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Dissidia: Final Fantasy

Final Fantasy conoce a Final Fight.

¿Quién es más fuerte Squall o Cloud?¿Derrotaría Kefka a Sefirot en combate singular?¿Desentona Zidane dentro del canon de la saga?¿Gunblade o Ultima Weapon? Seamos sinceros, en algún momento de nuestra dilatada vida como videojugadores hemos formulado o puesto en boca de algún fan de la saga este tipo de cuestiones. Es inevitable esta idea, por lo rico del plantel de héroes y villanos creados por Square a lo largo de todos estos años que, siguiendo el patrón marcado por series de anime clásicas como Dragon Ball o Saint Seiya, dan pie a un panteón superpoblado de ídolos tremendamente carismáticos con tendencia a perpetuarse en nuestra imaginación. Como Freddy Mercury o el malogrado 'Jakco'. O eso queremos creer.

En cualquier caso no es la primera vez que la corporación nipona intenta satisfacer las inquietudes de los fans, llenándose de paso los bolsillos con abundantes y calentitos yenes. En este sentido alguno de nuestros más avispados lectores recordará Ergheiz, el intento de montar un Dream Match 'final-fantástico' para PSX, un descalabro de tomo y lomo que llevó a replantearse la idea y su viabilidad sobre una base hardware carente de posibilidades, o por lo menos insuficiente para lo que se tenía en mente.

Los ataques EX son definitivamente espectaculares.

Sorprendentemente el salto a los 128 bits no vino acompañado de un nuevo acercamiento al fan-service más esperado, máxime considerando que en dicha generación se prodigaron los títulos que aglutinaban personajes de una misma saga o de varias distintas, como los Budokai Tenkaichi, o el reputado Kingdom Hearts. Sea como sea, la cuestión es que aquí estamos, con la PSP viviendo su segunda juventud y con Square Enix repitiendo apuesta sobre una base mucho más firme que la de hace quince años. Final Fantasy: Dissidia, como ya hemos insinuado es el colofón final, el acabose de los Dream Matches, el crossover definitivo, la Torre de Babel de los JRPG's, el juego más... la experiencia menos... como aquélla vez que... ¿Entendéis ahora por qué a un servidor dejaron de gustarle los Final Fantasy, verdad?

Cara a cara.

La premisa inicial de Dissidia está cogida con hilos, dos bandos dispuesto en buena lid, luz y oscuridad, héroes y villanos frente a frente para luchar por muy bien no se sabe qué. La cuestión es que Caos, el dios de la discordia, y Cosmos, la diosa del equilibrio y la armonía, llevan manteniendo un conflicto durante la eterna eternidad del Universo. Pero Caos en un giro maestro dentro de las tácticas de guerra divinas decide convocar a sus villanos preferidos de toda la saga Final Fantasy para decantar la balanza a su favor y deshacerse de Cosmos de una vez por todas. Pero claro, la diosa, que no es tonta, se entera a tiempo de llamar a los buenos y montar un lío que ríete tú del crack del 29; espadazos, conversaciones insípidas y trepidantes cortes de pelo incluidos.

Varios personajes como Shantotto de FFXI y Gabranth de FFXII pueden ser desbloqueados.

Dissidia, en esta ocasión, en lugar de ofrecer una mecánica de estilo generalista como pueden ser un Street Fighter o un Tekken, propone combates en entornos tridimensionales abiertos (entiéndase abiertos como libertad para moverse por el escenario, evidentemente limitado) y parcialmente interactivos de forma contextual, es decir, podremos destruir algún que otro pilar con un sablazo bien dado o correr por las paredes al estilo marcado en Advent Children. De hecho nos atrevemos a decir que el juego busca precisamente eso, la coreografía y la espectacularidad de los combates singulares vista en la película de animación digital, haciendo las concesiones que hagan falta para alcanzar esa sensación de fuego de artificio que tanto gusta. Y la verdad es que entre las carreras verticales, dobles saltos, efectos de luz, 'dashes' aéreos y cabriolas imposibles, el resultado se acerca bastante.