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Fallout 3

Distopía post-apocalíptica.

"Será un Oblivion con pistolas". Esa es, sin ningún tipo de dudas, la frase que más hemos leído y escuchado desde que Bethesda anunció el desarrollo de Fallout 3. Un temor que compartían los seguidores de la saga, viendo cómo un RPG de corte clásico y perspectiva isométrica se convertía en un híbrido de FPS y RPG con combates en tiempo real. En parte no les faltaba razón, porque hay mucho en Fallout 3 que bebe directamente de Oblivion. Pero con matices, porque hay bastantes elementos que lo diferencian del anterior título de Bethesda, y que lo convierten en un juego más rico y complejo.

Como era de esperar, el pilar básico sobre el que se sustenta Fallout 3 es una representación increíblemente realista y extensa de una ciudad de Washington reducida a escombros tras una guerra nuclear. Es un mundo post-apocalíptico creado con un diseño artístico sublime, plagado de secretos y detalles que hacen que continuamente descubramos nuevos sub-argumentos, personajes extravagantes e información para ilustrar la historia de Capital Wasteland (el nombre que recibe el área de Washington D.C. y el Potomac en el universo distópico de Fallout). No es descabellado afirmar que nos encontramos ante uno de los mundos virtuales más trabajados y completos que se han creado hasta la fecha.

Una representación que es bastante curiosa, debo añadir. Fallout nos muestra una América anclada en la estética y las normas sociales de los años 50 (miedo al comunismo incluido), pero en pleno 2077, con todo lo que eso conlleva: robots domésticos en las casas, coches que funcionan con energía de fusión y armas láser. Irónicamente los ordenadores son más tipo años 70, con sus monitores de fósforo verde y sus interfaces de texto.

El desastre empieza a fraguarse 180 años antes de tu nacimiento, tras una guerra nuclear causada por la invasión china de Alaska y que ha reducido el mundo a escombros. Fallout 3 da comienzo bajo la seguridad de un búnker llamado Vault 101, del que nadie entra ni sale, para protegerlo del salvaje exterior. Los compases iniciales del juego nos guían a través de tus 19 años de vida, desde el primer cumpleaños hasta tu adolescencia, pasando por tus primeras escaramuzas con otros chicos que habitan el refugio nuclear. Sin embargo, no pasa mucho tiempo hasta que, súbitamente, todo da un giro completo cuando tu padre escapa de la Vault 101 y tú te ves obligado a abandonarla para partir en su búsqueda.

Una vez en el exterior descubres un mundo en ruinas en el que prima el sentido de la supervivencia, un mundo sin compasión en el que los débiles no tienen sitio. Si bien el comienzo guarda ciertas similitudes con la fuga de las mazmorras de Picard en Oblivion, una vez fuera de la seguridad del búnker no encuentras bellos pastos verdes como en el anterior juego de Bethesda, sino un escenario gris y deprimente que asusta por su fidelidad con la que podríamos imaginar una situación similar.

Pero lo que hace verdaderamente especial a Fallout 3 es la completa libertad con la que nos deja afrontar la supervivencia en su inhóspito territorio. Una libertad que afecta a casi todas las áreas del juego, desde la exploración al combate, pasando por la resolución de puzzles o el manejo de nuestro inventario. Tomemos, por ejemplo, el modo de eliminar al vigía de un complejo al que tenemos vetado el acceso. Podríamos tomar la ruta más fácil y atacarle con el arma más potente que tengamos en ese momento. O quizás podríamos hablar con él y tratar de embaucarle para que nos deje entrar sin más. Incluso podríamos acercarnos sigilosamente por su espalda, esconderle una granada en el bolsillo y detonarla desde una distancia prudencial. Son sólo tres formas de aproximarse al mismo problema, pero lo cierto es que el juego da pie a probar muchas otras opciones más.

Todo ello es posible gracias a una depurada interfaz, prácticamente calcada a la que pudimos disfrutar en Oblivion. Rebautizada aquí como Pip-Boy 3000, toma la forma de un gadget que obtendremos al principio del juego y desde el cual podemos gestionar no sólo el inventario y las armas, sino el mapa de Capital Wasteland, la información de las misiones o el estado físico del protagonista. La navegación por él es rápida e intuitiva, un aspecto del cual muchos otros juegos deberían tomar ejemplo.

El sistema de combate es, quizás, uno de los puntos más inspirados en Fallout 3. Basado en una perspectiva en primera persona (con la opción de escoger otra en tercera), al principio puede parecer similar a la de un FPS, por lo menos hasta que descubres las bondades del sistema V.A.T.S. (Vault-Tec Assisted Targeting System).

Por un lado permite mostrar los combates de una forma mucho más cinemática y espectacular, pero este híbrido de combate por turnos y tiempo real además obliga a tomar un nuevo enfoque a los enfrentamientos. Se añade un gran componente estratégico. Al ejecutarlo la acción se pausa y se muestran los diferentes puntos del cuerpo a los que podemos atacar, junto con porcentajes de acierto y ángulo que nos ayudan a escoger la mejor opción. Por norma general tenemos suficientes puntos de acción como para realizar tres ataques utilizando el V.A.T.S., antes de que el combate vuelva a su modo en tiempo real y los puntos de acción se recarguen.

Esta dualidad entre combates por turnos y en tiempo real obliga a realizar un uso inteligente y moderado del V.A.T.S., normalmente alternando ataque con cobertura antes de que los enemigos puedan arremeter de forma fatal contra nosotros. Y a ello hay que añadir la escasez de munición, que nos forzará a ser extremadamente cautos y precisos al enzarzarnos en un combate. Quizás esta aproximación a la acción pueda resultar frustrante para los jugadores de FPS tradicionales, debido a que el combate en tiempo real es demasiado rápido y brutal, pero la inclusión del V.A.T.S. ayuda precisamente a marcar una importante diferencia entre Fallout 3 y el resto de juegos de ese género.