Análisis de Wreckfest
Era un domingo en la tarde fui a los coches de chooooque… ni no nino ni no ni nooo.
A veces nos perdemos en malabares técnicos y en guerras absurdas, olvidándonos de que los videojuegos en su mayoría tienen, simplemente, el propósito de divertir. Con este fin, de forma esporádica aparecen propuestas que se centran en cumplir dicho objetivo sin demasiados miramientos, emulando los albores del sector, cuando éramos felices con bien poco, sin preocuparnos por las resoluciones o las tasas de frames por segundo.
Esta bien podría ser la carta de presentación de Wreckfest, un título que puede que os suene porque lleva un tiempo pisando a fondo en el mercado. Tras un largo periodo de acceso anticipado en PC, da el volantazo a consolas para que un público todavía más amplio pueda hacer el cafre en un juego donde, aunque suene a tópico, lo menos importante es llegar a la meta en primer lugar, sino que lo que impera es divertirse por el camino. Una oda a la destrucción que nos retrotrae a la época de clásicos como Destruction Derby o Vigilante 8 - de hecho, al frente se encuentra el estudio finés Bugbear, responsables de FlatOut, otra propuesta de corte similar.
Nada más acceder al menú inicial ya comprobamos que el tono canalla impera en todo momento, y que poco más importa. Para ponernos un poco en situación, lo primero que se nos permite hacer es una carrera con una especie de kart en la cual se nos insta a destrozar cinco competidores. Una maraña de motores rugiendo, carrocerías resquebrajándose y neumáticos volando por los aires, vamos, una versión mature de los autos de choque que encontramos en las ferias de los pueblos. Aquí la acción es directa, y casi no hay respiro entre prueba y prueba. Mucho menos cinemáticas para ponernos en situación; directamente la cuenta atrás para pisar el fondo al acelerador y lanzarnos contra nuestros contrincantes. Literalmente.
Aunque hemos dicho que lo menos importante es cruzar la meta en primer lugar, técnicamente no es así, al menos en las carreras tradicionales, donde obtendremos los requisitos para desbloquear nuevos retos a medida que ganemos. Pero claro, la tentación es grande y os aseguramos que más de una carrera se irá al traste simplemente porque irrefrenablemente querréis chocaros contra el coche de delante y terminaréis perdiendo el control. El peaje a pagar por hacer el cafre puede ser tan caro como gratificante.
Una de las cosas que sorprende en la primera toma de contacto con Wreckfest es que la obra de Bugbear se aleja por su estilo de conducción de este tipo de juegos. En estos títulos de velocidad se suele optar por un sistema arcade sin demasiadas complicaciones para amoldarse a todos los públicos, pero aquí, en cambio, encontramos un enfoque más cercano a la simulación - lejos de juegos como Gran Turismo, Forza Motorsport o Assetto Corsa, obviamente - que exige cierta práctica para dominar al completo, hasta terminar en convertirse en una delicia. De hecho, nos permite ajustar la configuración a nuestro antojo antes de cada carrera, para adaptar el bólido al tipo de asfalto en el que se desarrolla la competición o incluso a dotarle de una carrocería más potente para soportar mejor las embestidas rivales. En la parte inferior izquierda de la pantalla vemos un indicador del estado de nuestro vehículo en el que se muestran los daños de todas las partes de nuestro automóvil. Si golpeamos una rueda o el motor ha quedado resentido por un gran impacto, el rendimiento disminuirá considerablemente, restándonos opciones de colgarnos la corona de laurel en el cuello, y, por supuesto, también hay una amplia variedad de detalles estéticos para personalizar cada una de nuestras pertenencias del garaje, y así mostrarle al mundo un punto de vista más personal.
Pero el mayor aliciente de Wreckfest es, sin duda, su vertiente multijugador, donde nos batimos con otros jugadores. Aunque la IA del juego está muy lograda y se ha pulido bastante durante su periodo de desarrollo en acceso anticipado, cerrándonos el paso y evitando que cojamos su rebufo, sigue sin haber nada tan imprevisible como la mente humana. Aquí se multiplica el factor sorpresa, y una carrera en la que vayamos mal puede cambiar sus tornas rápidamente con el ansia del resto de pilotos, quienes suelen causar multitud de accidentes de los que podemos aprovecharnos si estamos listos. La vida útil del juego aumenta con el Modo Trayectoria, en el que debemos ir cumpliendo objetivos para desbloquear nuevas pruebas de mayor dificultad. Es cierto que una vez disipado el factor sorpresa inicial estos retos contra la IA se vuelven algo repetitivos, pero también hay que destacar algunos en los que se nos proponen situaciones tan surrealistas como vencer en una carrera de sofás o sobrevivir a una carrera de destrucción con autobuses.
A nivel técnico no se puede echar nada en cara a la nueva versión para consolas. Es cierto que se mueve a treinta frames por segundo, tanto en PlayStation 4 como en Xbox One, pero el resultado es sólido y solvente, manteniendo la estabilidad incluso cuando más impactos se producen en pantalla. Sí nos ha dado la sensación de que el sistema de partículas tiene un nivel de detalle menos que en su versión de PC, pero por lo demás, salvo algún que otro pequeño problema técnico con la colocación de la cámara cuando tenemos un coche muy pegado en algunos circuitos y que entorpece un tanto la visión, nada que achacar en este aspecto. Además, para celebrar la llegada del juego a consolas hay tres nuevos trazados, que los usuarios de PC han recibido también de forma gratuita mediante una actualización.
Por definirlo de alguna forma, Wreckfest es un auténtico placer culpable: ideal para disfrutar delante de la pantalla cuando no nos apetece estrujarnos la cabeza demasiado, y tan solo nos apetece pasar un buen rato sintiéndonos como en un desguace. Os guste o no el mundo de la velocidad, desborda personalidad y ofrece un estilo versátil y compacto, capaz de ensimismaros desde la primera carrera.