Video Game Awards
Un hueco fácil de cubrir.
Mucho se ha escrito a raíz de la pasada entrega de los Video Game Awards, que desde el año 2003 celebra la cadena de televisión por cable estadounidense Spike. Que si los premios son arbitrarios, que si tal juego se merecía más el título de Juego del año, que si la gala, al igual que el año anterior, fue un desastre plagado de publicidad... Pero lo que nadie se ha parado a pensar es: si tantos defectos tiene, ¿por qué esta entrega de premios tiene tal grado de importancia dentro de la industria?
Los Video Game Awards comenzaron siendo una versión gamer descafeinada de los MTV Video Music Awards -Spike pertenece al mismo grupo empresarial que MTV-, pero con el tiempo han llegado a adquirir una dimensión inesperada. Ahora es considerada una de las galas más importantes de entregas de premios relacionados con los videojuegos, e incluso muchas compañías aprovechan el foco informativo para presentar trailers de algunas de sus futuras creaciones.
Lo cierto es que no era complicado hacerse con el título de "los Oscar del videojuego", incluso sin el respaldo de una gran academia detrás. A pesar de los avances de los últimos meses, lo cierto es que la mayoría de la población sigue considerando los videojuegos como el hobby de unos pocos marginados. La música tiene los Grammy, la televisión los Emmy, las películas más importantes se premian en los Oscar y otras galas organizadas por la academia de cine de cada país (Goya, BAFTA, etc)... Pero los videojuegos no tienen ningún evento destacado que reconozca el trabajo de los artistas más allá de menciones honoríficas en las grandes ferias del sector. Bueno, miento, la BAFTA (Academia Británica de las Artes de Cine y Televisión) lleva dando premios a los videojuegos desde el 2006, aunque con una repercursión muy pequeña si la comparamos con los Video Game Awards.
Personalmente, preferiría que los Video Game Awards los otorgara un organismo independiente formado por representantes del propio sector de los videojuegos. Ello evitaría las suspicacias que provoca el evento de Spike, puesto que los candidatos en cada categoría son elegidos por votación del público, convirtiendo los premios en un mero concurso de popularidad.
Por otro lado, el fin de año se presta a la realización de recopilatorios de lo más destacado en cada ámbito. Es lo que en los videojuegos se suele llamar la elección del GOTY (Game Of The Year). Un concepto que, por cierto, se ha desvirtuado en los últimos años por culpa de campañas de marketing de ciertas desarrolladoras; que se apresuran a etiquetar a su juego como Juego del Año cuando aún estamos en enero o febrero , igual que hacen los fabricantes de coches cuando aseguran que su modelo es el más seguro del año.
Los Video Game Awards vienen a llenar un hueco que el sector de los videojuegos lleva demandando desde hace mucho tiempo. Teniendo en cuenta que la industria del videojuego es capaz de facturar más que, por ejemplo, el cine, es lógico que se quiera que tenga como mínimo la misma visibilidad de cara al gran público. Los videojuegos son una mezcla de ocio y arte comparable al cine, la televisión o la literatura. Por tanto, los artistas que dedican sus ideas y su tiempo a este gran sector también merecen un reconocimiento del mismo calibre que otros sectores de la cultura (aparte de que los usuarios paguemos por los juegos, claro). Por desgracia, los videojuegos aún tienen mucho camino por recorrer.
La industria de los videojuegos ha avanzado y se ha diversificado enormemente en los útimos años. Han cambiado los gráficos, la tecnología, las mecánicas de juego, la forma de contar historias... Pero hay algo que nunca se ha conseguido, y tengo mis dudas de que se pueda lograr algún día: que el público deje de ver a los gamers como un reducto de frikis antisociales con mucho tiempo libre y ninguna aspiración en la vida. El día en que este pensamiento generalizado cambie, probablemente podremos disfrutar de unos galardones a la altura de lo que el sector de los videojuegos se merece.