Crónica del YT Battle Royale
Salvadores.
Nota del redactor: Aunque este texto se ha realizado por iniciativa propia, el autor conoce personalmente a varios de los invitados al evento y desde la organización existe relación con Eurogamer España.
"¿Salvador Raya?". Aplausos, alguna risa. Son las once de la mañana en el Meliá Castilla y todo el mundo está en recepción. Youtubers, streamers... decenas de invitados a lo que Rubén Doblas, ElRubius, ha llamado un "torneo de Fortnite". La intención es reunir a cien influencers bajo un mismo techo y hacer que todos se maten entre ellos frente a una audiencia de más de 1.500 personas, pero de momento ni siquiera hemos subido al autobús. Nos están llamando y, entre el jolgorio de la multitud, aparece Salvador con paso lento y una sonrisa tímida. Está a unas pocas horas de convertirse en leyenda, pero él no lo sabe.
Ninguno lo sabemos. El día anterior al evento quedo con algunos youtubers y hablamos de todo un poco. Hay premios en este torneo, pero los hay que no están de acuerdo con la idea. Algunos preferirían que fuera puramente benéfico, una recompensa simbólica a donar. Otros lo aceptan. Hablamos sobre si Gamergy será capaz de soportar la reunión de tantos grandes nombres; a mí me suena imposible. Me lo imagino rebosante y sólo 1.500 personas no me bastan siquiera para uno de ellos. Uno de los presentes se aventura con una cifra: "Yo digo que habrá diez millones de espectadores". Otros le llevan la contraria: este evento se hace un viernes a media tarde mientras que el anterior torneo que organizó Rubius, a través de internet, se hizo un domingo por la tarde. Entonces rompió el récord mundial de espectadores simultáneos en un stream con más de un millón de personas. El calendario no acompañará, pero esta vez es presencial. La primera ronda de entradas, vendidas por la LVP, se agotó en menos de una hora. Habrá otro ambiente. Es el único motivo por el que yo me hallo aquí: ocurra lo que ocurra, quiero verlo.
De vuelta en el hotel, entre conversaciones informales se pueden ver cámaras en movimiento, youtubers capturando material para futuros vlogs. Uno de ellos, al escuchar su nombre, empieza a gritar mientras corre entre los invitados, sucumbiendo a un pánico impostado mientras se graba a sí mismo. Todo sea por el espectáculo. A lo largo del día hay conversaciones solitarias de cara a un objetivo, sentadillas frente a cámaras para explicar cómo está el ambiente y paneos con el brazo en alto para pillar un buen ángulo; una parte de mí recuerda que el trabajo en YouTube significa ese sacrificio de la intimidad y moverse con una cámara a todas partes. Otra parte piensa que cada uno ha venido aquí por un motivo; los hay que están para divertirse y quieren aprovechar esta oportunidad para reencontrarse con compañeros de profesión, otros vienen para conocer gente y algunos están aquí porque saben que habrá muchos ojos mirando. "Vengo a ganarme unos viewers, que no soy gilipollas".
Tampoco puedo hablar muy alto. Yo camino de un lado a otro tomando notas en un cuadernillo porque quiero sacar un texto de aquí.
Resulta sorprendente lo deprisa que hemos asumido que esto sea real. El 8 de junio Rubius anunció por Twitter que "vamos a hacer el torneo de Fortnite con 100 youtubers, pero esta vez PRESENCIAL. Con casters, cámaras, 100 PCs, TODO", y helo aquí. Hablando con otros se veía que todo se había organizado con prisas y, por ejemplo, algunos tickets de vuelo no se entregaron hasta dos días antes del torneo. Un youtuber se encontró con que nadie había ido a recogerle al aeropuerto. Felipez360, tras llegar a Madrid, mandó un tuit a Gamergy pidiendo que, por favor, le dijeran en qué hotel se hospedaba. Y aquella cifra, 1.500 asistentes. Haría falta un estadio para cubrirlo bien, pero el tiempo apremia y seguramente Rubius lo viera como un ahora o nunca. Ha sido una inversión significativa de medios y personal y, desde su base, el evento está planteado de tal manera que nadie ganará dinero por él. Y, para haberse hecho en lo que la organización dice son "tres semanas", es sorprendente: un escenario principal, frente a la audiencia, en el que estarán los 20 jugadores principales, aquellos de más renombre, y uno secundario con los 80 invitados restantes. Son las 11.45 y, ya en el pabellón de IFEMA, muchos no han desayunado. El torneo no empieza hasta las 16:00, pero aquí estamos casi todos. Los únicos que faltan son los que no necesitaban dormir en un hotel y van llegando poco a poco. Hay que asegurarse de que todo va bien. El motor se pone en marcha y los miembros del staff empiezan a moverse. Hay más cámaras grabando aparte de las de youtubers. Material promocional, vídeos, entrevistas... El equipo busca a quien esté dispuesto a dedicarles unos minutos y pulsan record mientras otros comprueban que todo va bien en los ordenadores. Los hay que han traído periféricos desde sus casas y, por ejemplo, un jugador de Counter Strike: GO lamenta que su monitor sea de 27 y no 24 pulgadas. Según explica, a nivel competitivo los jugadores están acostumbrados de tal manera a una cierta configuración que el más mínimo cambio les desorienta. Está claro que él es uno de tantos que ha venido aquí a ganar. Mientras unos hablan, otros hacen partidas de testeo. Es una gran oportunidad para cualquiera de los invitados y nadie quiere quedar mal.
Llegados los actores centrales, aquellos que estarán en el escenario principal, se entrevé una tensión clara: hoy se juega en casa y jamás se ha hecho nada así. Se intenta paliar el nervio con la risa, pero los hay que no pueden escapar a la inquietud: Rubius porta una mirada seria y, al sentarse frente a su monitor para comprobarlo todo, rodeado por el staff del torneo, parece asfixiado. "Hasta a mí me está dando ansiedad", comenta Felipez360. Hace no tanto Rubius subió un vídeo explicando que iba a alejarse de la vida pública y ahora es el rostro visible de un evento cuya escala no se ha visto nunca. Frente a él, la otra cara de la moneda: Grefg, vistiendo una camiseta con su propio nombre, habla a las cámaras de Gamergy. No tan lejos, sobre el escenario, una enorme caja con un logo de pizzas descansa frente a los símbolos de media decena de compañías. Resulta una imagen dantesca.
Pasadas las horas, la organización avisa a los invitados de que vayan abriendo sus streams: para evitar que la conexión falle, han dividido el escenario secundario en grupos para que emitan unos a las 15.00 y otros a las 15.30. Después les llevan al escenario VIP sobre las gradas, donde esperan a que empiece el evento. Demasiada gente en muy poco espacio; subir las escaleras para encontrarse con el gentío mientras suena trap de fondo me transporta a algún club nocturno. Dónde me he metido. Al rato se me acerca Mister Jagger y me pide que si por favor puede apoyar su cabeza en mi hombro; al principio me parece uno de sus gestos de espíritu libre, él siendo él, pero me confiesa que lo necesita, que este ambiente le satura y está al límite. Una hora después Jagger será el primer entrevistado del torneo y aparece frente a cientos de miles de personas sin borrar su sonrisa ni perder su actitud.
Cuando entra el público siento una mezcla de ternura y angustia. Las primeras en la fila, un grupo de amigas adolescentes, llevan esperando desde las siete de la mañana. El chico que les sigue se ha despertado a las cinco para llegar a tiempo. Cuando entran, algunos dan brincos de alegría, otros gritan: "¡Corre, primera fila, corre!". Hay dos niños que llevan paseando un cuarto de hora sin borrar su sonrisa porque sus héroes, sus ídolos, están a su alrededor, en vivo y en directo. Hay rostros de ilusión y ganas, sonrisas y manos que señalan a algún youtuber. Yo mismo acabo siendo objeto de esta búsqueda cuando la gente empieza a encontrarme y pedirme fotos. Supongo que ya no puedo ir a estos eventos esperando ser una mosca en la pared. De ahí la angustia: el no poder estar tranquilo. Entre partida y partida, la gente abandona sus asientos para acercarse a sendos escenarios, y el escenario secundario siempre está rodeado de gente que quiere ver a los 80 invitados. Lo único que les separa es un pequeño muro que no llega a la cintura; parece un redil. Escucho a alguien comparándolo con un zoo donde son los youtubers los expuestos para que todos les vean en su hábitat natural. No puedo negarle parte de razón.
Además, no estamos solos. Cuando las butacas se llenan, los que quedan de pie no cubren sólo el perfil de fans; entre esos rostros reconozco community managers y RR.PP. Hay gente vestida de traje que mira el evento. Mientras hablo, una chica se me acerca para ofrecerme una bebida energética de marca y entonces miro al photocall en el cual, bajo el logo del torneo, hay filas con varias marcas repetidas en secuencia. Esto es una inversión, un testeo para probar hacia dónde se puede ir. Todos están mirando.
Pero muchos han venido para pasar un buen día y se entregan. Los jugadores principales llegan en un autobús escolar azul y, entre ellos, Rubius aparece con un cartel que versa "JELOUDAT EN EL CHAT". El público se muestra receptivo y ríe, aplaude y grita con la competición. En una pausa, Rubius toma el micrófono e interactúa con el público para hacerles cantar. Hay un ambiente de jolgorio y relajación, querer disfrutar y hacer que sea un día especial, y por eso quizá, cuando la última ronda no sale como estaba previsto, con la organización errando en qué clip poner y un barrido rápido por varios programas y ventanas frente a un público confuso, se decide que el evento no va a terminar así. Se repite la partida para acabar con una nota alta: todo el mundo a Pisos Picados a matarse. Pero mientras la gente se está matando a nivel de tierra, la cámara pasa a Salvador Raya y la gente aplaude y ríe: el hombre acaba de saltar del autobús y cae dando vueltas. "¡Es mi padre!", grita Ibai, uno de los comentaristas. "¡Un aplauso para este héroe!". Con Salvador lejos de la acción y de todas partes, la casualidad quiere que el resto se vayan matando entre ellos hasta que llega la hora de la verdad: uno contra uno, Salvador Raya contra Lolito, posiblemente el mejor jugador de Fortnite de España. Ni en nuestros sueños más alocados habríamos podido concebir que esto fuera posible; es demasiado bello para ser cierto. Los demás participantes se acercan a su puesto y empiezan a animarle, pero Salvador se viene abajo y se levanta. No quiere hacerlo, piensa que los demás se están riendo de él. Escucho a Jagger gritar: "¡Es como Evangelion!". Salvador realmente cree que la gente le desea mal y se siente un objeto. Es normal. YouTube puede ser un espacio tóxico, lleno de peleas horribles y drama de prensa rosa, y él jamás ha querido involucrarse. Ahora que siente el peso del mundo, cree que el mundo quiere comerle, y le entiendo. Entiendo el miedo a seguir el rollo de quien espera hacerte una gracieta. Entiendo que tema dar a luz un meme nocivo, que sea el nuevo hazmerreír de internet. Cada vez que ha aparecido la gente le ha aplaudido y se ha convertido en el centro de atención. No quiere ser un chiste y no se siente cómodo participando. Pero los demás le insisten, le dicen que está bien, que no se ríen de él sino con él, que está a punto de hacer historia. Hay debate, otros se unen, se abrazan, cantan y saltan en un intento por animarle, y cuando parece que Salvador se va a retirar, vuelve y termina lo que había empezado. El mundo contempla las palabras "SalvadorRaya eliminated LOLITOFDEZ with a rifle". Los gritos ensordecen el pabellón y todos sucumbimos ante la emoción de este gran imposible que acaba de ocurrir, historia del eSport, del espectáculo.
El día termina con una fiesta en una discoteca donde la música está demasiado alta como para poder hablar. Lo que viene siendo una discoteca, vamos. No pertenezco a esos espacios y llevo levantando la voz todo el día; no quiero quedarme afónico, así que duro poco, pero todos parecen estar satisfechos. Nadie se olvida de Salvador Raya y su momento de infinita gloria. Habían venido aquí a disfrutar y han disfrutado, pero a la vez algunos se permiten bajar la guardia. Al volver a mi casa me encuentro de casualidad con Rubius e intercambiamos unas pocas palabras. Parece estar bien, pero se le ve cansado tras un día tan largo. El momento en el que ha cogido el micrófono y ha hablado con el público me ha parecido significativo porque no era necesario. Con todo listo y funcionando, Rubius sólo tenía que dejar que pasaran las horas, pero dio ese paso adicional. Hace apenas un mes coincidimos en el estreno de Infinity War y los chavales le encontraron; aunque Rubius quería estar en paz, reunió fuerzas para hablar con ellos y hacerse una foto. Se entrega. Mañana será otro día y todo volverá al hábito; charlando me encuentro con gente a la que muchos de los asistentes han bloqueado. Otros han tenido rencillas en el pasado. Nadie olvida la polémica de Lolito. Pero por un día, ha habido buen ambiente. El público ha disfrutado. Ha habido momentos de gracia y la Gracia de Salvador ha hecho historia. Ha sido un paréntesis. Un buen día.