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Yakuza 2

Más vale tarde que nunca.

Si disfrutaste del original seguramente tengas una idea de lo que puede ofrecer esta segunda parte. De nuevo, la jugabilidad está perfectamente equilibrada para evitar que el usuario caiga en la monotonía, pero quizá, para los fans más curtidos de los beat’em up, la mecánica no sea del todo satisfactoria.

El título cuenta con una curva de aprendizaje más que accesible para todo tipo de jugadores y la profundidad suficiente para no defraudar a nadie. En este sentido Yakuza adopta el sistema de control de God of War que con tan sólo dos botones, cuadrado y triángulo, permite realizar la mayoría de movimientos y combos, y evita al jugador recordar complicadas combinaciones. Las peleas en los primeros compases de la aventura no tienen mucha complicación, y se pueden resolver con el clásico puñetazo, puñetazo, puñetazo, patada, pero es el momento en que los enemigos descubren el arte de cubrirse y portar armas, cuando los combates se vuelven interesantes.

Permítenos un consejo: no se te ocurra dar la espalda a un mafioso en Yakuza 2, porque las consecuencias pueden ser la mar de obvias, mucho más que en la primera entrega puesto que la dificultad se ha elevado de forma sustancial. Para hacerles frente Kazuma dispondrá con más frecuencia de la habilidad ‘Heat’, que no tiene nada que ver con Al Pacino ni con Robert de Niro, y que le permitirá agarrar a los enemigos y estamparles la cabeza, literalmente, contra el objeto contundente más cercano, al ritmo de una banda sonora de huesos rompiéndose. En general, las ocasiones para hacer ‘Heat’ se han incrementado, el medidor –Heat Gauge– se rellena un poco más rápido y las batallas siguen siendo totalmente al azar pero mucho más espectaculares, gracias a los nuevos movimientos. ¿Violencia gratuita? Yo digo sí.

Técnicamente Sega ha hecho un trabajo impecable en cuanto a realización. Todo lo que se muestra en pantalla, desde las calles más bulliciosas hasta los callejones de mala muerte, están perfectamente rematados. Las ciudades –Osaka y Tokio– están llenas de vida y permiten disfrutar del gusto por el detalle de los diseñadores gráficos a la hora de ofrecer visiones cercanas de los lugares emblemáticos de ambas urbes. Los neones, la arquitectura típica tan exótica, incluso el hecho de que cada edificio sea distinto y se renderice por separado, suponen un logro increíble para un juego de PS2.

El diseño de los personajes no desentona en absoluto, y al igual que todo el conjunto, alcanza un nivel de galardón. Cada uno de ellos ha sido cuidadosamente definido y animado con detalle para conseguir que transmita emociones a un nivel convincente. Además, esta vez sí que se han respetado las voces originales en japonés con lo que ahora los personajes disponen de una personalidad perfectamente coherente a nivel sonoro y de entonación. Es una gozada, especialmente, apreciar los matices del habla de los habitantes de Kansai, una región de Osaka que cuenta con un acento propio, al parecer bastante característico.