Análisis de Zeno Clash 2
Rocky vs Dalí.
Es imposible no distinguir de un primer vistazo cualquier juego del ACE Team, el equipo chileno que ha desarrollado Zeno Clash y su segunda parte -además de Rock of Ages.
Sebastián González, productor del estudio, dijo hace poco que se inspiran en clásicos como El Bosco, Leonora Carrington o John Blanche para conseguir ese estilo que se acerca a la fantasía punk. Sus mundos están poblados por unos personajes surrealistas y desgarrados que parecen esculpidos por Botero y pasados por un filtro de Moebius; son solo una pequeña parte de una mitología ambiciosa y que esconde más de lo que enseña. Hay torres rosas con ángulos perfectos, colosos que descansan en el desierto, bosques frondosos llenos de vida.
Es difícil gestionar un patrimonio tan ambicioso, y más siendo un estudio independiente. El primer Zeno Clash empezó muy bien pero parece que, de algún modo, los engranajes que rodean el arte y el guión no han sabido aguantar el peso de tanta responsabilidad. Quizás se ha prestado demasiada atención a la historia y a algunas mecánicas que no aportan tanto como deberían. Zeno Clash 2, que es un juego de acción, exploración y puzles en primera persona, hubiese sido el juego perfecto para ser tratado con ese diseño por sustracción del que tanto habla Fumito Ueda: es decir, no querer abarcar tanto y centrarse en un par de mecánicas que funcionen realmente bien en vez de implementar muchas pero no tan afinadas.
El combate más o menos lo consigue, pero no aguanta todo lo bien que debería el paso de las horas y se hace bastante pesado al poco tiempo de navegar por el mundo de Zenozoik. Se centran, como en el primer Zeno Clash, en los ataques cuerpo a cuerpo. Ahora importa dónde pegas y puedes hacer combos y enlazar movimientos. También, y aunque no abundan, hay pistolas y armas pesadas que dan algo de variedad a los enfrentamientos. Hay poco feedback visual, no sabes cuándo lo haces bien y cuándo lo haces mal, y las recompensas por un combate perfecto son demasiado difusas. El juego se obsesiona, demasiado a menudo, en girarlo todo en tu contra: todo el mundo quiere pegarte, cualquier zona es una zona con peligros y cualquier personaje deberá ser golpeado en la cara para que puedas avanzar. Como si se hubiese vestido con un traje demasiado grande, tanto puñetazo le queda raro; en ese mundo lo que te apetece no es acabar con todos.
La mecánica es bastante simple -por lo menos en PC: con el botón izquierdo del ratón pegas con el brazo izquierdo, y lo mismo con el derecho. La barra de espacio te sirve para bloquear, y puedes hacer un contraataque si la aprietas justo cuando el rival te está intentando pegar. También puedes esquivar golpes y si lo haces muy bien hasta activar un ataque especial. Tienes que ir con mucho cuidado, siempre, de no quedarte sin vida: la barra de salud es muuuuy difícil de llenar y al principio puede que te cueste superar hasta los combates iniciales.
La exploración tiene algunos momentos bastante brillantes, en especial cuando debes resolver algunos puzles -ya sea dentro o fuera de combates-, pero falla en demasiadas ocasiones. Es bastante imperdonable que no exista un botón de salto o, por lo menos, un botón para trepar o un salto automático a lo Zelda; si el nivel de mapas fuese excelente quizás no haría falta, pero te hacen dar mucha vuelta. Además puedes jugar en cooperativo, si lo deseas, y completar la aventura con otra persona.
Lo que me falla de Zeno Clash es que creo que hay una disfunción bastante visible en la asignación de prioridades. Hay ciertas parcelas con un potencial inmenso que se quedan sin explotar y, en cambio, debes machacar una serie de mecánicas que no tienen demasiada miga.
Es una lástima que no haya habido un salto más reseñable respecto al primer juego pero, a pesar de todo, y si tenemos en cuenta quién lo ha hecho y que sus recursos no son comparables con los de un gran estudio, Zeno Clash 2 es un juego entretenido y bonito que se deja jugar y que cuenta una historia con varios giros interesantes y muchas excentricidades que merecen la pena.