Avance de Wolfenstein Youngblood
Shoot them.
Cuando te pones a los mandos del nuevo Wolfenstein ya sabes a lo que vienes: un título que aprovecha el motor y las mecánicas del anterior The New Colossus para crear una experiencia nueva que, esta vez, tiene el modo cooperativo como su núcleo jugable. Si necesitamos explicarlo un poco más, en Youngblood interpretamos - nosotros y nuestro acompañante - a las hijas de B. J. Blazkowicz, en una historia situada un buen puñado de años después de los eventos del último juego. Los puntos en común son muchos: fundamentalmente destaca el gunplay rápido, pensado para jugar de forma agresiva aunque con algunos toques de sigilo, y las ejecuciones, brutales y gráficas como pocas. Estamos asesinando nazis, el enemigo por antonomasia de los videojuegos: aquel con el que no podemos ni deberíamos poder empatizar, y por tanto no tenemos ningún tipo de miramientos a la hora de ejecutar por la espalda.
Pero estamos hablando de un juego cooperativo, en el que cada jugador maneja a un personaje con no sólo personalidad, sino también habilidades diferentes. En ese sentido, el juego maneja todos los elementos que nos podemos imaginar. Si una de las dos hermanas muere, se acabará la partida, así que cuando nuestra compañera caiga en combate tendremos que apresurarnos a resucitarla antes de que pase un tiempo determinado para que la misión no se vaya al traste. Podemos compartir munición, escudos y salud, y nos enfrentaremos a los típicos - pero no por ello menos efectivos - puzzles en los que ambos jugadores tenemos que juntarnos para abrir una puerta, activar botones o resolver acertijos.
Lo que es más interesante en toda esta mezcla es que este título está desarrollado por Machinegames en colaboración con Arkane Studios. Por lo que sabemos, estos últimos parecen haber colaborado fundamentalmente en el diseño de niveles. Si comparamos los dos niveles que hemos jugado - una base nazi, divertida pero más convencional, y un asalto por las calles de París, mucho más amplio y arriesgado - no nos cabe ninguna duda de que la marca de los desarrolladores de juegos como Dishonored está presente en todo momento. Se nota un aumento de calidad sustancial en el diseño de los mapas, que no están pensados para que ambos personajes transiten el mismo camino sino que presentan múltiples bifurcaciones por las que nos orientaremos de forma totalmente intuitiva sin ningún problema y que, en general, recorreremos en solitario, encontrándonos sobre todo en los puntos claves en los que el juego nos de o bien un respiro, o bien un enemigo particularmente poderoso.
El diseño de niveles no sólo acompaña sino que remata por completo la experiencia cooperativa, porque la disposición de los caminos hace totalmente necesario que necesitemos estar en comunicación constante con nuestra compañera no sólo para no perdernos, sino para no adelantarnos y poder echar una mano al otro cuando la necesite. Esto significa que ir por libre, no prestar atención a nuestro entorno y dejarnos llevar por el calor de la batalla nos penalizará más que nunca, porque si no estamos atentos a la posición y situación de nuestra compañera, una mala situación puede costarnos la partida entera. Es un juego de disparar y asesinar, sí, pero también de tender una mano al compañero cuando la necesita, y es aquí donde radica su diferencia con otros títulos y el elemento que, bien desarrollado, puede hacer a Youngblood brillar con luz propia.
Sobre las mecánicas, y además de lo ya mencionado, hay algunos cambios pero lo básico se mantiene. Si tuviésemos que destacar una de las diferencias sería precisamente el diseño de los enemigos. Más o menos tienen las mismas clases que siempre, pero ahora el botín que sueltan cuando los derrotamos depende de sus características: los soldados médico dan objetos de curación, los soldados pesados dan más armadura y los de artillería más munición, de manera que nos convendrá entender bien en qué orden queremos eliminarlos para optimizar nuestros recursos.
Hay un par de detalles más sobre la historia y el desarrollo del universo de la saga que no os puedo contar todavía para no estropear la experiencia, pero van muy en la línea de lo visto en el anterior título; y en general, Youngblood es continuista pero no tiene miedo a meter un par de ideas nuevas allá donde ven que se necesitan. Lo que hemos visto es, sin duda alguna, prometedor, y ahora sólo nos queda por ver si las gemelas Blazkowicz estarán a la altura, como personajes, del legado que deja su padre: una tarea que, ojo, no tiene nada de desdeñable.