Vanquish
Coitus Interruptus
Shinki Mikami quiere mojar. O más bien quiere tirar de su pedestal de ego a Hideo Kojima de un patada y levantarle el dedo corazón en señal obvia mientras se despeña gritando "SNAAAKEEEEE". No estoy diciendo que Mikami sea un chulito, de hecho se ha ganado el ser reconocido, pero cuando en un juego el nombre del director tiene tanto o más eco que el propio juego, o algo falla o algún manager está haciendo muy bien su trabajo.
Vanquish sufre de este síndrome, en parte porque, siendo sinceros, no es un juego que vaya a estar entre los firmes candidatos a juego del año. Vuelvo a matizarme aclarando que no digo que Vanquish sea un mal juego, en absoluto, divierte, divierte a horrores. Divierte tanto que pensé que el guión era de los Monty Python (bueno… creo que he exagerado un poco). Pero allá donde miraba, veía retales de otros juegos.
Vanquish nos pone delante un futuro en el que Estados Unidos atraviesa una gran crisis económica (anda, mira…), lo cual no le impide financiar a DARPA, una agencia de investigación encargada de desarrollar nuevos sistemas de defensa para los yankis. Su última creación es el ARS, un megachuloquetecagas traje de combate que ofrece capacidades de movimiento sobrehumanas además de una navaja suiza que sirve tanto de sacacorchos como de lanzacohetes.
Pero como todos los trajes, necesita de un hombre o una mujer (de sensuales curvas) en su interior para que el presupuesto sea aprobado. Y aquí entra Sam Gideon, un ex jugador de fútbol americano (es decir, un cachas retard) que llevará sobre su piel lo más avanzado en tecnología bélica. ¿Para qué? Ah, pues para eso están los rusos, para darle una razón de ser a los misiles de Estados Unidos.
Tras un ataque que deja San Francisco prácticamente arrasada, el gobierno americano declara la guerra contra los rusos, autores del ataque sin sentido. La flota de naves americana (recordad, estamos en el futuro) con el amigo Sam dentro, decide atacar la estación espacial de los rusos, que al parecer se la han robado a Bioware porque es casi idéntica a la puñetera Ciudadela del Mass Effect.
Desde aquí, el juego continúa por un camino de tiros, tiros, tiros, trincheras, explosiones, tiros, más explosiones, soldados muertos, robots con baja autoestima y cargadores llenos de frustración, tiros y… pues eso, tiros. Exacto amigos, esto es Gears of War al estilo japonés, es decir, con cinemáticas que os harán gritar "¡Anda ya, eso no te lo crees ni tú!".
Para poder ejecutar los mencionados tiros utilizaremos distintas armas, pudiendo llevar a la vez encima tres, además de granadas y disruptores que paralizarán a los robots enemigos y demás fauna cibernética. Las armas tienen carrera militar ¿Lo qué? Las armas tienen carrera militar ¿Qué lo qué? A ver, ejemplo, al principio nuestro rifle de asalto será digno de un playmobil pero conforme vayamos recogiendo más rifles de asalto, si nuestra munición está a tope, subirán las características del arma como la capacidad del cargador, la fuerza, el tiempo de recarga y demás briconsejos.
Aparte de las armas, tenemos nuestro carísimo y chulísimo traje que no está de adorno solamente, sino que nos permitirá desplazarnos deslizándonos rápidamente por el suelo a lo defensa de fútbol cabreado. Y por si esto fuera poco (que lo es) gracias al ARS podremos activar un tiempo bala que ralentizará la acción y nos permitirá quitarle las legañas al enemigo con una escopeta, algo que seguro nos agradecerá. Por desgracia estas habilidades no son gratis, y el traje se recalentará con el abuso de ellas, haciendo que quedemos en ridículo mientras las tuercas y turbinas del susodicho se enfríen. Que digo que tanto dinero para que luego…
Saltando a otro tema, vamos a uno de los puntos fuertes de Vanquish, su cuidado apartado técnico. Tanto a nivel gráfico como sonoro, es una obra que merece un aplauso. Y dentro del nivel gráfico, el modelado de los personajes, sobre todo Sam, merece una ovación. Eso sí, la poca variedad de enemigos, hace que me resople el flequillo como signo de ligera indignación, así me las gasto yo. Los escenarios son muy amplios, pero el espacio por el que se nos permite movernos bastante más pequeño, así que paisajísticamente Vanquish es una patada en la entrepierna por poner el plato delante y no dejarnos meter la cuchara.
A nivel jugable hay que darle notable alto y es que aunque el manejo es frenético, en más de una ocasión nos encontraremos atorados en rincones a los que no sabemos muy bien cómo hemos llegado mientras un gigantón nos sopla en la nuca con un cañón de plasma. Ante esta situación lo único que podemos hacer es parafrasear al amigo James Rolfe con un sonoro ¡FUCK!.
Y ahora viene el punto más flojo del juego: la duración. Cierto es que no se le puede exigir muchas horas de juego a un título de acción, pero de ahí a poder terminarlo en una tarde, incluso jugando en modo difícil, hay una gran diferencia. Es esto lo que hace que gastarse 60 euros por Vanquish se pueda considerar un notorio timo. El juego es bueno, sí, y divierte y engancha desde el primer minuto, pero es muy efímero y sólo cuenta con un modo desafío como opción para rejugarlo.
Vanquish es un buen juego, pero su empeño en ser un monstruo de Frankestein que "homenajea" a otros títulos, unido a una duración de risa, hace que no sea una compra obligada. Pero si por otro lado, eres fan del género de acción y sólo deseas destrozar algunos cerebros para desahogarte, entonces creo que merece la pena que lo alquiles o lo compres de importación, pero gastarse más de 30 euros por él, no lo veo necesario.