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Avance de Wolfenstein II: The New Colossus

Maldito bastardo.

Al empezar a jugar a The New Colossus, la esperada secuela de Wolfenstein: The New Order, nadie diría que B.J. Blazkowicz es una especie de implacable Terminator que en vez de dar caza a Sarah Connor se dedica a matar nazis. Tras despertar de un coma en un U-Boat capturado por la resistencia, se ve postrado en una silla de ruedas, débil (su salud no se mantiene en más de 50 unidades, por muchos botiquines que recojas) y hecho mistos. Pero al igual que le ocurría a La Novia, la protagonista de Kill Bill -una de las mejores cintas de Quentin Tarantino-, ni siquiera esto es capaz de frenarle: por los pasillos del submarino despacha varias docenas de soldados como si tal cosa. Estar medio paralítico no va con él ni tampoco va a evitar que haga lo que mejor sabe hacer.

Esta no es la única escena en la que se nota una clara influencia del particular estilo y obra del conocido director de cine. En la segunda misión que pude probar en las oficinas de Bethesda en Londres, y que no se jugó en el pasado E3, el protagonista se traslada hasta Roswell con el objetivo de hacer volar por los aires al Oberkommando del ejército nazi con una bomba termonuclear escondida en un extintor. Tras pasear disfrazado de bombero por las calles del pueblo, donde se celebra un desfile militar y te cruzas con miembros del Ku Kux Klan, entras en el típico diner en busca de tu contacto de la resistencia. Lo que no esperas, claro, es que acto seguido entre también un locuaz comandante nazi pidiendo un batido de fresa, que se siente en la barra junto a ti dando palique y que empiece a sospechar que tramas algo. Es una secuencia que, como habréis adivinado, se inspira de forma muy obvia en la escena de la taberna de Malditos Bastardos, y lo cierto es que está muy bien resuelta, con una tensión que va in crescendo hasta alcanzar el clímax.

Funciona, en buena parte, porque MachineGames vuelve a demostrar una gran habilidad a la hora de dar forma y entidad a este curioso pasado alternativo, una distopía en la que el Tercer Reich ha ganado la segunda guerra mundial y domina el mundo con puño de hierro y la inestimable ayuda de una tecnología tan avanzada como mortal. Hay montones de pequeños detalles que dan credibilidad a este ácido universo, desde los innumerables pósters de propaganda que adornan casi todas las paredes hasta los discos de vinilo con música aria (vuelve a haber numerosos guiños a la cultura popular de la década de los sesenta), pasando por rutinarias conversaciones en alemán entre los soldados enemigos. En estas dos misiones, sin embargo, parece que los desarrolladores han recucido un poquito el humor en pos de una narrativa más oscura y, hasta cierto punto, sórdida: tiene sus chascarrillos y sus escenas cómicamente exageradas, sí, pero en estos niveles he apreciado un tono más fatalista, con alguna situación (como la ejecución de una mujer usando un hacha o las duras burlas de Frau Engel hacia su oronda hija) que llega a resultar incómoda -en el buen sentido- por mucho que esto sea un juego de tiros.

Porque sí, en el fondo esto es un juego de tiros. Y uno bastante bueno, la verdad; la base de The New Order a nivel jugable y de mecánicas ya era muy sólida, y el estudio sueco ha optado por no arriesgar mucho en la secuela, porque si algo funciona no hay necesidad de reinventar la rueda. Vuelves a tener la posibilidad de usar dos armas a la vez (las cuales, por cierto, siguen teniendo esa satisfactoria contundencia de su predecesor), los perks que se obtienen cumpliendo pequeños encargos y la opción de encarar los niveles apostando por el sigilo o la acción directa, por ejemplo. Los cambios, a juzgar por esta demo, son más bien pequeños, con sutiles novedades como kits de ampliación para las armas (los cuales permiten adquirir mejoras tipo silenciadores, cargadores ampliados o culatas que reduzcan el retroceso), pequeñas hachas de mano que puedes lanzar a los enemigos para eliminarlos sin hacer ruido como si fueses un indio navajo y alguna que otra adición en el arsenal.

Esto es, quizás, lo único que me ha decepcionado un poquito en esta primera toma de contacto, la aparente ausencia de novedades de calado que hagan de The New Colossus algo sustancialmente mejor que The New Order. Porque lo demás, sinceramente, cumple sobradamente: visualmente es fantástico, con un apartado gráfico que se mueve suavemente a 60FPS, la banda sonora con toques de rock industrial es de esas que te gustaría añadir a una lista de Spotify, la historia parece estar mucho más trabajada y, sobre todo, estar mucho mejor explicada, y el abierto diseño de los niveles ofrece montones de posibilidades. Y, lo más importante, la acción es tan salvaje y frenética como esperarías de un título que promete sensaciones fuertes y el siempre gratificante objetivo de matar nazis, llenándolos de plomo o rajándolos con el frío filo de tu hacha (ahora que caigo, otro guiño a Tarantino y al Teniente Aldo Rayne).

Va a ser interesante ver, además, cómo el nuevo Wolfenstein hace malabarismos entre la diversión más descerebrada y una ambientación que, por casualidades del destino, tiene no pocos ecos con la situación sociopolítica que envuelve actualmente a Occidente. Con el juego de 2014 MachineGames recuperó con éxito una franquicia que inauguró un género pero había pasado a un discreto segundo plano; tres años más tarde es el momento de demostrar que han alcanzado la madurez. Parece que lo han logrado, pero no lo sabremos seguro hasta finales de octubre, cuando Wolfenstein II: The New Colossus llegue a Xbox One, PlayStation 4 y PC. Ganas, desde luego, no nos faltan...

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