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Análisis de Warhammer 40,000: Space Marine 2 - El combate más espectacular está en el universo Warhammer 40K

Cuidadito, que Titus vive y la lucha sigue.

Eurogamer.es - Imprescindible sello
Portentoso en lo visual y brutal en lo jugable, Space Marine II es una secuela impecable y el juego quintaesencial de Warhammer 40,000.

Warhammer 40,000: Space Marine II está plagado de momentos que demuestran que Saber Interactive no le tiene ningún miedo al éxito. Algunos profundizan en el lore de un universo en el que sólo hay guerra - señalando, ni que sea de forma indirecta, que la gloria y la épica duran lo que se tarda en pasar de una contienda a otra. O sea, un suspiro -, otros construyen, de forma cuidadosa, marcos inigualables mientras hordas enemigas nos asaltan sin piedad y otros, simple y llanamente, dejan que desatemos nuestra furia astarte sobre grupos de enemigos que no tienen ni la más remota idea de la que se les viene encima. Y, además, todos ellos tienen un denominador común: aportar su grano de arena para conseguir que Space Marine II sea un juego divertido a más no poder.

A este propósito ayuda, y mucho, una introducción que no deja de pisar el acelerador y que, además, sirve para asentar con firmeza el tono y ritmo de esta segunda entrega de la saga de nuestro Ultramarine favorito, Demetrian Titus. Un tono en el que tanto el ahora Teniente Titus como sus hermanos de batalla aportan algo de color a los siniestros entornos en los que reina la desolación y la muerte que los tiránidos dejan a su paso. Ninguna estructura, ningún corredor queda intacto tras el paso de este implacable enjambre de cucarachas espaciales.

Y son estructuras colosales. Se nota que Saber Interactive conoce a fondo el material de referencia y alterna, con inteligencia, exteriores y construcciones de gargantuescas proporciones con claustrofóbicos interiores que arrojan una pobre iluminación y aún menos margen de maniobra. Ahora bien, es cuando abandonamos el plano general y nuestra vista se centra en el detalle cuando Space Marine II sabe lucir su impecable hoja de servicios. Si bien las escenografías están repletas de exquisitos detalles que no hacen sino elevar el conjunto, donde Saber echa el resto es en la inagotable cantidad de modelados que veremos en pantalla. Empezando por Titus, claro. Las texturas de su armadura, las reliquias que certifican su trayectoria o cualquiera de sus animaciones son de una calidad apabullante que se hace extensiva - aunque, en algunos casos, en menor medida - a sus compañeros de escuadra o los enemigos que probarán el filo de nuestra espada sierra.

Y es que, aunque muchos y muy variados serán los objetivos que tendremos que cumplir, de eso y no de otra cosa va Space Marine II: de empuñar nuestro bólter, coser a tiros al xeno y/o hereje que tengamos más cerca y, a poder ser, ejecutarlo con brutalidad ejemplarizante para regocijo del Emperador y sus adeptos. O sea, nosotros. Habiendo dejado claro el qué, toca profundizar en el cómo: lo que de verdad diferencia a Space Marine II del resto de shooters en tercera persona. Y del mismo modo que en el apartado artístico, Saber construye su entramado jugable demostrando, a partes iguales, respeto por sus antecesores y una importante dosis de inteligencia.

Lejos de ser rupturista, Space Marine II abraza con entusiasmo los sólidos cimientos de una primera entrega que, merecidamente y aún a día de hoy, goza del estatus de título de culto. Sin embargo, y por fortuna para nosotros, Saber Interactive es consciente de que entre el rupturismo y el mero continuismo hay un virtuoso término medio, por lo que a nadie debería de sorprender que Space Marine II sea un título que profundiza en las virtudes de la primera entrega mientras pule sus más que evidentes aristas. Relic Entertainment se enfrentaba a un reto mayúsculo al comienzo de la saga y, aún así, consiguió salir adelante fusionando disparos y combate cuerpo a cuerpo de forma magistral para conformar un sistema de combate brutal, ágil y, sobre todo, satisfactorio y divertido.

Todas esas ideas, claro, permanecen en Space Marine II... pero con el volumen subido al doce. Allí donde se intuían tonteos con el género del hack and slash, Titus ahora es capaz de hacer parrys, esquivas perfectas e interceptar los embates enemigos para dar paso a espectaculares ejecuciones o disparos a quemarropa con nuestra arma de respaldo que no sólo harán un daño considerable a nuestros enemigos sino que, además, recuperarán una porción de nuestra armadura. Y aunque repartir guantazos está muy bien, para hacerlo con solvencia tendremos que diezmar previamente las líneas enemigas.

La silueta de un Marine Espacial va asociada de forma inequívoca al sempiterno bólter y, como es natural, este hará acto de presencia en Space Marine II. Ahora bien, para que ejerzamos con contundencia nuestro papel como ministros de la muerte, nuestro arsenal verá la inclusión de un buen puñado de variantes del bólter estándar. Por el camino perdemos al Lanzador de Venganza - ¿El Lanzador de Venganza? Eso suena prometedor -, pero a cambio recibiremos carabinas que escupirán plomo a toda velocidad, bólters con lanzagranadas acoplados (os recuerdo, por si acaso, que la munición estándar de un Marine Espacial es explosiva, así que explosión + explosión = diversión) o rifles pesados que cocearán como un martillo neumático, tendrán una cadencia similar y abrirán agujeros de tamaño acorde.

Con semejante arsenal, uno podría pensar que Titus va a ser el protagonista de un paseo militar. Y nada más lejos de la realidad. Desde el pitido inicial, las cosas pintan feas, muy feas, para unos Ultramarines que tocan tierra en un teatro de operaciones en el que La Guardia Imperial está sobrepasada por el enjambre Tiránido. Todo ello se traduce en tensos enfrentamientos con decenas de enemigos en el mejor de los casos y campos de batalla enormes, caóticos y con amenazas por doquier en el peor de ellos. No los dejaremos atrás con la misma sensación, claro está, pero sí compartirán denominadores comunes como saber cuándo aplicar fuego a distancia y cuándo desatar la espada sierra o que ambos son, en suma, divertidos a más no poder. Porque cuando estamos apoyando a la Guardia Imperial a repeler una ofensiva Tiránida - una de tantas, más bien -, y a un lado sus agotadas filas hacen lo que pueden y al otro hay tantos bichos de fauces gigantescas que no sabemos ni por dónde empezar a poner el punto de mira, es inevitable pensar “demonios, esto es puro Warhammer 40K”.

Porque, a fin de cuentas, eso es lo que pretende Warhammer 40,000: Space Marine II: convertirse en el videojuego quintaesencial de este universo. Y por El Emperador, vaya si lo consigue. Aunque, por desgracia, no puedo extenderme todo lo que me gustaría hablando de cómo amplían su longevidad los modos cooperativos, multijugador y sus casi inagotables opciones de personalización - en el periodo pre-lanzamiento sólo hemos podido encontrar algunas partidas aisladas, aunque estas han sido mucho más que satisfactorias -, creo que, a la postre, nos estaríamos alejando de lo realmente importante: que Space Marine II, además de ser un videojuego imponente por derecho propio, es una secuela ejemplar. Saber Interactive estudia, amplía y pule la tesis presentada por la primera parte y nos devuelve un título extremadamente divertido, variado y espectacular en todos sus frentes. Con estos galones, sólo podemos esperar lo mejor para el cierre de la trilogía.

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