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Volviendo a la trilogía Ninja Gaiden con la nueva Master Collection

Una saga llena de clásicos, katanas, sangre y ninjas.

Estaba cantado. Más tarde o temprano tenía que ocurrir. ¿El regreso de Ryu Hayabusa? Pues también, pero en realidad me estaba refiriendo a que en un "Volviendo a..." comenzáramos algún texto haciendo alusión a los nostálgicos compases que reinan en las rancheras y los boleros. En esta ocasión, me viene a la mente una archiconocida canción de Vicente Fernández. El mexicano, sentado en una desvencijada mesa frente a un reposado tequila, canta sobre la pulsión que arde en su pecho por regresar junto a un amor lleno de altibajos, ardiente pasiones y no pocas fatigas, al asegurar que él sabe perder y quiere "volver, volver, volveeeeer". Otro sufridor nato comparte con él ese mismo tequila mientras reflexiona sobre si esa pulsión nace o bien de una relación romántica tortuosa o bien de jugar a Ninja Gaiden. Lo que, a la postre, viene siendo un poco lo mismo.

Habiendo transcurrido casi una generación entera sin una nueva entrega, Koei Tecmo y el Team Ninja - ambas mucho más interesadas en explorar la vertiente hack 'n slash de los soulslike - se han decidido a juntar y remasterizar la trilogía de las aventuras 3D del maestro ninja, espía, amo y señor de la Espada del Dragón y sólo el Altísimo sabe qué más, Ryu Hayabusa. Como quiera que, según el Team Ninja actual, el código correspondiente a Ninja Gaiden Black y Ninja Gaiden 2 - las versiones que vieron la luz en Xbox y Xbox 360 - está perdido per secula seculorum, esta Master Collection viene compuesta por Ninja Gaiden Sigma, Ninja Gaiden Sigma 2 y Ninja Gaiden 3 Razor's Edge, la versión revisada - y ampliamente mejorada - del Ninja Gaiden 3 original. Efectivamente, esto es un follón. Para terminar de enrevesar este asunto, al que fuera líder del Team Ninja al momento de la publicación de los dos primeros Ninja Gaiden, Tomonobu Itagaki, no le hizo nada de gracia que sus juegos fueran porteados y revisados sin su supervisión - las versiones Sigma. Si esto ya no le hizo gracia, imaginaos lo que debió de pensar cuando vio que iban a sacar la tercera entrega.

Toda vez que hemos dado un leve contexto a esta Master Collection, toca hablar de lo que interesa: el crujir de dientes y los espadazos. Ninja Gaiden siempre ha sido sinónimo de dificultad endiablada, y esta recopilación es un fiel testimonio de ello. Poco importa que las versiones Sigma levanten, de forma muy liviana, el pie del acelerador o introduzcan correcciones en las interfaces y menús, porque la cruda realidad es que, cuando tomamos el control de Ryu, cualquiera de los tres títulos se muestran como apisonadoras dispuestas a aplastarnos sin ningún tipo de remordimiento, especialmente si cometemos el error de elegir las dificultades más altas.

Curiosamente, el título que mejor ejemplifica todo esto es también el que más años lleva a sus espaldas. Ninja Gaiden es un juego al que le pesa el transcurso del tiempo en el apartado técnico, pero que casi no cede un milímetro en todo lo demás. Con un apartado artístico imponente pero no exento de importantes aristas (que se agarren bien fuerte a la silla quienes no hayan visto a algunos de los personajes femeninos), la práctica totalidad de sus elementos se conjugan para ofrecer una experiencia emocionante, peligrosa y, en muchas ocasiones, frustrante como pocas. A Ninja Gaiden le importa tres shurikens tus sentimientos y, si hace falta, te hace repetir diez veces - o las que sean - los primeros compases hasta el primer punto de guardado, para que aprendas. Y hay muchas lecciones en El Camino del Ninja, porque allí donde otros títulos sueltan soldadesca sin ton ni son y con el único propósito de convertirse en la enésima muesca de tu arma, Ninja Gaiden coloca pocos enemigos pero con una intencionalidad evidente. No en vano, cada encuentro es un test de la paciencia, habilidad y concentración del jugador que puede dar al traste con un avance conseguido a filo, sudor y fuego. Menos mal que Ryu - y, por ende, nosotros - tiene una gama de recursos a su disposición que son de lo mejor que el género tiene a su disposición. Aunque algún concepto está ampliamente superado, como esa combinación de guardia y esquiva que resulta tan añeja a día de hoy, el cómputo total del control de Ninja Gaiden arroja un resultado superlativo. Si sumamos la milimétrica precisión de su manejo a las fantásticas animaciones y a la dureza de sus combates, la conclusión es obvia: cada vez que Ryu desenfunda su acero es para hacernos sentir una mezcla de amor y odio hacia Ninja Gaiden; amor por el espectáculo que todavía siguen siendo todos y cada uno de sus combates, llenos de dinamismo y plasticidad, y odio por sufrir como condenados cada vez que su diseño cruel y malencarado nos hace morder el polvo.

Y claro, cuando un título tiene éxito, suele llevar aparejado una secuela, en la que Itagaki no se conformó con ponerle un 2 detrás y repetir una fórmula que le había granjeado la admiración de la crítica y el público. Siguiendo la mejor tradición norteamericana, Ninja Gaiden 2 pretendía ser "bigger, better and more badass" y, en cierto modo, lo consigue. El salto a la generación de Xbox 360 - y con Sigma 2 a PlayStation 3 - daba más posibilidades a los desarrolladores y el Team Ninja no dejó escapar la posibilidad. Mayor amplitud en escenarios, efectos y detalles, más sangre y más enemigos por metro cuadrado eran solo la antesala de un título que vive por y para el espectáculo visual y jugable. Los enfrentamientos siguen manteniendo una dureza reseñable, pero los ninjas del Clan de la Araña - por poner un ejemplo del variado elenco de este título - ven como sus miembros caen cercenados fácilmente por los mandobles de Hayabusa, dejándoles expuestos a una vistosa y brutal ejecución por parte de nuestro héroe. De ahí a absorber los orbes que estos suelten e ir engarzando espectaculares despliegues de letales movimientos va un paso, lo que desemboca en unos duelos que combinan espectacularidad, gore y magnificencia a partes iguales. Y aunque todas las señas de identidad que hacían grande a Ninja Gaiden se mantienen en su segunda parte - su control exigente, preciso y profundo, su falta de compromiso con la audiencia y un diseño bien calibrado -, lo mismo se puede decir de las carencias que asolaban al título original y que perviven en este: los personajes femeninos poseen un diseño que raya lo inenarrable y su historia y diálogos son de un nivel abisal, incluso para los estándares del género. Ahora bien, esas carencias, y las consabidas rebajas de dificultad atribuibles a las versiones Sigma, no hacen mella en un título cuya calidad está fuera de toda duda. Ninja Gaiden 2 es un hack 'n slash rápido, furioso, ultraviolento y divertido que pone a prueba nuestra paciencia y habilidad regalándonos un reguero de imágenes increíbles, sangre enemiga y satisfacción jugable a cambio.

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No hay dos sin tres, reza el dicho, pero Ninja Gaiden 3 se iba a enfrentar a unos cuantos problemas añadidos. Itagaki, según sus propias palabras, había mostrado todo lo que quería expresar en sus dos entregas de Ninja Gaiden, así que su marcha del Team Ninja dejaba a este en una posición incómoda. ¿Qué hacer, entonces, con Ninja Gaiden 3, un título que iba a sentir sobre sí la alargadísima sombra de su creador original? La respuesta vino en forma de continuismo mal entendido. Si Itagaki, con su espíritu y trazas de estrella de rock del videojuego, optó por elevar el volumen al once en Ninja Gaiden 2, el Team Ninja intentó hacer lo propio en Ninja Gaiden 3, y esa arriesgada apuesta, por desgracia, cristalizó en una serie de decisiones que no encajaban del todo bien en una saga de carácter muy marcado. Dejando a un lado las inefables cinemáticas, las aventuras de Ryu Hayabusa siempre habían sido gameplay, gameplay y, si te distraías un poco, más gameplay. Ninja Gaiden 3 decidió, de forma inexplicable, que la mejor manera de potenciar esta entrega era mediante la introducción de QTEs y una oscura narrativa de supuesta profundidad.

Y aunque la extensa - extensísima - revisión Razor's Edge intentó meter en cintura a este título, una alegre combinación de fallos de apreciación a la hora de ejecutar la reinterpretación y errores en origen hicieron imposible elevar a la altura de los dos títulos originales a un material fallido de base. Buenos ejemplos de ello son los ya mencionados QTEs - que se reducen pero no desaparecen del todo -, un estéril sistema de escalada que no aporta ningún rédito jugable o tener que adquirir habilidades que Ryu conocía en los juegos anteriores. Estos y otros tropiezos no son sino pequeñas subversiones de los sistemas que sustentaban a Ninja Gaiden y Ninja Gaiden 2, dejando a su tercera entrega unos cuantos escalones por debajo de los clásicos de Itagaki. Sin embargo, y siendo justos con Ninja Gaiden 3: Razor's Edge, no podemos negar que a la hora de manejar visualmente sus recursos estamos ante un juego mucho más robusto. Su manejo de la cámara es sensiblemente superior al de sus predecesores, y se nota que el Team Ninja tomó nota de adversarios como Bayonetta. Habida cuenta de todos estos factores, esta tercera entrega no es, en absoluto, un mal hack 'n slash, pero sí una pésima continuación de la saga del Clan del Dragón. Poniendo el foco sobre elementos ajenos a la jugabilidad y dejando semi olvidados los elementos que hacían grande a la saga, el Team Ninja fue seducido por las oscuras fuerzas del QTE y abandonó el Camino del Shinobi. Esa falta de disciplina le llevó a probar el amargo sabor de la derrota y, probablemente, algún que otro estacazo de su sensei.

Pero, en última instancia, la Master Collection de Ninja Gaiden sigue siendo ampliamente recomendable. Más allá de la mejora en la resolución y de todos los extras (que los hay y no pocos, precisamente) que acompañan a estas versiones de Ninja Gaiden, la verdadera razón por la que merece la pena adquirir esta edición es porque nos encontramos ante dos obras maestras de los katanazos y un correcto acompañante que aquí se incluye por completismo. Ninja Gaiden 1 y Ninja Gaiden 2 solo demuestran canas en el apartado técnico porque su jugabilidad, sentido del ritmo y, por qué no, descacharrante presentación - aún con matices - siguen firmes como rocas. Ninja Gaiden 3, por contra, muestra a la perfección cómo un título puede faltar a su propia saga por salirse de la senda marcada por sus antecesores. Puede que, por ahora, el Team Ninja esté más centrado en otros proyectos y quizá el regreso de uno de nuestros ninjas favoritos tarde en llegar. Mientras tanto, vivifican las llamas de su vuelta los katanazos de esta Master Collection, una Master Collection que nos recuerda que por mucho que Ninja Gaiden nos haga morder el polvo siempre vamos a querer volver.

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