Child of Eden
¿El juego más hardcore de Kinect?
Child of Eden es el hijo de Rez, lo que explicaría por qué esta alucinante y nueva experiencia sinestésica nos parece tan cálidamente familiar como brillantemente original al mismo tiempo.
Es Rez en todo excepto en la retícula de apuntado que mueves alrededor de una pantalla brillante que parece poseer su propio latido, despegando de mundos parpadeantes y ondulados por los que flotas. Su influencia está presente también en términos de argumento, que vuelve a emplear la narrativa del juego original en una historia de cinco archivos de Internet (futuros mundos de pura información) que son corrompidos por virus.
Incluso hay otra mujer merodeando en el centro de todo el asunto: Limi, un misterioso personaje que está –una vez más– atrapada dentro de la máquina.
Pero algo importante ha cambiado. Tú. Tu avatar ya no es una pequeña forma geométrica cambiante en medio de la pantalla. Eres tú, en tu sala de estar, con tus manos moviendo el cursor mientras exploras cada intrincado rincón de los fascinantes archivos que vas encontrando.
Es Rez, y ahora controlas al personaje dirigiéndolo. Muzuguchi debe sentirse muy complacido consigo mismo, aunque probablemente sea demasiado humilde para sugerir tanto como esto: su mejor juego ha encontrado su esquema de control definitivo.
Merece la pena mencionar para empezar que Child of Eden no te costará más de 150 euros o así para jugar. Los controles del juego funcionan muy bien con el pad de control habitual de PS3 o 360, y sí, tiene toda la pinta de que también soporte Move. Pero Kinect (y esto no es algo que se haya dicho muy a menudo en estos últimos días) aporta algo nuevo al juego.
Eso nos quedó mucho más claro cuando levantaron la cortina del Teatro de Los Angeles al comienzo de la conferencia de Ubisoft, y ahí estaba el gran hombre, calentando, girándose hacia la pantalla, moviendo sus brazos para todos lados y tras todo esto jugando con amplios movimientos en picado.
Mizuguchi ha hecho Kinect fascinante de nuevo proponiendo que, si tu cuerpo es realmente el mando, ¿por qué no llevarlo hasta sus últimas consecuencias? Cuando juegas a Child of Eden, eres una parte del espectáculo, parte del efecto completo. Incluso en el proceso de calibración de la cámara, que la mayoría de desarrolladores trata de quitarse de en medio de la forma más olvidable posible, es un placer de ver, viendo como tu cuerpo es recreado con pequeñas libélulas cuando el juego comienza. Un aplauso, Q Entertainment.
En el backstage del espacio de Ubisoft en la feria tuvimos una oportunidad mejor de ver el juego, con Mizuguchi probándolo personalmente con la misma demo de la conferencia de Ubisoft –en un archivo que creo que se llama precisamente Eden– luchando contra hordas de calamares luminosos, apuntando y destrozando manadas de metralla naranja, quitándonos de en medio a enormes cabezas de girasol espectrales fabricadas con cables de fibra óptica, para finalmente llegar a un jefe que parece una estación espacial construida de una bola de discoteca y apoyada encima de un par de micrófonos de karaoke.