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Ghostbusters: The Videogame

¿A quién NO vas a llamar?

A muchos se les hace duro el cambio generacional y se ven incapaces de echar la vista atrás. Suele ocurrir cuando por fin llega a tu casa LA flamante consola de última generación y piensas –no sin cierta ingenuidad complaciente– cómo te llevará a un estado de gracia absoluto: que si el futuro está en tus manos, que si ya es hora de abandonar viejos hábitos pasados de moda y que en realidad todo era un proceso iniciático para alcanzar el nirvana lúdico, bla, bla, bla...

Andaba jugando precisamente estas semanas a Kingdom Hearts 2 y me sorprendía por lo bien que sigue luciendo en PS2, independientemente de sus valores más allá de la potencia gráfica que desata. De lo bien que rejuvenecen algunos títulos y cómo se nota el máximo cuidado al que han sido sometidos. Hablamos de éste como podría mencionar cualquier God of War, Final Fantasy XII, Okami, Metal Gear 3: Subsistence, Burnout 3, Odin Sphere, Devil May Cry 3 o Shadow of Colossus.

Y sí, lo sabemos muy bien, aquellos días de gloria junto al Emotion Engine llegaron a un punto de álgido orgasmo hará cosa de dos o tres años; sabemos que muchas producciones que nos llegaron de Japón en la última hornada (Yakuza 2, Persona 4, DBZ: Infinite World) seguían manteniendo un sobresaliente nivel, sí, pero no eran más que excepciones. Algo así como la última (ejem) sacudida. Y lo sabemos tan bien como que ahora nos comemos con berzas multitud de ports irrelevantes, o que la noticia de un libre desarrollo para ésta consola no parece dar los frutos que algunos esperábamos. O mejor dicho, no ha dado absolutamente nada.

Purgatorio que se agudiza, madre del amor hermoso, tras la salida de Ghostbusters: The Videogame.

Nadie espera a estas alturas que la inversión en desarrollo para la 128 bits de Sony cuente con los efectivos de antaño. Y mucho menos que se consiga adaptar los esquemas y planteamientos utilizados en sus hermanas mayores con igual soberbia, lo cual es obvio y en realidad poco tiene que ver con las críticas que aquí volcaremos. No sin cierta ironía, lo más positivo a destacar es precisamente que encontramos intacta la premisa inicial de PS3 y 360, donde manejamos a un aprendiz de Cazafantasmas junto al reparto de los dos filmes, recorremos los mismos escenarios y combatimos idénticos final bosses. Todo ello representado bajo una estética caricaturesca que lo hace bastante apetecible... a priori.

Los problemas redundan gravemente cuando después de unas horas surge la temible duda: ¿es esto una versión final o me han mandado la beta previa? Ocurre cuando observas la baja resolución de sus cinemáticas y aparecen líneas extrañas, como si aquello estuviera capturado de un VHS pasado de tracking (lo que, por otra parte, no deja de ser un detalle algo vintagenario); cuando pequeños e insustanciales elementos como el icono de carga parpadean de forma antinatural, el sonido se corta abruptamente de una estancia a otra y los menús se ralentizan; o cuando (y esto es realmente sangrante) una vez dentro de la experiencia de juego se experimenta un aliasing agudo como no se veía desde el primer año de PS2. Lamentable es, definitivamente, que el popping y las bajadas de frame sean tan notorias en multitud de pasajes, junto a la desaparición de objetos, personajes, texturas... Y lo peor es que todo potencial que existía se va al traste por culpa de una jugabilidad pobre.