Volviendo a Pokémon Go: Edición Jaime
Un Poképaseo para recordar.
No recuerdo exactamente cuándo volví a Pokémon Go, o cuál fue el motivo exacto, pero fue en torno a septiembre del año pasado. Creo que fue una mezcla de varias circunstancias: la cantidad de horas de mi trabajo como editor de guías que se van al juego me exigen conocer su terminología, pero también recuerdo la necesidad de encontrar una excusa para salir a pasear y combatir mi forma de vida sedentaria tras unos meses de parón total. No hace falta que os explique por qué 2020 no era el mejor año para retomar un juego que exige salir al exterior, pero a la vez me fue de gran ayuda para gestionar uno de mis puntos débiles: la total falta de constancia cuando me decido a moverme.
El caso es que funcionó y actualmente rara es la semana que ando menos de 10 kilómetros con el juego encendido. Ayuda bastante que mi pareja se sumase y que hayamos terminado organizándonos para acometer incursiones juntos. De hecho fue ella quien acuñó el término "Poképaseo" para definir esas horas que dedicamos a darnos una vuelta, juntos en fin de semana y separados el resto de días, con el juego abierto pero casi siempre simultaneando alguna otra acción: escuchar un podcast, ir de compras, ir a por un café... Nada especialmente intenso, pero una buena excusa para salir a pasear.
A pesar de que las cifras de ingresos dicen que a Niantic y The Pokémon Company les va genial el negocio, sigo escuchando a menudo la frase "¿pero aún hay gente jugando a Pokémon Go?". Parece difícil que el juego vuelva a ocupar ese lugar en el mainstream al que condujo el fenómeno inicial. La cifra de jugadores es probablemente muy inferior a la de aquellos días de 2016, pero sobre todo el perfil ha cambiado. Puede sonar "feo" hablar de dinero en un texto de la serie Volviendo a, que habitualmente se centran más en nuestros recuerdos y experiencias, pero en un juego F2P es un aspecto ineludible de la conversación.
Si gana más dinero el juego ahora que entonces es porque está monetizado con más cabeza: pequeños pases de 1€ para añadir más contenido a los Días de la Comunidad o incluso la rebaja de este año del precio del Pase del Go Fest (de unos 15€ a 5,50€) parecen indicar que Niantic está encontrando métodos para animar gente a ese primer pago que rompe la barrera psicológica y que cualquier desarrollador de juegos para móviles sabe que es una métrica clave.
Además, si no seguís la actualidad del juego probablemente os pasen por encima la cantidad de cosas que hay que hacer ahora en un título que tiene sus tiempos muy definidos. Las novedades del juego se organizan en temporadas de tres meses que se entrelazan con los cambios al PvP competitivo, mientras se van encadenando pequeños eventos de un par de semanas. Cada mes tenemos Horas de Pokémon Destacado, nuevas Investigaciones de Campo y Días de la Comunidad. El Team Go Rocket ataca cada cierto tiempo y cambia su alineación de Pokémon Oscuros que podemos capturar y purificar. Es difícil explicar lo bien engrasada que está la maquinaria a quien está fuera, pero el resumen es que rara vez nos quedamos sin cosas que hacer. Al contrario: siempre hay algún incentivo para dedicar al menos unos minutos diarios al juego.
La parte negativa es, por supuesto, la manera en que este goteo constante de novedades potencia el FOMO. Estar dos semanas fuera del juego implica probablemente que vayas a tardar meses en poder evolucionar a una criatura que acaba de entrar al juego, que te quedes sin alguna recompensa especial o que pierdas la mejor oportunidad posible para obtener un shiny. Incluso si dedicas una hora diaria al Go, el juego de probabilidades puede dejarte sin una medalla de colección porque un Pokémon ha decidido no hacer acto de presencia (Piplup, te estoy mirando a ti). La maquinaria está engrasada, pero no espera a nadie y no se para bajo ninguna circunstancia.
El culmen de todo esto es el Go Fest, la celebración anual en la que Pokémon Go acentúa todas sus facetas. Durante dos días estuvimos andando de un lado para otro siguiendo turnos horarios para obtener criaturas que en algunos casos apenas aparecen en el resto del año, e incluso que directamente son exclusivas de otros hemisferios. El domingo de Incursiones me permitió capturar casi tantos Legendarios en una mañana como en el resto de mi tiempo en el juego, recuperando algunos de los que me había dejado por el camino hasta su regreso inevitable a las rotaciones. Es una manera perfecta de recuperar ocasiones perdidas, pero a su vez es casi obligatorio participar activamente para no perderse mucho contenido.
Como decía, entré al juego en septiembre de 2020, así que este fue mi primer Go Fest. Por lo que tengo entendido ha sido uno de los menos exigentes en número de horas mínimas que invertir (las rotaciones horarias daban varias ocasiones para completar eventos) y desde luego la historia de montar un concierto que ha terminado atrayendo a Meloetta ha sido divertida, pero también queda la sensación de que Go está a años luz de los juegos principales. El Profesor Willow sigue teniendo dificultades para atraer nuestra atención a un argumento que cabe en una servilleta de papel.
Por otra parte, han sido dos días divertidos en los que he batido mi récord de pasos en un solo día en bastantes meses, he podido jugar junto a mi pareja incluso aunque hemos tenido que estar separados físicamente y he terminado ganando incursiones junto a jugadores a más de 1.000 kilómetros de distancia. Poniendo en una balanza las quejas y las alabanzas, supongo que el resultado termina siendo positivo y por eso se ha convertido en una parte más de mi vida diaria.
Los comentarios hacia el Pokémon Go de hoy son muy distintos a los vertidos hacia aquella primera versión de 2016. La sequía de contenido se ha convertido en dificultad para abarcarlo todo, la reducida selección de criaturas en una Pokédex casi imposible de completar y el fenómeno de rápida combustión en una llamarada menos intensa pero con más posibilidades de mantenerse encendida en el tiempo. Cinco años dan para muchos cambios y por fin parece que el juego se encuentra en un lugar donde se siente cómodo. La rueda nunca para y ahora queda por ver qué depara el futuro del juego.