ha tenido a bien presentar en este modesto juego independiente.
De entrada, y a diferencia de los Sam & Max, Zak McKracken o Gabriel Knight donde la personalidad del personaje titular marca el tono del juego desde el principio, nada parece señalarnos la importancia de tener como protagonista a alguien de estas características. Tsioque no pronuncia palabra en ningún momento, y excepto por su mueca constante de enfado, como si todo le fastidiase, tampoco se muestra especialmente elocuente. Que hayan optado por este acercamiento descoloca en primera instancia, ya que resulta difícil empatizar con un actor impasible a todos aquellos acontecimientos que no involucran una cinemática; pero pronto nos damos cuenta de que la clave está en entender que vemos todo lo que sucede a través de sus ojos, y que el castillo donde se desarrolla la historia es a la vez un lugar hostil, como es evidente, pero también sospechosamente familiar.
Es un concepto bonito para un juego, el de vincular el marco donde se desarrolla el guión con la idiosincrasia de nuestra protagonista, especialmente en un género que suele hacer hincapié en los escenarios como pieza fundamental para que, bueno, pasen cosas. El control mismo parece querer emular esa curiosidad innata de los niños por el entorno, con un único botón en el ratón destinado a ejecutar todas y cada una de las acciones que necesitemos con los distintos elementos en pantalla -algo similar a lo que hacen los juegos de Amanita Design, aunque aquí el inventario no nos permite combinar objetos-.
En ese sentido, como en las buenas aventuras gráficas, el primer puzle marca el camino que siguen posteriormente el resto. Los primeros diez-quince minutos funcionan como tutorial para entender qué nos están pidiendo, limitando además nuestros movimientos y el espacio que nos rodea para suavizar el contacto inicial. Una vez superados comienzan a crecer las posibilidades y a aumentar los lugares que podemos visitar, pero es cierto que nunca hasta el punto de hacerse ingobernable: Tsioque no quiere hacerse el difícil, reservando su complejidad para detalles que pueden pasar desapercibidos tras un vistazo superficial y aspectos de la historia que se van resolviendo a medida que avanzamos; hasta llegar a un clímax que no por esperado -cierto elemento que obtenemos en la última hora de juego, de las dos o tres que nos puede durar la historia principal, nos da una pequeña pista de por dónde van los tiros a los que hemos visto alguna que otra película infantil en los últimos años- es menos satisfactorio.
Va quedando claro que el juego de OhNoo (la fonética del título en español unida al nombre del estudio dan lugar a un chiste fabuloso que cuesta creer como accidental) no pretende romper moldes dentro del género, sino más bien presentarse como un juego personal; íntimo, incluso. De querer asociar la palabra "ambicioso" a alguno de sus apartados tan solo el visual podría presentarse como candidato, con un estilo muy de dibujos animados que, si bien no tapa todas las carencias provenientes de contar con recursos limitados, casa perfectamente con el tono gentil y tierno descrito hasta el momento. Y es que hasta los escasos momentos en los que se arriesga, como secuencias interactivas -lo que vienen siendo QTE de toda la vida, vaya- y puzles donde podemos morir, mantiene un candor y una inocencia contra los que solo alguien con el corazón tan negro como el carbón puede argumentar algo malo.
Tsioque es, en definitiva, una aventura gráfica amable y sencilla que huye de complicaciones innecesarias, sobre todo en lo que se refiere a sus mecánicas. Se le podría haber exigido más, eso por descontado, pero viéndolo con perspectiva parece ser lo que sus creadores querían que fuera desde el primer momento: una experiencia corta y pausada de las que si bien no quedarán recuerdos vívidos en nuestras memorias, si lo harán al menos las sonrisas que nos sacó mientras duró el viaje.