Deus Ex: Human Revolution
Jugabilidad orgánica.
Hubo un tiempo en el que juegos como Deus Ex eran, por derecho propio, coto privado del PC y privilegio casi exclusivo de los "peceros" -quienes tras años de sacrificio a base de especificaciones técnicas casi tenían derecho de pernada sobre cualquier cosa que fuese más allá del umbral arcade y del placer instantáneo de los juegos de consola. A nadie le extrañó entonces que el primer Deus Ex alcanzase la consideración de juego de culto. En aquel entonces la obra de Warren Spector tuvo el mismo efecto que un octógono de dextroanfetamina tragado en seco: fue la realización de una fantasía para muchos usuarios ávidos de escapar hacia ese atrayente mundo cyberpunk. Once años más tarde llega esta tercera entrega, pensada y diseñada para ese nuevo ecosistema plagado de elementos de cobertura, salud que se regenerá sola y "Logros" en el que los usuarios de PC y consola conviven tras la reconciliación.
Porque sí, Deus Ex: Human Revolution actualiza la fórmula de acción y sigilo del título original a las modas actuales y consigue que sea tan disfrutable a los mandos de un PC que con el pad de una consola. La trama argumental se sitúa 25 años antes de la historia original y nos pone en la piel de Adam Jensen, un antiguo SWAT con reservas acerca del uso de los implantes biomecánicos pero que, sin embargo, trabaja para Sarif Industries, una de las mayores compañías del mundo dentro de este campo en total expansión en el año 2027. No es hasta después de casi perder la vida en un brutal ataque al principio del juego que nuestro protagonista resucita convertido en un aumentado, con sus correspondientes atributos físicos y mentales mejorados gracias a la tecnología. Empieza aquí una trama que nos llevará a recorrer todo tipo de mega-corporaciones futuristas con el objetivo de desentrañar la típica conspiración propia de este género.
Como era de esperar, el núcleo central de Human Revolution se encuentra en el sistema de aumentos y en la posibilidad de que cada jugador pueda dar forma a su propio estilo de juego a medida que va activando nuevos poderes en el protagonista. Al mismo tiempo, también se ha hablado mucho de la enorme cantidad de formas de resolver que cada situación. Ambas características cumplen sobradamente con lo prometido y conforman una base jugable que funciona a la perfección cuando nos encontramos dentro de las misiones de infiltración, momento en que el título desarrollado por Eidos Montreal saca a relucir sus mejores virtudes. La grandeza de este mecanismo es que realmente da libertad al jugador para escoger su estilo de juego y siempre premia con puntos de experiencia aquellas actitudes más decididas tanto si optamos por la acción total como por el sigilo más absoluto.
Es con estos puntos de experiencia que vamos ganando la Praxis necesaria para aumentar nuestros atributos. Podemos mejorar nuestras habilidades mentales para hackear redes o tener más conocimientos sociales, o bien hacer más resistente nuestro blindaje, dar mayor contundencia a nuestros derribos o llevar más peso encima. Evidentemente también hay una serie de mejoras relacionadas con el sigilo como el camuflaje óptico, mejorar nuestra propia percepción del peligro, hacer menos ruido, etc. Debido a que el nivel de dificultad es bastante de la vieja escuela, es decir difícil pero sin llegar a la desesperación, la experiencia va mejorando a medida que acumulamos más implantes, y todo ello hasta los últimos capítulos, donde convertidos en una auténtica máquina de matar, nuestro paso por los distintas estancias es puro gozo -especialmente si optamos por la vía del sigilo.
Combinando a la perfección primera y tercera persona, las partes de acción se sustentan sobre un sistema de coberturas muy bien implementado y que se complementa con una IA enemiga que solo da signos de vida si alerta nuestra presencia. Es una pena, eso sí, que una vez al descubierto el juego nos deje algo vendidos, algo que hará que nos maten con bastante asiduidad si no vamos con extremo cuidado. Es entonces cuando tendremos que tragarnos unos tiempos de carga que son más largos de lo que estamos acostumbrados hoy en día y que entorpecen ese fluir del que disfrutarán los más habilidosos. Si os digo que acabaréis grabando partida cada cinco minutos creo que queda bastante claro.