Análisis de Xenoblade Chronicles 3D
Un titán en miniatura.
Uno de los momentos de la pasada generación que recuerdo con más cariño son los eternos paseos por los sobrecogedores escenarios de Xenoblade Chronicles en Wii. Recuerdo ir descubriendo poco a poco su escala, sorprenderme con la cantidad de detalles inapreciables, arquear las cejas con sus giros en la trama; recuerdo darme cuenta de que, en efecto, estaba paseando por los cuerpos sin vida de dos titanes que, paradójicamente, estaban cubiertos de vida, de vegetación, entornos que de verdad parecían haber respirado alguna vez, en un tiempo ya olvidado. Recuerdo sorprenderme a mí mismo hechizado, mirando a la pantalla sin mover un dedo, escuchando su inmejorable - inmejorable, vuelvo a remarcar - banda sonora antes de parpadear y volver a los mandos. Recuerdo haber aprendido a querer un poco más a mi Wii.
Han pasado cuatro años, Xenoblade Chronicles ha llegado a 3DS, y todos esos recuerdos que guardaba como oro en paño han cobrado la misma fuerza otra vez.
Xenoblade Chronicles es un JRPG tradicional que, sin embargo, completa su puzle con piezas más características del diseño occidental, como un combate a tiempo real y, en general, un desarrollo más dinámico e inmediato. Es un juego de rol japonés, claro, pero de alguna forma deja de darle tanto peso a la lentitud característica del género. En ese sentido, Monolith se alejó de forma deliberada del sosiego y la contemplación más pausada, del avance más lento de los JRPG; un recurso, una forma de vida para los japoneses, que tiene sus raíces en los rituales ancestrales del bushido y que sigue vigente tanto en la vida del país como en el funcionamiento de las compañías allí afincadas. De ahí que, en su momento, fuera tan bienvenido para determinado público occidental y tuviera tanta aceptación fuera de Japón.
Pero por lo demás, Xenoblade Chronicles tiene todo lo que esperas de un JRPG, además de una de las historias más absorbentes y sorprendentes que recuerdo; es lo mejor del juego, ciertamente, y eso es decir mucho en un título con los valores de producción de Xenoblade. La aventura tiene lugar en los cuerpos de dos titanes colosales, grandes como continentes, que tras una refriega inabarcable terminaron matándose el uno al otro y quedaron inertes en mitad del océano, unidos para la eternidad por el impacto de sus dos armas. Encima de ellos se desarrolló la vida con una peculiar dicotomía: en el titán Bionis se desarrolló la raza huma, la más parecida a los humanos, a nosotros; en el titán Mekonis se desarrolló otro tipo de vida, los mekon, seres mecánicos que son menos empáticos y más fríos que los huma.
Como es costumbre entre seres vivos conscientes de sí mismos, tras ello se inicia una guerra entre ambas civilizaciones que no va más allá gracias a un artefacto llamado Monado, una misteriosa espada capaz de mostrar el futuro a aquél que la blanda, aunque sea a costa de su propia vida; ahí es donde entra nuestro protagonista, Shulk, un habitante de la Colonia 9: tras obtener la legendaria espada descubre que es capaz de predecir algunos ataques del enemigo. Es algo que, mal llevado, bien podría haber arruinado la experiencia de juego, pero merece la pena resaltar lo bien que funciona dentro del conjunto.
Porque Xenoblade Chronicles está lleno de detalles, sí, pero si hay algo que lo caracteriza es la escala, la inmensa escala de sus escenarios y la ambición con la que trata cada uno de sus aspectos; es todo gigantesco, todo derrocha vida, y es encomiable que todo esto se mueva de forma fluida en una consola como New Nintendo 3DS, especialmente teniendo en cuenta que este juego no parece una opción demasiado obvia para hacer un port; Xenoblade ya era perfecto en Wii y se disfrutaba mejor en una pantalla grande, con menos dientes de sierra, mayor carga poligonal y unas texturas de mayor resolución, pero a pesar de los pequeños e inevitables sacrificios, no deja de ser, como esos gigantes que se enfrentaron eones atrás, un trabajo titánico conseguir que todo esto se mueva en la "nueva" portátil de Nintendo - recordad que Xenoblade Chronicles 3D no funciona en antiguos modelos de 3DS. Quizá eso es lo que quería conseguir la compañía con todo esto: demostrar qué se puede hacer con una pequeña mejora en la CPU de la consola para poner los dientes largos a los usuarios e incitar a la desarrolladoras.
Sí, algunos detalles se pierden en esta versión, con algunos indicadores no tan fáciles de ver debido a la excesiva información en pantalla y a una cantidad considerable de dientes de sierra que desmerecen bastante el efecto en tres dimensiones (agradable en las impecables escenas cinemáticas, pero muy molesto en las demás situaciones), pero aunque pueden no pasar un examen concienzudo, son detalles que nunca afectan negativamente a la impresión general; es un mundo abierto enorme que podemos explorar libremente, de arriba abajo, y que trata de forma excepcional tanto la capacidad de sorpresa del jugador como el placer de saber que estamos descubriendo algo nuevo. Y la ambientación, la sensación de estar ahí, no ha perdido ni un ápice de su atractivo.
Los combates son dinámicos - de hecho el movimiento es parte esencial de los mismos - y muy entretenidos debido a la colaboración de nuestros compañeros, que podemos pasar a controlar en cualquier momento para aprovecharnos de sus habilidades especiales, llamadas Artes en el juego; los demás, los que controla la CPU, seguirán atacando automáticamente al enemigo. Cada técnica cuenta con características muy concretas que nos fuerzan a plantearnos cada movimiento cuidadosamente; algunos ataques pueden causar más daño si se realizan a espaldas del objetivo, mientras que otros serán más potentes si los propinamos desde uno de los lados, o mientras el enemigo está afectado por un estado en particular. Eso consigue que las batallas sean rápidas, variadas e interesantes, más intuitivas que en otros exponentes del género, pero hay un detalle que todavía no logro comprender: como sucedía en Wii la navegación por los menús sigue dependiendo de botones en lugar de aprovecharse de la pantalla táctil, por lo que aunque podemos movernos libremente es un poco engorroso si estamos en mitad de un combate.
Si nunca habéis jugado y buscáis la excusa perfecta para estrenar consola, no podéis dejar escapar esta oportunidad. Es Monolith en plena forma
Es posible que muchos no le puedan dedicar el tiempo que un juego de estas características exige debido a su duración y a sus interminables misiones secundarias, muchas de las cuales podemos cumplir automáticamente sin darnos cuenta, siguiendo la trama principal, pero aquellos que puedan hacerlo descubrirán, además, un profundo sistema de relaciones sociales que nos permite establecer lazos con los demás personajes, otorgarles una personalidad marcada, y llegar a creer que tras ese avatar de robóticas expresiones hay un motivo, unos objetivos y un carácter determinado. No hacía falta añadir esas capas de profundidad para conseguir que Xenoblade Chronicles fuera un gran juego, y sin embargo, ahí están. Como tantas otras cosas.
Lo decía en el avance, y lo sigo manteniendo ahora: sigo creyendo que Wii es el mejor lugar para jugar a Xenoblade Chronicles, no solo por el apartado gráfico sino por la comodidad en el control (con el mando Pro, se entiende), y me sigo preguntando cómo le habría sentado al juego pasarse por Wii U, pero este port para New Nintendo 3DS no podría haber salido mejor parado. Comprimir toda esa información, toda esa escala abrumadora para que quepa en el bolsillo del pantalón es un ejercicio admirable que no ha tenido que ser nada fácil, y el testimonio perfecto de que estamos ante un juego que lleva impregnado el sello de clásico desde el primer día. Si nunca habéis jugado y buscáis la excusa perfecta para estrenar consola, no podéis dejar escapar esta oportunidad. Es Monolith en plena forma.