Gears of War 3
Hermanos de sangre.
En los modos de enfrentamiento (o competitivos) para hasta diez jugadores (pudiendo mezclar humanos y bots con una IA bastante competente) repiten de anteriores entregas las variantes Zona de Guerra, Ejecución, Rey de la Colina (incorporando características del viejo Anexión) y Piloto. Los dos que presentan más cambios son Capturar al Líder, donde se mezclan Guardián y Sumisión con el objetivo de proteger a un objetivo - que eventualmente puede liberarse pulsando un botón - durante treinta segundos, y Duelo por Equipos, un típico team deathmatch en en el que cada equipo tiene veinte vidas y el primero que se queda sin pierde la partida. Todos estos modos están bastante bien y tienen asegurado su éxito en Xbox Live, pero realmente las dos joyas de la corona son el nuevo modo Horda y el modo Bestia.
La gran novedad en el modo Horda 2.0 es el sistema de divisa, sobre el que gira buena parte de la experiencia. Con cada Locust eliminado ganas una cantidad de dinero que más tarde puedes gastar en el tiempo que hay entre oleada y oleada para adquirir munición, fortificaciones o señuelos. El alambre de espino, por ejemplo, ralentiza a los enemigos que intentan cruzarlo, mientras que los señuelos desvían la atención para que puedas pillar desprevenidos a tus atacantes desde otro flanco. También se pueden adquirir defensas activas, como las torretas o el imponente Silverback, un traje robótico con gran potencia de fuego que resulta caro pero tremendamente útil.
Además, para hacer las cosas más entretenidas, cada diez oleadas te enfrentas a un jefe final, entre los que hay enemigos más poderosos como Berserkers, Brumaks o el Lambent Gunker, y donde la cooperación con los otros miembros del equipo es todavía más necesaria. La verdad es que si con el modo Horda de GoW2 Epic sentó unas bases que posteriormente muchos otros han imitado (Halo ODST con Firefight o Red Faction Armaggedon con Infestation, sin ir más lejos), en esta ocasión han pulido la fórmula tomando prestados elementos del modo Zombi de Treyarch. El resultado es, quizás, menos innovador que en su predecesor, pero la diversión que aporta y el buen equilibro y ritmo que muestra hacen de él el modo multijugador estrella del paquete.
Eso, claro, si el nuevo modo Bestia lo permite. Aquí la idea es invertir los papeles del modo Horda: la IA pasa a controlar un escuadrón COG mientras los jugadores se meten en la piel de los Locust, y en vez de atrincherarnos el objetivo es tomar la iniciativa ofensiva para acabar con todos los humanos antes de que termine una cuenta atrás. Con cada muerte ganamos una serie de puntos que sirven para escoger el tipo de Locust en el que haremos el respawn, empezando desde el más barato, el ticker, para más adelante controlar un Grunt, un Boomer o un Berserker, usar un Kantus para curar a nuestros compañeros o realizar un potente ataque de artillería con un Grinder. Cada uno tiene sus peculiaridades tácticas y un control diferenciado, así que la estrategia en el equipo será un factor importante para poder superar las distintas rondas, especialmente teniendo en cuenta que al morir se puede hacer respawn sin necesidad de esperar a que acabe la oleada.
Con Gears of War 3 Epic Games ha ido a lo seguro: han tomado una fórmula que saben que funciona, han añadido unos cuantos retoques que la mejoran levemente y han creado un producto que colmará casi todas las expectativas de los fans, especialmente en su vertiente multijugador. A nivel jugable no se se le pueden poner muchas pegas, y a técnicamente todavía menos porque, probablemente, estamos ante el juego que saca mejor partido de la consola de Microsoft (sí, por momentos más incluso que Crysis 2). Es una lástima que no hayan cumplido con las promesas acerca de la historia y la narrativa, que una vez más vuelven a estar por debajo de lo esperado, pero como lo que es, un juego de acción visceral y directo, las cosas difícilmente podrían haberse hecho mejor. No es perfecto ni tampoco lo más especial que ha dado esta generación, pero sí un broche excelente para una saga que ciertamente ha definido, a su manera, una época.