Análisis de Untitled Goose Game
Gansos the Patriots.
Contar chistes se me antoja una tarea casi imposible; no soy capaz de desarrollarlos ni de interpretarlos. En el humor me limito a probar suerte con los pequeños juegos de palabras como los de los subtítulos de los análisis precisamente por su brevedad; coger una o dos palabras y darles vueltas hasta encajarlas en otra frase me resulta sencillo porque tengo el control sobre todos los elementos, pero me siento incapaz de darle forma al vuelo a una historia para convertirla en una anécdota graciosa.
Esta diferencia entre un humor más pequeño y controlado frente a un ejercicio de imaginación más libre me hace pensar en las diferencias entre la aproximación al humor de Untitled Goose Game y Goat Simulator, quizá el título con el que más relación podría tener a priori. Ambos están protagonizados por animales que pretenden causar el caos en una población humana, pero el título de Coffee Stain ponía el acento en la locura y la imprevisibilidad como vía hacia la risa, mientras que House House ha optado por una aproximación mucho más controlada y cerebral. Si la cabra de Goat Simulator es el Joker, el ganso de Untitled Goose Game es Enigma.
El juego no se entretiene con muchas explicaciones: eres un palmípedo que va a hacer la vida imposible a los habitantes de un pequeño pueblo rural. Tienes un botón para coger cosas con la boca, otro para correr, uno para agacharte, uno para extender las alas y, lo más importante, un botón dedicado a graznar. No necesitas más para causar el caos.
No sé si habéis tenido el infortunio de sufrir a un ganso, pero os puedo asegurar que no son agradables. Se supone que los animales no tienen conceptos humanos como el bien o el mal, pero suficiente tiempo junto a un ganso puede llegar a hacer tambalear esa seguridad. De pequeño, en la granja de mis abuelos, pude comprobar en numerosas ocasiones su agresividad; mi tendencia a meter los dedos por los agujeros de las rejas para acariciarles estuvo a punto de costarme el dedo índice de la mano derecha. De lejos parecen bastante monos, pero el interior de su boca está hecho del material con el que se fabrican las pesadillas.
La disonancia entre el aspecto y la personalidad de estas aves se traslada magníficamente a la pantalla. En lo visual Untitled Goose Game es un título vivaz, con colores agradables y sencillos modelados cargados de personalidad. Mientras, en lo jugable todo se centra en ser lo más mezquino posible: en cuanto llegamos a una nueva localización lo primero que recibimos es una lista de tareas como "haz que alguien compre algo suyo" o "consigue que una persona rompa un jarrón".
El humor del juego nace de la satisfacción de trazar un plan y ver cómo las piezas van encajando hasta desencadenar una trastada, como si de una máquina de Goldberg se tratase. Pasamos un rato observando a nuestras pobres víctimas, anotando su rutina diaria, comprobando cómo reaccionan a nuestra presencia y nuestras acciones. Nos convertimos en un depredador cuyo objetivo no es cazar a su presa, sino convertirla en el sujeto involuntario de un gag slapstick que no desentonaría en un capítulo de los Looney Tunes. El resultado casi siempre logra sacarnos una carcajada.
Resolver estos puzzles requiere ciertas dosis de sigilo, ya que los habitantes del pueblo tratarán de frustrar nuestros planes si nos cazan in fraganti. Por suerte, en este segundo aspecto es un título muy permisivo: no hay nada parecido a un Game Over y cuando nos pillan tan solo nos apartan unos pocos metros. Incluso si un humano recupera un objeto que hemos robado casi siempre podemos arrebatarlo de vuelta corriendo en dirección a sus manos. Una aproximación demasiado restrictiva habría matado el juego; House House ha sabido leer que el objetivo no debería ser liarla sin que nos pillen, sino lograr que el plan funcione aunque sea de una manera un poco torpe.
Completar los cuatro escenarios (y medio, si contamos un par de zonas reducidas que funcionan como nexo) de la campaña lleva menos de dos horas, aunque después se abre una especie de New Game + con numerosos objetivos nuevos de mayor dificultad. La principal diferencia entre la primera partida y la segunda es que en un principio se trata cada zona como una burbuja independiente, de manera que podemos conocer a fondo todos los elementos en juego, mientras que los objetivos finales tratan el pueblo como un todo y sí nos obligan a movernos de un área a otra.
Al juego no le pesa durar dos horas pero sí limitarse a cuatro escenarios; la premisa daba para generar aún más situaciones cómicas en distintos contextos. Es probable que haber seguido el juego desde su primer trailer haya influido en mi opinión: la primera zona ya la había visto mil veces y me la pasé con la gorra (la que le quité al jardinero, concretamente) porque los vídeos promocionales me habían servido de guía. Quizá con un par de zonas más me habría sentido saciado; tampoco es que el juego necesite muchas más, ya que una duración excesiva habría matado el pulso, que es excelente en todo momento.
Casi todo lo que tengo que decir de Untitled Goose Game es positivo: es gracioso, es inteligente, conoce sus recursos y sabe explotarlos... pero no puedo negar que su brevedad me cayó como un jarro de agua fría en el momento en que mejor me lo estaba pasando con él. Encontrar el ritmo perfecto es una tarea complicada y aquí me he quedado con demasiadas ganas de seguir haciendo el ganso de maneras creativas.