Dragon Age II
Spin-off más que secuela.
Es curioso que, mientras Origins recordaba vagamente a juegos como Baldur's Gate o Star Wars: Knights of the Old Republic, las sensaciones que transmite su secuela no van precisamente por ahí. Como es evidente recuerda estéticamente a la primera parte, pero entrando a comparar con otros títulos, los primeros que me vienen a la cabeza son Final Fantasy XII o Phantasy Star Online, siempre a nivel jugable (a nivel argumental huele a Bioware de principio a fin). Las zonas exteriores apasilladas, repletas de caminos sin salida con su correspondiente cofre, son buena prueba de ello. Por tanto, la exploración es casi nula, acercando el título a una linealidad sumamente peligrosa.
El planteamiento tanto del combate como de la historia convierten a Dragon Age 2, guste o no, en un producto inferior a su precuela. O como mínimo, mucho más sencillo. Quizá la culpa la tenga que este título parece diseñado 100% para consolas de sobremesa, mientras que Origins era uno de aquellos multiplataforma que no deberían haber salido de PC. Sea como fuere, la sensación es que todo está simplificado, desde el combate hasta los diálogos pasando por la propia estructura narrativa. Hasta parece que las posibilidades a la hora de resolver situaciones se han recortado; da la impresión de que nos pasamos el día asesinando hombres y bestias sin mediar palabra, cual beat'em up cualquiera. Vamos, que tu sobrinito se lo podría pasar sin problemas, pues lo más complicado que se encontrará será asignar atributos al subir de nivel, y hasta éstos han sido tremendamente simplificados.
Por ejemplo, no existe el atributo inteligencia, algo que debería ser considerado una herejía en un juego de rol. ¡No podemos determinar cuán inteligente es nuestro personaje! En su lugar está el atributo Magia, que mide, ejem, las capacidades mágicas de cada personaje. Siguiendo esta línea, el resto de atributos están completamente orientados a un aspecto (destreza mide la probabilidad de crítico, astucia la cantidad de vigor/maná, etc.) sin afectar lo más mínimo al carácter o modo de actuar de nuestro personaje. Así, no esperéis que las estadísticas del protagonista tengan influencia en conversaciones y otras situaciones no belicosas. A duras penas nuestro personaje mencionará que es mago (si es el caso) en las ocasiones en que venga a cuento decirlo.
En definitiva, Dragon Age 2 es un título decepcionante. No es que sea malo, en absoluto, pero está lejos de ser el bombazo triple A que fue su antecesor, dando la imagen de juego que se toma poco en serio a sí mismo, como si se tratara de un spin-off de consolas portátiles. Si no llevara "Dragon Age" en su nombre probablemente diríamos que es un juego entrañable, con sus carencias y sus virtudes, pero largo, entretenido y trabajado. Viniendo de los maestros de Bioware, sin embargo, no puedo hacer más que expresar mi incredulidad ante lo que han hecho con la saga que estaba llamada a ser el baluarte del "rol duro" (hasta donde se puede llegar hoy en día) en la actual generación. Una pena.